Recomiendo:
0

Doña Palacios, la pirómana, enciende en la distancia y en su cómoda ubicación todos los fuegos

Fuentes:

Ex Ministra de Exteriores con Aznar y ex vicepresidenta primera del Banco Mundial, con relaciones más que intensas con corporaciones nucleares e instituciones religiosas de conservadurismo rancio y extremo, doña Ana Palacios [AP] es actualmente miembro del Consejo de Estado de España. ¿Cuáles son sus tareas en ese consejo?, ¿de qué aconsejará? Se ignoran las […]


Ex Ministra de Exteriores con Aznar y ex vicepresidenta primera del Banco Mundial, con relaciones más que intensas con corporaciones nucleares e instituciones religiosas de conservadurismo rancio y extremo, doña Ana Palacios [AP] es actualmente miembro del Consejo de Estado de España. ¿Cuáles son sus tareas en ese consejo?, ¿de qué aconsejará? Se ignoran las respuestas.

Doña AP nos regaló el pasado lunes, en el global-imperial-belicista por supuesto, un sesudo artículo [1] que está a la altura de su currículum atómico. Sin entrar en detalles, vale la pena recordar, aparte del título -«Europa, a examen en Ucrania»- y el paso destacado -«El espejismo de que los ucranios iniciaban una nueva era se ha esfumado»-, su compás inicial.

Ucrania, señala doña Palacios, «nos ha inundado y sobrecogido con imágenes fuerza». ¡Imágenes-fuerza! ¿Qué imágenes? «Los manifestantes de la plaza de Maidan de Kiev resistiendo con valentía meses de frío lacerante, embestidas policiales y balas de francotiradores». ¡Resistiendo con valentía! ¿Ha escrito doña AP algo parecido sobre -no estoy comparando- alguna de las movilizaciones populares de la ciudadanía europea (la española no excluida) en estos últimos años? ¿Se ha sobrecogido también con las imágenes-fuerza de los ciudadanos y ciudadanas ocupando las plazas de nuestro país de países?

No es sólo eso. Hay más motivos para explicar sus emociones: «el oro de los accesorios de baño de la opulenta residencia del presidente depuesto Víktor Yanukóvich», nada que ver, por ejemplo, con los signos de riqueza que doña Palacios ha podido observar directamente en la Zarzuela, por ejemplo, y, por otra parte, «Yulia Tymoshenko saliendo de la cárcel en silla de ruedas para dirigirse con voz quebrada a sus compatriotas». ¡El dramatismo de la escena ha llegado al sensible corazón de doña Ana seguramente tal como le llega la situación de pobreza y pobreza extrema de millones de sus compatriotas!

En síntesis, son palabras de la ex BM: «En un momento en que la autoconfianza de Europa atraviesa sus horas más bajas, el arrojo de que han hecho gala los ucranianos para derrocar un sistema político corrompido nos ha recordado cuáles son sus valores fundamentales, que son los nuestros». ¿Los valores morales asociados a la lucha contra la corrupción son los valores de doña Ana? ¿Nos lo podemos creer? ¿Desde cuándo hemos visto a la consejera de Estado arremeter contra la corrupción más que generalizada que asola a España y a su propio partido en uno de los lugares más destacados? ¿Tienen noticias de ello? ¿Se me ha escapado algo?

La cuestión ahora, en su opinión, es qué respuesta va a dar Europa. Este es el punto y aquí hay que ponerse las botas militares. No vale la pena entrar en los comentarios desplegados. Para ver el tono general es suficiente con una muestra: «Ni siquiera alcanza las tímidas propuestas formuladas la semana pasada por el antiguo asesor de Seguridad Nacional de EE UU, Zbigniew Brzezinski, centradas en el establecimiento de sanciones financieras o la revisión del estatus de Rusia en la Organización Mundial de Comercio.» O esta otra: «La UE carece en la actualidad de la experiencia y conocimiento que EE UU acumuló durante las décadas en las que se erigió como potencia hegemónica internacional. Esta deficiencia quedó patente en noviembre pasado, cuando la UE ofreció a Ucrania un acuerdo de asociación que no tenía en cuenta la vulnerabilidad financiera del país. Ello permitió al presidente de Rusia, Vladimir Putin, implicarse de lleno, y obligar a Yanukóvich a sabotear el acuerdo a cambio de una promesa de 15.000 millones de dólares en préstamos y subsidios a la energía.»

Eso sí, el compás final no tiene desperdicio: «En este contexto, si dejamos que viejos conflictos y rivalidades persistan, y determinen la política, las imágenes que irán emergiendo de Ucrania progresivamente contrastarán con las esperanzas de la plaza de Maidan, y nos retrotraerán a las que vimos en 2008, 1979, 1968 o 1956». Doña Palacios está hablando, como clásica militante anticomunista, de Polonia, Checoslovaquia y de Hungría.

Y se despide con un «argumento». Premisa 1. «La comunidad internacional debe lograr un equilibrio entre la necesidad de que Ucrania no se convierta en objeto de una lucha de poder, y el imperativo de frenar las deletéreas ambiciones de Putin.» (sólo de Putin como pueden ver) Premisa 2: «El conflicto de Ucrania entraña una realidad crítica: la comunidad atlántica y Rusia se necesitan mutuamente». Por lo tanto, aquí parece abrirse una inferencia, «es urgente que los EE UU y Europa hagan saber a Putin que no le dejarán las manos libres en Ucrania.» ¿Se colige la conclusión de las premisas apuntadas? ¿Qué añadidos belicistas están implícitos en el «argumento» de doña Palacios?

 

PS. Menos mal que nos quedan otras aproximaciones imprescindibles. Las de Poch de Feliu por ejemplo. El gran periodista de La Vanguardia señala por ejemplo: «Mientras el partido de la no violencia y de una independencia nacional con intensas y amistosas relaciones con Rusia es claramente mayoritario en el país, según la última encuesta disponible…» También: «En la capital, donde desde hace una semana hay un gobierno pro occidental a todos los efectos (UE, OTAN y FMI), se percibe desencanto. Creían tener todo el poder y se reconocen débiles. No solo por lo de Crimea». Ucrania pide a gritos un acuerdo concluye. «Un 68% quiere que Ucrania y Rusia sean países independientes pero amigos, con fronteras abiertas y sin aduanas, según la última encuesta disponible. Un 12,5% prefiere reunificación con un único estado (en Rusia lo quiere un 16%), y un 14,7% quiere que los dos países mantengan relaciones normales, es decir con fronteras, visados y aduanas estrictas». Los radicales, escribe Poch, son clara minoría pero determinan la situación.

En otra de sus aproximaciones de estos días señalaba: «Desde la misma disolución de la URSS (1991) y la siguiente independencia de Ucrania, todas las encuestas de opinión han ofrecido una mayoría de ucranianos hostiles al ingreso de su país en la OTAN. Esa realidad, así como una mínima atención a los intereses de seguridad de Rusia (ese país existe, tiene fronteras e incluso intereses comerciales con sus vecinos, que no pueden reducirse a «imperialismo»), habrían aconsejado un estatuto de neutralidad para Ucrania, pero a base de dinero, influencias, inversiones en medios de comunicación y «centros de estudios estratégicos independientes», compra de magnates y operando siempre sobre la identidad nacional (antirusa) de un sector minoritario del pueblo ucraniano, mayormente del Oeste del país, el asunto se ha forzado» como es evidente. En la última Conferencia de Seguridad de Munich, «el gran cónclave euro-atlántico anual de halcones militaristas, el Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, dijo que «Ucrania tiene que tener la libertad para elegir» si entra o no en la OTAN». «Habría sido mucho más sabio decir, «Ucrania eligió el no alineamiento y nosotros lo respetamos», observa el comentarista de The Guardian Jonathan Steele, un veterano ex corresponsal en Moscú, nos recuerda Poch de Feliu. 

Notas.

[1] http://elpais.com/elpais/2014/03/02/opinion/1393784044_054712.html