Era el No Monti Day: la primera manifestación contra el gobierno técnico de esta contrareforma neoliberal. Según los organizadores, había 150.000 personas; 20.000 según otras; 50.000 según otras. Entre ellos, sindicatos de base, FIOM-CGIL, Sinistra Critica, Federazione della Sinistra, trabajadores en lucha (Ilva, Alcoa, Sulcis, FIAT…) muchos movimientos sociales (No Deuda, No TAV, Attac, Agua […]
Era el No Monti Day: la primera manifestación contra el gobierno técnico de esta contrareforma neoliberal. Según los organizadores, había 150.000 personas; 20.000 según otras; 50.000 según otras. Entre ellos, sindicatos de base, FIOM-CGIL, Sinistra Critica, Federazione della Sinistra, trabajadores en lucha (Ilva, Alcoa, Sulcis, FIAT…) muchos movimientos sociales (No Deuda, No TAV, Attac, Agua pública), precarios, centros sociales, inmigrantes, estudiantes… Los medios de prensa no habían dado ningún espacio informativo a este acontecimiento, y si lo hicieron fue para advertir del «peligro» de que habría problemas de orden público como ocurrió el año pasado en la manifestación del 15 de octubre. La presencia de 1000 agentes de las fuerzas del orden garantizaba que sería un día tenso.
Abría la marcha una pancarta elocuente: «Con la Europa que se rebela. Echemos al gobierno Monti». En el cuerpo de la manifestación muchos otros lemas: «Fuera de la eurodictadura, revolución»; «Contra los ladrones de futuro. Contra los ladrones de democracia»; «Fuera del gobierno de los bancos y la patronal: gobierno de los trabajadores». Los estudiantes y los precarios no se conformaron con congregarse en la plaza de San Juan de Letrán para el mitin final, sino que continuaron la manifestación y ocuparon una circunvalación. Su pancarta era del todo convincente: «Plazas invadidas contra la Troika. Es Europa la que nos lo pide». En resumen: una jornada que subraya la necesidad de la huelga general europea del 14 de noviembre.
Hoy, sin embargo, la noticia que ocupa la portada de la prensa nacional es el regreso de Berlusconi, que amenaza con quitar la confianza parlamentaria a Monti. Aunque el pasado miércoles día 25 el ex primer ministro italiano había anunciado con el clásico mensaje televisivo que no volvería a presentarse como candidato a las elecciones políticas («un gesto de amor por Italia»), ayer volvió a hablar ante las cámaras durante 50 minutos para anunciar que se veía «obligado a seguir en política». La razón de su repentino cambio de decisión fue una sentencia en su contra de primer grado por fraude fiscal que le condena a cuatro años de cárcel, a entre tres y cinco años de prohibición de ejercer cargos públicos y le obliga a pagar 10 millones de euros al fisco italiano. En la sentencia se leen pasajes como los siguientes: «En cuanto a Berlusconi… ha de considerarse su papel de director e ideador desde los orígenes del grupo de una actividad delictiva finalizada a una evasión sistemática y científica de caudal excepcional». Se habla de una «organización capilar destinada a la levitación de costes». La acusación concreta aún más el procedicimiento y habla de «13.000 pasajes contractuales en los que estaba dividida la negociación de los derechos de transmisión televisiva de 3.000 títulos de films», que conduce a calcular la cifra de «368 millones de dólares» de «gastos inflados en la cadena de intermediarios ficticios». Berlusconi es calificado como «dominus indiscutible» del grupo y, lo que es más grave, el comportamiento de Berlusconi en el proceso Mediaset sobre derechos de televisión demostraría, según los jueces, una «capacidad natural para delinquir».
Penalmente no se sabe en qué quedará la sentencia, pues la sentencia es de primer grado y abogados nunca le han faltado al Cavaliere para las apelaciones. Sin embargo, las consecuencias políticas y económicas del fallo son considerables. En primer lugar, en tiempos de dictadura de la prima de riesgo, la imagen de Italia sale otra vez gravemente dañada: la sentencia afirma que Italia estuvo gobernada por un notable evasor fiscal con capacidad natural para delinquir. En segundo lugar, Silvio Berlusconi se ve obligado a no salir del juego político, pues peligra su libertad, y peligran sobre todo sus empresas. Nada más conocerse la noticia el título Mediaset perdió más de un 3%, lo que sería el último hachazo a una decadencia de su emporio que viene arrastrando desde 2010 al menos. En 2005 el título costaba entre 9 y 10 euros; el viernes, después de la sentencia, tan solo 1,33 euros.
El No Monti day fue, por tanto, doble. La vuelta a escena de Berlusconi supone un problema para Monti, que ahora ve un oponente que ataca el Pacto Fiscal europeo, acusa a Merkel y Sarkozy (y los bancos alemanes) de su asesinato político, y recupera hits de su populismo mediático como la «dictadura de la magistratura» y la «extorsión fiscal». Silvio Berlusconi es un hombre desesperado, y se defenderá con ferocidad. Hundirá la imagen maltrecha de Italia con tal de salvar sus empresas y salvarse de la justicia. Por eso entró en política en el 1994, y por eso ha vuelto. Desde el periódico de su familia, Il Giornale, lanza hoy un anuncio publicitario de los de siempre: «Adiós a Monti, adiós al IMU (impuesto sobre la casa), adiós a Merkel».
Esta noche se sabrán los resultados electorales de las elecciones sicilianas, que siempre suelen anunciar los vientos nuevos que sacuden la política italiana. Se espera un resultado importante del Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo. Mañana abren los mercados, y la Italia de Monti amanece con convulsiones, chantajeada por Il Cavaliere, con un tejido social gravemente enfermo, seriamente enojado.
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