
En la tragedia griega los males del hombre proceden siempre de su soberbia. Justo en lo más alto del intento de saltar por encima de sus límites, cuando se cree victorioso, es derribado para padecer el castigo más cruel. Prometeo, quien tuvo el atrevimiento de regalar a los hombres la ciencia fue, por esta grandeza, y como pena, condenado a que el águila devore su hígado hasta la eternidad, en atroz suplicio.