La decisión anunciada por Nicolas Sarkozy de que el Estado francés se reintegrará de manera plena a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pasando a tomar parte de nuevo en el mando militar de la Alianza, no puede sorprender a nadie. Aun cuando se presenta como un cambio histórico, en tanto en […]
La decisión anunciada por Nicolas Sarkozy de que el Estado francés se reintegrará de manera plena a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pasando a tomar parte de nuevo en el mando militar de la Alianza, no puede sorprender a nadie. Aun cuando se presenta como un cambio histórico, en tanto en cuanto revierte una decisión tomada en 1966 por el propio De Gaulle, lo cierto es que supone la oficialización de una política que tiene al menos dos décadas de vigencia. Supone también un nuevo intento por afincar la posición de aliado prioritario de EEUU que Sarkozy pretende jugar.
Asimismo, cabe señalar que el Estado francés nunca ha defendido una política de neutralidad en materia militar -a diferencia de otros países europeos como Irlanda o Suiza-, sino un mayor margen de maniobra que se sustentaba en su capacidad atómica y en las estructuras coloniales que mantiene sobre todo en África. Sin ir tan lejos, hace ya más de una década que toma parte activa en todo tipo de operaciones de la OTAN. Como en otros temas, la posición del Estado francés en esta cuestión tenía más de simbólica que de real o efectiva. De hecho, se utilizan los mismos argumentos que De Gaulle para tomar la decisión contraria.
Más allá del anuncio de Sarkozy, si en el ámbito económico cada vez es más evidente que el debate y las medidas a tomar en relación a la crisis deben de ser algo más que meros ajustes en el modelo para pasar a cuestionar el modelo mismo -en contra de lo que defiende, precisamente, el presidente francés-, en el ámbito de las relaciones internacionales tampoco cabe duda de que dar por finiquitada la fase marcada por la «guerra contra el terror» implica algo más que trasladar unos pocos presos de una prisión en un lado del mar a otra en la otra orilla. En ese terreno, el atlantismo y el hegemonismo norteamericano asociado a éste están en la base de muchos de los males del mundo actual. Más aún en el caso europeo, cuyas instituciones se han plegado a los intereses de los Estados Unidos, también en esta materia. Sarkozy ha hecho todo lo que estaba en su mano para ahondar en esa postura. De eso versa el anuncio de ayer.