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Ucrania

Derribo del MH17, falta la justicia

Fuentes: Rebelión

La verdad llegó tarde, pero al fin. Todo el enredo que durante un año sostuvieron los medios de comunicación occidentales -particularmente europeos y estadunidenses-, claras verdades a medias sobre la muerte de las 298 personas en julio de 2014 resultó en vil fraude. Las versiones que incriminaban a Rusia como la causante del derribo del […]

La verdad llegó tarde, pero al fin. Todo el enredo que durante un año sostuvieron los medios de comunicación occidentales -particularmente europeos y estadunidenses-, claras verdades a medias sobre la muerte de las 298 personas en julio de 2014 resultó en vil fraude.

Las versiones que incriminaban a Rusia como la causante del derribo del avión malasio, resultaron desmentidas por dos indagatorias con carácter científico que marcharon cada cual por su propia vía: la rusa y la holandesa. Ambas concluyeron que el vuelo MH17 fue alcanzado por un cohete tipo 9M38 que habría sido fabricado desde 1986 -en los tiempos de la etapa soviética-, además habría dado de baja el ejército ruso pero sí tiene el ejército ucraniano.

La reconstrucción de hechos le dio la razón a los rusos, en el sentido que ellos no habían sido los mortales asesinos y, en todo caso, habrían sido los operadores del ejército ucraniano. Trampa mortal y vil, que pretendía incriminar a los rusos, y en manos occidentales significaba un buen pretexto para, como falsa bandera, desatar un conflicto o justificar la violencia del ejército contra los malos rusos y el buen líder y presidente Pietro Poroshenko.

Pero nada. Se trató de un ataque vil en contra de civiles perpetrado por milicianos ucranianos, pertenecientes al ejército donde Poroshenko es el responsable, jefe directo del que gusta lucir su traje militar. Dicho lo anterior sea, porque una vez concluidas las investigaciones que explican los detalles del «accidente», precisamente lo que resta ahora es atender la criminalidad que se ha escudado tras dicho atentado.

El gran pendiente es la justicia basamentada en el derecho internacional, y alguien tiene que responder por ello. Porque el MH17 no fue el único avión derribado -se dice que otros 16 también habrían sufrido el mismo fin-, y porque 15 meses de investigación han dado como resultado que la ojiva fue lanzada por el ejército de Poroshenko, que habría alcanzado a la aeronave de pasajeros por el lado izquierdo de la cabina del piloto, y que para el misil tierra-aire se habría usado una lanzadera 9M314M que igualmente se ubicaba en el radio de los 320 km2 de donde se presumía será el espacio de lanzamiento.

¿Por qué se permitió el vuelo en zona de restricción o de peligro? ¿Por qué se dijo que no habría motivos suficientes para cerrar el área? ¿Por qué se trató siempre de inculpar sin pruebas suficientes a los rusos, y cerrar pronto la investigación con esas conclusiones? ¿Por qué el presidente ucraniano se prestó a esas tretas, o le siguió el juego a Occidente?

Precisamente porque se trataba de un pretexto, un acto criminal al fin, pero de falsa bandera para culpar al ejército de Vladimir Putin del atentado. Pero ahora eso ha quedado aclarado. Los intereses detrás eran geopolíticos. Justificar que Rusia estaría utilizando la violencia y que Ucrania estaba haciendo bien en aceitar un movimiento para asimilar al país a Occidente y seguidamente a la OTAN. Cosa que no se cumpliera, porque la versión estaba soportada con alfileres y porque las evidencias primero y ahora las pruebas científicas apuntaron hacia otro lado.

¿Qué queda claro hoy? Que Poroshenko se prestó a ser clavo de Occidente, quien quiso utilizarlo para esto como lo emplea para otros asuntos de la geopolítica regional. Pero ahora el mundo sabe que un asesino anda suelto. Y tiene que dar la cara. Es el pendiente ahora, para que haya justicia para los familiares de los deudos y se haga valer el derecho internacional, no el fraudulento.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.