El derrumbe de las economías europeas no parece tener un final concreto y ya jaquea la lógica del recetario neoliberal. El Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional se esfuerzan por transferir el costo político a los gobiernos más asociados con el progresismo dentro del bloque. Para el Nobel de Economía Paul Krugman, la estrategia argentina para salir de la crisis de 2001 constituye un camino lógico para poner fin a la dolorosa tragedia griega.
Ajustes fiscales, privatizaciones, movilizaciones populares y represiones salvajes. Los cuatro condimentos son parte esencial del crítico combo que quedará grabado por siempre, como una joroba en la memoria de todas las generaciones argentinas que atravesaron «el 2001». Sin embargo, no son sólo patrimonio rioplatense, sino que constituyen el escenario económico que, por estos meses, aqueja a la comunidad europea, con especial énfasis en Grecia, donde la resistencia del pueblo se contrapone al más riguroso recetario neoliberal.
Lo que en un comienzo se pretendió transformar en una tormenta local, fruto de administraciones desmedidas o, a lo sumo, de cierto jueguillo especulativo irresponsable, quedó demostrado que, verdaderamente, se trata de una crisis inherente al neoliberalismo, que comenzó en las economías satelitales de la Eurozona, pero todavía nadie sabe en dónde y cómo puede finalizar.
Las similitudes entre la Argentina de comienzos de siglo y las debacles griegas o españolas son cuantiosas: abultadas deudas públicas, abandono de políticas monetarias, déficit en las cuentas externas y desmantelamiento de las estructuras productivas. La medicina aplicada para este mal es también similar, dado que el Fondo Monetario Internacional (FMI) es el médico común: privatizaciones y ajustes.
Y como se pudo comprobar durante estos últimos meses, los gobiernos europeos están dispuestos a aceptar esos condicionamientos del Fondo, ahora potenciados por la Comisión Europea. Los recortes fiscales son la muestra que exigen las economías centrales del bloque para dar luz verde a enormes préstamos, que a su vez son utilizados para pagar deudas a acreedores que -en la mayoría de los casos- son entidades financieras de esas mismas economías centrales.
Pero, además, el otro elemento significativo es quién pagará el costo político de estas reformas conservadoras. En rigor, las cuatro naciones con pronóstico reservado en sus economías son Portugal, Irlanda, Grecia y España. Para la prensa internacional, se trata de los países «cerdos», denominación poco feliz que surge a raíz de la primera letra de sus nombres en inglés: PIGS.
Al margen de este juego de palabras que ingeniaron los medios hegemónicos, hay otra coincidencia en estos PIGS que es bastante sugestiva: los cuatro gobiernos que conducen estas naciones provienen del ala izquierda del sistema político de sus respectivos países.
En Portugal, Pedro Passos Manuel Coelho Mamede, primer ministro, asumió en su función de líder del Partido Socialista Demócrata. En Irlanda, ese lugar lo ocupó Enda Kenny, del Fine Gael, partido demócrata cristiano irlandés, opositor al reaccionario partido republicano. En Grecia, el primer ministro es Georgios Andreas Papandreu, también presidente del Movimiento Socialista Panhelénico. Y en España, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, líder del partido socialista obrero.
Más allá de la victoria de la política neoliberal, hay un claro triunfo simbólico de las derechas europeas que lograron dejar a los gobiernos de izquierda como ineficaces en la gestión y dueños únicos del costo político que todo ajuste y recesión implica.
La tragedia griega
Aunque no fue el primero, fue el que más ruido provocó. Paul Krugman, el Premio Nobel de Economía que anticipó la crisis estadounidense y después la europea, lanzó desde su columna del New York Times, que la salida argentina a la crisis neoliberal podía ser una válida receta para los álgidos meses que está viviendo Grecia.
«Argentina sufrió mucho desde 1998 hasta 2001, cuando trataba de ser ortodoxo y hacer lo correcto. Después del default a fines de 2001, pasó por una recesión breve y grave, pero pronto comenzó una rápida recuperación que se prolongó por mucho tiempo. Sin duda, el ejemplo de Argentina sugiere que el default es una gran idea, el argumento contra el default griego es que éste país es diferente (que, para ser justos, es discutible)», escribió el economista y docente de la Universidad de Princeton.
Pero mientras las opiniones y análisis se acumulan, la situación griega se acerca cada vez más a una tragedia de carácter histórico, con una deuda ciertamente imponente y en gran proporción posiblemente ilegítima, que totaliza unos 350 mil millones de euros, lo que representa cerca del 150 por ciento de su Producto Interno Bruto (PBI).
El pretendido salvataje económico de las naciones hegemónicas tiene como contraparte la obligación de privatizar y ajustar el cinturón de la sociedad, metas que el Parlamento helénico votó en julio pasado, desoyendo las protestas sociales que la policía no dudó en reprimir.
Así las cosas, los griegos verán rematarse sus patrimonios públicos en función de un paquete que pondrá a la venta, en cinco años, el 17 por ciento del PIB helénico. Es decir, un plan privatizador con el que aspiran recaudar unos 50 mil millones de euros, a partir del desprendimiento de correos, aeropuertos, operadoras de ferrocarril, empresas de gas, de electricidad o refinerías de crudo. El proyecto, previsto a concluirse para 2014, incluye también tierras, rutas estatales e islas paradisíacas.
«Como el sistema financiero de moneda única es subordinado al Banco Central Europeo, éste ejecuta acuerdos supra-nacionales, forzando políticas de austeridad como garantía de pago de las deudas de los Estados, manteniendo así el flujo de dinero público hacia el sistema financiero», afirmaron, en un artículo conjunto, el politólogo Bruno Lima Rocha y el economista Fábio López López, luego de que el Congreso helénico votara por el ajuste y la privatización de su economía.
Las «políticas de austeridad» a las que hacen referencia los autores se completan con otras normas, aprobadas antes de la ley de privatizaciones, mediante las cuales los legisladores dieron luz verde para instrumentar un feroz ajuste económico. Alzas de impuestos, recortes en las asignaciones, eliminación del 25 por ciento de empleos estatales, reducción de salarios, fármacos más baratos para hospitales públicos, etcétera, etcétera, etcétera.
«Los griegos rehicieron el ágora democrática a base de palos y piedras mientras los parlamentarios, una vez más, traicionaban la representación soberana de los ciudadanos», ilustraron retóricamente López y Lima Rocha como corolario de esta tragedia griega.
Los amigos de Clarín
La crítica situación griega no es fruto del azar, del viento de frente y ni mucho menos de algún tipo de gen involutivo del pueblo helénico. El derrumbe económico tiene algunos pocos nombres y apellidos, entre los cuales figura buena parte de la nómina de la banca internacional.
Uno de esos artífices de la debacle -que está siendo investigado en estos momentos- es el banco multinacional Goldman Sachs. Mediante una operatoria tan inteligente como dudosa, el grupo inversor permitió que Grecia sorteara las normas de Bruselas y continuara endeudándose y gastando mucho más de lo que su realidad productiva le habilitaba.
Goldman Sachs es particularmente recordado en la Argentina porque fue el inversor extranjero que ingresó al Grupo Clarín con un desembolso de 500 millones de dólares, para dar un poco de aire a la ajustada situación financiera del holding a fines del siglo pasado. Actualmente, posee el 10 por ciento del Grupo.
«Goldman tuvo un papel central a la hora de ayudar a Grecia a ocultar el déficit presupuestario de su gobierno a la Unión Europea, los mercados financieros y la opinión pública en general», denuncia el periodista e investigador español Pascual Serrano, uno de los fundadores del sitio rebelion.com .
La vinculación entre este gigantesco financiero y los grupos de poder del mundo tiene muchos más antecedentes, que tomarían todo un apartado especial para alcanzar a enumerarlos. Entre ellos, vale recordar el salvataje del que se benefició en septiembre de 2008, cuando el Premio Nóbel de la Paz, Barack Obama, al frente del gobierno de los Estados Unidos, le otorgó un giro de 10 mil millones de dólares públicos.
En el caso de Grecia, Goldman Sachs logró una compleja ingeniería mediante la cual pagaba al gobierno helénico por futuras fuentes de ingresos en conceptos tales como tasas de aterrizaje en aeropuertos, mientras que en el fondo escondía préstamo que engrosaban el déficit presupuestario, garantizando un quiebre gigantesco.
Además, gestionó colocaciones de bonos griegos mediante un intercambio de monedas, nuevamente ocultado el déficit; operación por la cual ganó unos 735 millones de euros, de acuerdo a los datos de la agencia noticiosa Bloomberg.
Todo un artista de las finanzas, sin duda. Y vaya si el monopolio que conduce Ernestina Herrera y Héctor Magneto lo sabe, porque en su sitio web destaca que «el Grupo Clarín contempla esta asociación tanto en términos financieros como estratégicos. Además de su aporte financiero, Goldman Sachs aporta su amplio conocimiento de los mercados de capitales globales».
Cuando la peste llega a Roma
Las políticas de ajuste, que fueron la condición sine qua non para que naciones como Grecia o España permanecieran dentro de la Zona Euro, también se impusieron -aunque con menos efervescencia mediática- en otras economías centrales del bloque. Tal es el caso de Italia, que a mediados de julio aprobó, por mandato de Silvio Berlusconi, un riguroso y antipopular plan de recortes fiscales.
El ajuste, respaldado por una polémica ley, está estructurado en un programa a tres años, en el que se buscará «ahorrar» unos 79.000 millones de euros; cifra que para tener una referencia más cercana, representa algo más de la cuarta parte de todo el PBI argentino.
El programa de Berlusconi propone el congelamiento de pensiones, el atraso en la edad jubilatoria mínima, la eliminación de deducciones como pago de guarderías o por nacimientos, y la imposición de una tasa sobre los depósitos bancarios que deberán abonar todos los ahorristas escalonadamente.
Además, la nueva normativa obliga a «liberalizar» todos los sectores económicos en un plazo de medio año, siguiendo un pedido determinante de la Comisión Europea (institución que cumple un papel similar al de un Poder Ejecutivo, pero de todo el bloque común).
Finalmente, como no podía faltar, el plan de ajuste traerá aparejado un severo proceso de privatización de grandes compañías -o, por lo menos, partes considerables de ellas- tales como Enel, la mayor empresa italiana del sector energético; Eni, una multinacional de gas y petróleo con presencia en 70 países; y Finmeccanica, el segundo grupo industrial de Italia, que trabaja en áreas de aeronáutica y defensa.
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