Estoy atrapado en una bella ciudad de la costa oeste de Noruega que se llama Trondheim. Justo en frente de Islandia. Debía partir el jueves y volar hasta Bolonia, donde había una reunión de «Bolonia ciudad libre». Pero esta mañana, mi amigo Jean me telefoneó para decirme que pasaba algo que implicaba la anulación de […]
Estoy atrapado en una bella ciudad de la costa oeste de Noruega que se llama Trondheim. Justo en frente de Islandia. Debía partir el jueves y volar hasta Bolonia, donde había una reunión de «Bolonia ciudad libre». Pero esta mañana, mi amigo Jean me telefoneó para decirme que pasaba algo que implicaba la anulación de todos los vuelos, y que debía partir al día siguiente. Al día siguiente, voy al aeropuerto y me dicen que debería esperar otro día más. Después, comencé a reflexionar. La ceniza no se irá tan rápido. Permanecerá en el cielo europeo durante días y semanas. Los periódicos de aquí ya lo dicen claramente. Las compañías aéreas están tratando de imaginar el efecto sobre sus negocios, ya afectados por la crisis financiera. Pero lo importante no es eso. Lo importante es que la clase dirigente europea está bloqueada en tierra. No pueden moverse. El grupo dirigente polaco, homófobo y racista, ha sido aniquilado por el cielo imprevisible. Ahora el cielo está simplemente declarando el fin de esta Unión Europea basada en la avaricia y el racismo.
La Unión Europea, que no ha sabido ni querido afrontar la crisis griega, que no quiere ni sabe enfrentar la recesión con el abandono de las políticas neoliberales que provocaron la recesión, está ahora condenada.
Lo que está sucediendo es un llamamiento a la acción y al pensamiento. Los productores de la inteligencia colectiva y los poetas de toda Europa deberían comenzar a luchar por Europa.02, por un nuevo concepto que esté basado en la potencia del trabajo intelectual, no en el dominio financiero del Banco Central.
Pero nadie responde a este llamamiento. Los intelectuales franceses están muertos, los que respiran y escriben en los periódicos son viejos maoístas arrepentidos de su pasado que lamen el culo al poder económico. Los intelectuales italianos están cegados por las lentejuelas de la dictadura del bufón. Dicen mantras en defensa de la constitución italiana (y hacen bien) pero no comprenden que la infección no será arrancada de raíz del pueblo italiano. El pueblo italiano no fue capaz de liberarse de Mussolini en 1939, colgaron por los pies el cadáver de un dictador que fue vencido por los anglo-americanos. Mi padre fue partisano, pero nunca ocultó esta verdad. Lo mismo está pasando ahora: Berlusconi jamás será derrotado por los italianos, será derrotado por los nuevos europeos. Hace unos días, hablando en una asamblea pública en la ciudad de Stavanger, en Noruega, pedí a los intelectuales noruegos que entraran en Europa. Me respondieron: ¿por qué deberíamos hacerlo? La Europa existente sólo es capaz de explotar el trabajo y desplazar las energías y recursos sociales en provecho de los bancos. Nosotros los noruegos utilizamos la riqueza del petróleo para el bien común. En efecto, los obreros noruegos ganan salarios de 50.000 euros al año y los servicios sociales son mucho mejores que en cualquier otro país del continente neoliberal. ¿Por qué deberían renunciar a su petróleo a cambio del despotismo avaro del Banco Central Europeo?
Pero yo les respondí: les entiendo. Pero la Europa de la que hablan está destinada a morir pronto. Debería construirse una nueva Europa, basada sobre la amistad y sobre la creatividad, no sobre la avaricia, la chabacanería y el racismo. Vengan a Europa a ayudarnos a destruir la dictadura del Banco Central. Vengan a Europa a ayudarnos a destruir el racismo ignorante de Schengen.
Fuente: http://www.looponline.info/index.php/editoriali/209-cenere-sui-cieli-deuropa