Marchas forzadamente voluntarias, desarraigos que generan apegos nuevos. Sorprendentes estas caravanas que surgen del hambre y -más allá del nivel de consciencia y la intencionalidad- revientan fronteras y categorías políticas. El empobrecimiento extremo -no los análisis y propuestas académicas y organizativas- redefine la geopolítica: corresponde ahora intentar interpretar sus nuevos límites. Miles avanzan […]
Marchas forzadamente voluntarias, desarraigos que generan apegos nuevos. Sorprendentes estas caravanas que surgen del hambre y -más allá del nivel de consciencia y la intencionalidad- revientan fronteras y categorías políticas.
El empobrecimiento extremo -no los análisis y propuestas académicas y organizativas- redefine la geopolítica: corresponde ahora intentar interpretar sus nuevos límites.
Miles avanzan hacia la frontera de Estados Unidos: según organismos de acompañamiento a migrantes en México, suman cuatro caravanas y diez mil personas, veinte días después de iniciada la primera marcha. Un número similar de militares y guardias nacionales y fronterizos los esperan al otro lado de la línea dibujada por los humanos. Después de muchos años, la frontera sur USA está donde le corresponde geográficamente estar, y no dónde la situó la dependencia política de los gobiernos-alguacil centroamericanos: al sur de México, entre Honduras y Guatemala.
Individualidades que caminan juntas sin hacer aún colectividad (Ismael Moreno); nuevos sujetos transnacionales con derechos (Juan Hernández Zubizarreta); desplazados forzados o migrantes; éxodo desesperado y/o caravana con sentido político; renuncia a luchar en su propia tierra; manipulados por la izquierda y por Donald Trump. Interrogantes para construir respuestas, por descabelladas que parezcan.
En todo caso, contra esta multitud indescifrada se construye en esta época la seguridad hemisférica, no contra la amenaza soviética-china-roja-cubana-comunista-guerrillera. Contra ellos: miles de deslocalizados y ciudadanos puramente nominales, que están fuera de los circuitos limitados del desarrollo, el emprendedurismo, el sálvate a ti mismo, la ciudadanía liberal, la democracia electoral representativa, y recuperan a paso lento o a trote sudoroso el territorio, la identidad y los derechos. Para ellas y ellos, para nosotras y nosotros.
Las esperanzas son aún difusas, el costo es el abandono de lo propio. Pero ¿y qué si esto acaba pronto y regresan sin alcanzar sus objetivos? ¿Y qué si este es el paisaje normal -no normalizado- en los tiempos que ya se vinieron?
Fascismos neoliberales promueven odio y cierran fronteras y derechos. Personas, miles de personas que salen de todas partes, abren caminos, inciertos, riesgosos, confusos, nuevos, dignos. Se mueven. Están en el corazón y la boca de todas y todos.