Yo estuve ayer con Emergency en la plaza de San Giovanni junto con otras 50.000 personas. Yo escuché a la mujer de Matteo Dell’Aira, enfermero jefe en el hospital de Lashkargah, leer una carta que éste le había escrito. Y escuché también al hermano de Matteo Pagani. Y lloré. Me enfurecí al conocer las crónicas […]
Yo estuve ayer con Emergency en la plaza de San Giovanni junto con otras 50.000 personas.
Yo escuché a la mujer de Matteo Dell’Aira, enfermero jefe en el hospital de Lashkargah, leer una carta que éste le había escrito. Y escuché también al hermano de Matteo Pagani. Y lloré.
Me enfurecí al conocer las crónicas desde Kabul de las primeras consecuencias del cierre del hospital: pacientes que tenían que recorrer cientos y cientos de kilómetros para llegar heridos desde Lashkargah a Kabul, o pacientes que se veían obligados a acudir al hospital gubernamental de Bost, donde los operadores de Emergency, que lo habían visitado hacía poco habían visto «pasillos sucios de heces de los pacientes, con una peste nauseabunda».
Abracé la rabia de Vauro Senesi, caricaturista de Il Manifesto y voluntario de Emergency, cuando admitió que sí, que era cierta la acusación contra Emergency de esconder armas en sus hospitales. Vauro gritó que él, que había visitado todos los hospitales de Emergency en Afganistán, era testigo de ello. Había visto con sus propios ojos metralla, misiles y balas en esos hospitales. En la carne de las víctimas. Sí, según Vauro, era cierto, él lo había visto, en los hospitales de Emergency hay talibanes: talibanes heridos junto a soldados afganos heridos. Emergency es culpable, sí, es cierto, los cirujanos de Emergency tienen las manos manchadas de sangre. La sangre que hacen derramar hombres de uniforme o de traje y corbata desde sus ministerios o sus bancos o sus palacios. Me hizo rabiar Vauro con su rabia amarga cuando nos recordó que seguramente se conseguirá la liberación de los tres secuestrados, pero tal vez no la del hospital de Lashkargah, y si así fuera, dijo: «¿Quién liberará a las mujeres, los niños y los hombres de Lashkargah, que ya no tienen un lugar donde curar las heridas que nuestras guerras les imponen? ¿Quién los liberará?».
Escuché también la admisión de otra operadora de Emergency. Era una terrorista de Emergency culpable de un crimen abyecto: la instalación de la primera TAC pública y gratuita en Afganistán. Esta «terrorista» de Emergency nos repasó también unos cuantos datos sobre Afganistán: esperanza de vida de 43 años, alfabetización del 28%, 1054$ de PIB per cápita (datos del Informe sobre Desarrollo Humano de 2009).
Ayer leí que de Kabul llegaba el apoyo de Staffan de Mistura, representante de la ONU en Afganistán. «Ayer visité el hospital de Emergency aquí en Kabul para testimoniar la admiración de las Naciones Unidas respecto del trabajo increíble que desempeña Emergency para salvar la vida de civiles, sobre todo en un momento como éste en que se advierte un fuerte aumento de la violencia. La labor de Emergency también es importante para el gobierno afgano, por lo que soy optimista.»
Reí por no llorar cuando la actriz Lella Costa dijo que este mundo había atravesado el espejo, y por eso Berlusconi acusaba a Saviano de promover la mafia, Gino Strada era un peligroso terrorista, y el país encargado de exportar en Afganistán un sistema jurídico «democrático» veía ahora a tres de sus ciudadanos «desaparecidos» sin derecho a un abogado y sin cargo alguno, violada la Constitución exportada, importado el terror exhibido.
Yo admiré la obstinación por la verdad de Gino Strada y sentí físicamente el peso de sus palabras: «Terrorista es el que usa la violencia para conseguir fines políticos».
Yo recordé indignado las frases que pronunció Edward Luttwak en el programa Annozero el pasado jueves. Según él, las ONG habían armado a los «terroristas» en Somalia y Ruanda; según él, el «buenismo» de Emergency daba alas en el sur de Afganistán a los talibanes. Pero lo que él quería decir era que toda cooperación que no fuera militar será criminalizada si no se somete a las órdenes militares.
Yo supe ayer que, de las 350.000 adhesiones al llamamiento de Emergency, 10.000 procedían del Panshir. Yo supe que muchos afganos defienden a Emergency.
Yo ayer no vi ninguna bandera de ningún partido político en la plaza más que las de Emergency, «único orgullo nacional», y le di la razón al Ministro de Defensa italiano cuando dijo: «Emergency hace política». Escribió Gino Strada: «Emergency tiene una idea alta de la política. La piensa como un intento de hallar una manera de estar juntos, de ser una comunidad. De encontrar un modo para convivir, manteniendo sí las diferencias y evitando matarnos unos a otros. Creemos que el uso de la violencia genera de por sí más violencia, creemos que sólo cerebros gravemente insuficientes pueden amar, desear, ensalzar la guerra.»
Yo estuve ayer en la plaza de San Giovanni.
Seremos muchos quienes volvamos a manifestarnos con Emergency el próximo sábado, si aún no han liberado a Marco Garatti, Matteo Dall’Aira e Matteo Pagani.