Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
La crisis del euro es el resultado del ataque concentrado de las agencias de calificación estadounidenses Standard&Poor’s, Moody’s y Fisch contra la deuda de Grecia, España y Portugal.
La bajada de las calificaciones de estos tres países por parte de las agencias estadounidenses, sobre todo la de Grecia, relegada a la categoría de inversiones especulativos, es consecuencia de una acción concentrada. Esta bajada sigue a una serie de decisiones repetidas y muy seguidas. Estos ataques han estado apoyados por el aparato de Estado estadounidense, especialmente las declaraciones alarmistas del consejero económico del presidente Obama, el ex-presidente de la Reserva Federal estadounidense Paul Volker, quien habló de una futura desintegración de la zona euro.
Esta ofensiva contra el Euro es en primer lugar una acción destinada a llevar a Estados Unidos los capitales extranjeros necesarios para la cobertura del deficit creciente de la balanza financiera de Estados Unidos. Es una señal de advertencia destinada a países como China que había empezado a reequilibrar sus reservas de divisas comprando euros en detrimento del dólar. Para Estados Unidos se trata, en efecto, de una cuestión urgente. Hasta 2009 la financiación de sus déficits y la defensa del dólar estaban asegurados por un saldo positivo de los flujos financieros. Pero durante ese mismo años si bien el movimiento de los capitales sigue siendo positivo, ya no logra compensar los déficits. En un montante de 398.000 millones de dólares el saldo se vuelve negativo. A nivel puramente económico, la ofensiva contra el euro está en la misma vena que la lucha contra el fraude fiscal iniciada por el presidente Obama en 2009. Se trata trata de volver a llegar los capitales al regazo de Estados Unidos.
Esta acción táctica va acompañada de una operación estratégica, la de un movimiento de desmantelamiento de la Unión Europea a beneficio de una unión económica que cubra ambos continentes, cuya manifestación más visible es el proyecto de creación de un gran mercado trasatlántico. En función de este segundo objetivo se puede comprender la actitud de Alemania que tanto a nivel de la lucha contra el fraude fiscal como al del ataque contra el euro ha proporcionado apoyo a la ofensiva estadounidense. Esta actitud es coherente con el compromiso privilegiado de este Estado europeo en el establecimiento de una unión económica trasatlántica.
La Unión Europea se construyó en torno a Alemania y se estructuró según sus intereses. Alemania, país que económicamente era el más eficiente en el momento de la instalación del gran mercado, sin apremio político, sin gobierno económico y transferencias importantes a las zonas desfavorecidas, pudo hacer que actuaran sus ventajas económicas comparativas. Hasta este año la zona euro absorbe tres cuartas partes de las exportaciones alemanas. Tanto por medio de las declaraciones de sus responsables políticos y de sus banqueros como por medio de la repetida exhibición de sus dudas, ha contribuido a la eficacia de la ofensiva contra el euro. Para Alemania los beneficios de esta acción son inmediatos. La bajada de la moneda común permite aumentar las exportaciones alemanas fuera de la zona euro. Además, este país puede financiar mejor sus propios déficits. La crisis y la huida hacia la calidad que engendra permiten a las obligaciones alemanas situarse con una tasa de interés reducido.
Si da la impresión de que a largo plazo Alemana está aserrando la rama sobre la que está sentada es que ha decidido cambiar de rama y quiere integrarse en un conjunto más amplio: el gran mercado transatlántico. La «construcción europea» está en la encrucijada. Si hasta ahora ha permitido un desarrollo permanente de Alemania, este proceso no puede continuar según las mismas modalidades. La UE no puede salir de la crisis sin establecer un gobierno económico que administre una política económica común, una armonización del desarrollo y, para ello, asegurar las transferencias financieras consecuentes hacia los países y regiones más desfavorecidos. Esta gestión política está en completa oposición con el simple pacto de estabilidad promovido por Alemania. La política presupuestaria de disminución acelerada de los déficits que se ha vuelto a imponer en nombre de este pacto se va a hacer en detrimento del poder adquisitivo de las poblaciones y no se puede realizar sin una recesión económica. La zona euro no puede seguir siendo la salida privilegiada de las exportaciones alemanas. Alemania ha elegido: el gran mercado transatlántico y el mercado mundial.
En vez de reestructurar la deuda de los países en quiebra, lo que habría hecho recurrir a los bancos, Europa ha establecido dos fondos de intervención. Tanto los 110.000 millones de euros de ayuda a Grecia como los 750.000 millones de préstamos y de garantías tienen por objeto someter a los países receptores a las condiciones del FMI, en el que Estados Unidos tienen la mayoría de los derechos de voto. En caso de depresión o incluso de estancamiento económico, la política de consolidación de los gastos públicos está abocada al fracaso. Los 750.000 millones que se han previsto de ayuda servirán para reembolsar a los bancos en detrimento del poder adquisitivo del contribuyente y este pago a las instituciones financieras aumentará en la misma proporción la recesión.
La construcción europea fue impuesta por Estados Unidos, el cual después de la [Segunda] guerra [Mundial] la convirtió en la condición para conceder las ayudas del Plan Marshall. La construcción se realizó en torno a Alemania, cuyos intereses inmediatos eran complementarios de los de Estados Unidos. El ataque contra el euro y la operación de desmantelamiento de la Unión Europea resultan también de una ofensiva lanzada por Estados Unidos y de la que han tomado el relevo la primera economía del antiguo continente, así como las instituciones de la UE. La Comisión y el Consejo confirman así su participación en la descomposición de la Unión y su integración en una nueva estructura política y económica transatlántica bajo la dirección de Estados Unidos, un papel que ya ha desempeñado a través de las negociaciones de los acuerdos sobre la transferencia de datos personales de los ciudadanos europeos a Estados Unidos y de las que tienen por objeto la creación de un mercado que reagrupe a ambos continentes.
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