Frente a una elección (domingo 16 de junio) signada por el desconcierto y la apatía, las fuerzas progresistas se presentan divididas y con pocas chances de eclipsar, por ahora, a una derecha también fragmentada pero hegemónica. Junto con las fuerzas herederas de la experiencia guerrillera, revistan nuevas experiencias surgidas de los movimientos indígenas y campesinos. […]
Frente a una elección (domingo 16 de junio) signada por el desconcierto y la apatía, las fuerzas progresistas se presentan divididas y con pocas chances de eclipsar, por ahora, a una derecha también fragmentada pero hegemónica. Junto con las fuerzas herederas de la experiencia guerrillera, revistan nuevas experiencias surgidas de los movimientos indígenas y campesinos.
La confusión reinante y la desinformación ciudadana denunciada por organizaciones sociales como la Ong Red por Guatemala son dos de las principales características de unas elecciones en las que todo indica que no habrá ganador en primera vuelta. El sucesor de Jimmy Morales se conocerá recién el 11 de agosto, cuando se dispute el balotaje. Morales reemplazó en 2015 al general Otto Pérez Molina, un ex oficial de inteligencia que participó en la represión de los movimientos sociales a fines de los años ochenta, destituido de la presidencia junto con su vice por acusaciones de corrupción.
En el espectro izquierdo de las 19 candidaturas presidenciales, sobresalen dos articulados. La Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (Urng-Maíz) fue fundada a comienzos de 1982 y reúne los restos de las viejas facciones guerrilleras surgidas en los años sesenta junto con agrupaciones indígenas del sur del país. Llevan como candidatos a Pablo Ceto, líder campesino de la etnia maya ixil, y a Blanca Colop, una psicopedagoga funcionaria del área de educación del actual gobierno. Por su parte, el Movimiento para la Liberación de los Pueblos, surgido hace 20 años, lleva como candidata a Thelma Cabrera, otra lideresa campesina e indígena, junto con el histórico dirigente rural Neftalí López.
Para conocer más de la situación de la izquierda guatemalteca, Brecha dialogó con César Montes, el único sobreviviente de los tres primeros comandantes de las Fuerzas Armadas Rebeldes (Far), grupo que en los años sesenta luchó contra los gobiernos militares del país y que luego confluiría con otras guerrillas en la fundación de la Urng. El rostro juvenil de Montes, casi adolescente, ilustra, junto con el de Eduardo Galeano, la portada de la primera edición del libro Guatemala, país ocupado, trabajo que el periodista uruguayo alumbró tras permanecer casi clandestino en el país centroamericano en 1965, recorriendo las montañas en busca de contar la experiencia guerrillera. Montes le concedió una entrevista y lo llevó junto con su grupo insurgente a recorrer el país profundo, el de las grandes mayorías de los pueblos originarios, negados por el sistema colonial primero y ahora por las democracias modernas, representativas y republicanas. Pese a sus 72 años, Montes se mantiene al frente de la Fundación Turcios Lima, que trabaja junto con comunidades campesinas en la sierra guatemalteca.
-¿Cuál es la situación de la oposición de izquierda en el país para evitar otro Jimmy Morales en la presidencia?
-La izquierda ha dejado de ser roja para tornarse rosada o light. Queda un sector de los ex guerrilleros organizados en Convergencia, un partido que había perdido su registro electoral y, tras recuperarlo, espera colocar a su secretario general, el ex comandante Jorge Soto, como diputado en el Congreso Nacional y, quizás, conseguir dos o tres diputados más. Luego, el Partido Libre, que va también con la expectativa de lograr aunque sea uno o dos diputados. La histórica Urng apuesta todo a lograr al menos un diputado para no perder el registro electoral, lo cual es muy probable. Con ese escenario político, surgió una agrupación desde la base, el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (Mlp), creado a partir del Comité de Desarrollo Campesino (Codeca), que en este primer intento electoral busca, aparentemente, situarse al menos en una mejor posición, aunque no para esta elección, sino para dentro de cuatro años. En total, hay 19 candidatos a la presidencia, lo que evidencia una fragmentación tanto en la derecha como en la izquierda, que, con esta división, apuesta a su suicidio político.
-¿Cuál es la alternativa, entonces, para los guatemaltecos?
-Todos hablan mal de la «vieja política», incluidos muchos viejos políticos que se parecen al ladrón que grita: «Al ladrón, al ladrón», para esconder sus propios delitos. Existe un enfrentamiento entre dos sectores oligárquicos: uno se enmascara detrás de la lucha contra la corrupción y coopta partidos y movimientos de la izquierda rosa; el otro se atrinchera en un nacionalismo a ultranza, rechaza la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y la injerencia estadounidense, y legisla para evitar que cuaje la lucha contra la corrupción. Se les conoce como el «pacto de los corruptos». Pero en todo el país ‒que recorro permanentemente‒ existe un hartazgo hacia los diputados, los políticos y los partidos nuevos y viejos. Se presume una abstención muy grande y muchísimos votos nulos. En esa situación, se espera que cualquiera de los partidos de derecha que se escojan sea más de lo mismo. En Guatemala, no elegimos, sólo votamos por los que ellos deciden que votemos. El cambio revolucionario se ve hoy más lejano que nunca: con la excepción hecha del Mlp-Codeca, no existen movimientos sociales de clase enfrentados al sistema.
-¿La ola de la derecha mundial también golpea a Guatemala?
-A 22 años de los acuerdos de paz, se ha entronizado una imagen perversa y satanizada de los luchadores sociales. Al grado de que, en el campo, decirle a alguien: «Tú eres líder» es una acusación tan grave que inmediatamente se responde con una negativa, como si serlo ya fuera delito. Existe una idiotización de la opinión en contra de todo lo que sea de izquierda. Se acusa de izquierdista a la Onu, al Partido Demócrata de Estados Unidos, al papa Francisco, a todo lo que no sea reaccionario y derechista. Es lo que llamo el «anticomunismo para idiotas guatemaltecos». Se afirma casi con gozo: «Guatemala es un país conservador».
-¿Cuál es la situación social y económica de los sectores populares? Salud, educación, cultura, empleo, ¿cómo están esos índices? -Los indicadores sociales y económicos están entre los más bajos del continente. El país es visto internacionalmente como un «Estado fallido»; a nivel de corrupción, está en el puesto 144, uno de los peores del mundo. De 18 millones de habitantes, aproximadamente ocho sufren de pobreza con malnutrición. Sin embargo, ahora hay trasnacionales guatemaltecas. Somos quienes tenemos más aviones y helicópteros privados en Centroamérica, aunque los índices de analfabetismo son altos y la mayoría de los integrantes de los pueblos originarios vive en extrema pobreza. Sin embargo, es justamente allí que hay que cifrar esperanzas para el futuro. Como dijo Luis Turcios Lima (primer comandante de las Far): «En los pueblos indígenas, existe un tremendo potencial revolucionario que tenemos que estimular para que se desarrolle».
Fuente: http://brecha.com.uy/con-la-fragmentacion-la-izquierda-de-guatemala-apuesta-a-su-suicidio-politico/