El Ejército ucraniano avanzaba ayer para intentar recuperar el control de Slaviansk, una de las ciudades en manos de activistas prorrusos en el este del país, que se replegaron hacia el interior. Los combates provocaron varias víctimas mortales y dibujaron un escenario de guerra civil. Los países occidentales tratan de que Kiev llegue en las mejores condiciones posibles a las elecciones convocadas el 25 de mayo.
Nuevos combates en Slaviansk, en el este de Ucrania, dibujaban ayer un escenario de guerra civil. Durante varias horas se produjeron intensos intercambios de disparos en la periferia de la ciudad, que todavía seguía controlada por los activistas prorrusos. La ciudad fue cercada y los combates dejaron al menos cuatro muertos y una treintena de heridos entre los miembros de las fuerzas de seguridad ucranianas, según el Ministerio del Interior, mientras los prorrusos aseguraban haber sufrido «numerosas» bajas que horas más tarde cifraron en 20.
El Ministerio justificó el haber abierto fuego contra viviendas acusando a los insurgentes prorrusos de servirse de la población civil como «escudo». «Mi misión es eliminar terroristas» había advertido el ministro del Interior, Arsen Avakov, que seguía la operación desde un control próximo. «La única táctica es avanzar poco a poco hacia el centro» de Slaviansk, añadió.
Según el jefe de la Guardia Nacional, cuerpo organizado por las nuevas autoridades de Kiev, Stepan Plltorak, «nuestros adversarios están bien entrenados y bien equipados». «Hacen cualquier cosa para obligarnos a utilizar armas pesadas, pero no lo haremos para proteger a la población civil», subrayó.
Por su parte, Vadim Orel, uno de los mandos de los grupos armados prorrusos, afirmó que el Ejército había disparado desde un helicóptero y había recurrido al lanzamiento de cohetes cerca de una localidad a cinco kilómetros de Slaviansk. «Hemos sufrido bajas, cerca de diez personas, incluidos civiles, y entre 20 y 25 heridos», explicó a la agencia RIA Novosti el comandante de las fuerzas de autodefensa Igor Strelkov. Tras los combates, las fuerzas ucranianas consiguieron hacerse con el control de la torre de televisión en la cercana localidad de Andreyevka.
«Amenaza a la paz en Europa»
«Hay combates y nosotros nos estamos retirando hacia el interior (de Slaviansk). El enemigo ya está en el territorio de la ciudad», señaló una fuente prorrusa a AFP. Pese al avance, las milicias prorrusas derribaron un helicóptero Mi-24 de las Fuerzas Armadas en las afueras de Slaviansk, el cuarto abatido ya en este conflicto. En este clima que acerca la guerra civil al este de Ucrania, Rusia advirtió de que la crisis puede amenazar la estabilidad y la paz en Europa si no se produce una respuesta adecuada de la comunidad internacional.
Advirtió además de que puede producirse una «catástrofe humanitaria». El Ministerio ruso de Exteriores afirmó que «la acción de castigo» de las fuerzas ucranianas causará «nuevas víctimas entre la población» y alertó de que comienzan a escasear los medicamentos y a haber problemas de desabastecimiento de productos.
La Cancillería instó a las autoridades de Kiev, a las que califica como «los organizadores del terror contra su propia población», a que tomen conciencia y «cesen el derramamiento de sangre». Les pidió igualmente «que retiren sus tropas y se sienten a la mesa de negociaciones para comenzar una diálogo normal sobre la forma de resolver la crisis política». En el otro bando, el presidente interino ucraniano, Olexandre Turchinov, denunció «la guerra que de hecho se lleva contra nosotros. Debemos estar preparados para hacer frente a esta agresión». A su juicio, el objetivo de los insurgentes prorrusos «es derrocar al gobierno de Kiev». Por ello, espera que se produzcan «actos de provocación el 9 de mayo (fiesta que tanto en Ucrania como en Rusia conmemora la victoria sobre el Ejército nazi), y no solo en la capital».
Ofensiva diplomática occidental
Mientras el Ejército ucraniano avanza sobre el terreno, los países occidentales que apoyan a Kiev se han movilizado en una nueva ofensiva diplomática. El presidente de la OSCE, Didier Burkhalter viajará mañana a Moscú para discutir sobre la crisis ucraniana con el presidente ruso, Vladimir Putin.
Un portavoz de la canciller alemana, Angela Merkel, indicó que planteará el establecimiento de mesas de negociación que faciliten un diálogo nacional antes de la elección presidencial prevista para el 25 de mayo.
Kiev y sus aliados buscan legitimar el poder alcanzado en la sublevación contra el expresidente Viktor Yanukovich con estas elecciones, cuya convocatoria Moscú considera absurda en el actual contexto.
El presidente francés, François Hollande, opinó que «nada debe obstaculizar» las elecciones y su ministro de Exteriores, Laurent Fabius, anunció más sanciones contra Rusia si no llegan a celebrarse.
El ministro británico de Exteriores, William Hague, acudirá hoy a Kiev para entrevistarse con los candidatos a las elecciones presidenciales en el marco de una gira que le llevará a ese país y también a Georgia y Moldavia, con el objetivo de mostrar apoyo «a estas naciones democráticas independientes».
Representante de Kiev, a su vez, viajarán a Bruselas el 13 de mayo para entrevistarse con la Comisión Europea que estudiará medidas de apoyo.
La canciller alemana, Angela Merkel, habló el domingo por teléfono con el presidente ruso, Vladimir Putin, y le exigió que «Rusia debe hacer más» para que puedan celebrarse «en todo el país» y en condiciones de seguridad elecciones presidenciales del 25 de mayo, a la vez que opinó que los referendos separatistas que las grupos prorrusos quieren organizar el 11 de mayo, no tienen «ninguna legitimidad democrática».
Lágrimas y cólera entre las cenizas de Odessa
Olga y Nadijda, sollozando, de la mano, caminan sobre lo escombros calcinados al entrar, como cientos de furiosos habitantes de Odessa, en el edificio que ardió el 2 de mayo. «Tratar a los que han hecho esto como nazis es un cumplido», clama Nadijda, de 46 años. «Son aún peores, son monstruos, animales. ¡Hay que matarlos!». Una multitud irritada que grita «dejadnos entrar» esperaba desde el sábado ante el inmenso edificio, sede de los sindicatos, donde se refugiaron cientos de prorrusos perseguidos por miles de hinchas de fútbol pro-Kiev. Cuando el edificio, ardió pasto de os cócteles molotov, cuarenta de ellos murieron asfixiados o quemados vivos. Ayer el cordón policial desapareció. «No es posible que algo así ocurra en Odessa en el siglo XXI. No son de aquí los que han cometido esta atrocidad. Han venido del este. Es una operación preparada hace tiempo», decía Sergei. Igor, de 31 años, afirma que «los que murieron aquí son héroes, luchadores por la libertad y la verdad. Cuando intentaban escapar llamas, heridos o quemados, fueron recibidos por jóvenes que reían y los golpeaban hasta morir. Son monstruos y la policía les dejó hacer». En las columnas de la entrada se apilan ramos de flores y fotografías que muestran cadáveres quemados y otros de muchachas sonrientes con los colores amarillo y azul de la bandera ucraniana llenando botellas de gasolina. «Sabemos quiénes son. Nuestros chicos las encontrarán», murmura una anciana. En la plaza, se ha escrito con pintura «genocidio» y la mínima palabra es suficiente para encender los ánimos y provocar peleas, mientras los policías, acusados de incompetencia o complicidad, tratan de separar a los grupos.
Informe ruso sobre violaciones de derechos
Rusia publicó ayer un informe oficial sobre las violaciones masivas de derechos humanos cometidas en ese país por «las fuerzas ultranacionalistas, extremistas y neonazis». «Estamos convencidos de que la continuación de los excesos en Ucrania puede convertirse en una seria amenaza para la paz y seguridad regionales», afirma el documento de 80 páginas que le fue presentado al presidente ruso, Vladimir Putin. El libro blanco advierte de que la crisis en Ucrania puede «conducir a un agravamiento de los conflictos y contradicciones étnicas y nacionales en Ucrania y en Europa, en general». Exige que «los culpables reciban un merecido castigo. De lo contrario, los extremistas de todo signo recibirá una peligrosa señal alentadora». El documento critica las arbitrariedades cometidas por la entonces oposición durante los disturbios antigubernamentales entre noviembre de 2013 y el derrocamiento del presidente Viktor Yanukóvich el 22 de febrero. En otros capítulos se tacha de injerencia en los asuntos internos de un Estado soberano las declaraciones realizadas por políticos occidentales a favor del movimiento contra Yanukovich. Además, se alude a los brotes de racismo y xenofobia por parte de los grupos ultraderechistas, junto a la discriminación por motivos lingüísticos, religiosos y étnicos, y la violación de la libertad de expresión y la censura.