Parafraseando el titulo de ese interesante libro que escribiera Vladimir Ilich Lenin en mayo de 1904, referido a los avances y retrocesos de la Social Democracia Rusa en esos aciagos años, podríamos sostener, guardando todas las distancias del caso, que en nuestro país el Gobierno de Ollanta Humala ha dado dos pasos adelante, pero varios […]
Parafraseando el titulo de ese interesante libro que escribiera Vladimir Ilich Lenin en mayo de 1904, referido a los avances y retrocesos de la Social Democracia Rusa en esos aciagos años, podríamos sostener, guardando todas las distancias del caso, que en nuestro país el Gobierno de Ollanta Humala ha dado dos pasos adelante, pero varios atrás. Veamos.
La aprobación de la Ley Universitaria, un instrumento orientado a enfrentar y combatir la ola de corrupción que abate la Cátedra, cuando se concibe la educación como una mercancía y objeto de lucro; constituye un paso adelante.
Más allá del articulado de la ley, está el sentido de la misma cuando pululan «centros académicos» de papel en los que pequeñas camarillas sedientas de Poder y riqueza acumulan fortunas que luego derivan hacia otros predios, para envilecer aún más la política. Ejemplos sobran y no tiene siquiera caso mencionarlos.
Las declaraciones de Alberto Fujimori, que ha calificado la norma recientemente aprobada como una suerte de «engendro velasquista» y la opinión de Alan García en el sentido de considerarla «una criminal expresión chavista»; resumen el punto de vista de la Mafia en torno al tema, pero, además, constituyen una muy clara advertencia a los núcleos estudiantiles que, víctimas de la desinformación y el prejuicio, se sumaron a un enfrentamiento poco consistente, y que estaba ciertamente digitado por los Rectores de las Universidades Privadas y Públicas.
Otro acierto ha sido la licitación referida a la construcción del Gasoducto del Sur, un caro anhelo de las poblaciones, y que servirá para abaratar significativamente el precio del gas de uso doméstico, y alentar el desarrollo y la industrialización de zonas secularmente deprimidas en el país.
La «pataleta» del denominado «Consorcio Gasoducto Peruano del Sur», integrado por conocidas empresas ligadas al Gran Capital norteamericano como Sempra, Techint, TGI y GDF Suez; no tiene que ver con las necesidades nacionales sino con la pérdida financiera que habrá de sufrir ahora que la adjudicación de la obra ha sido concedida al grupo brasileño Odebrecht y su socio español Enegas. La ira de Aldo M. en torno al tema, es elocuente, pero además patética.
Estos «pasos adelante», sin embargo, aparecen negados por varios pasos atrás, dados en áreas sensibles de la vida nacional y que comprometen severamente el rumbo futuro del proceso peruano.
Debemos aludir, en primer lugar, a la displicencia mostrada por el gobierno peruano con relación a la reciente «Cumbre de los 77 + China» celebrada en Bolivia. Era esa, una brillante oportunidad para que, en un calificado escenario mundial, el gobierno peruano ratificara una voluntad progresista y una lucha orientada a consolidar la unidad continental en términos liberadores.
Nada de eso ocurrió, y el Presidente Humala cometió el desatino extremo de ausentarse del evento en la circunstancia en la que debió haber hecho uso de la palabra. Se perdió así, la posibilidad de exponer puntos de vista de orden patriótico, pero además expresar nuestra más legítima solidaridad con Argentina, hoy jaqueada por «fondos buitres» manipulados desde Washington.
Este «desplante» a la cita, que constituyó adicionalmente un inmerecido agravio al gobierno de Bolivia, no hizo sino reflejar un indebido y peligroso «malestar», que registra la administración peruana, con relación a UNASUR, la vigorosa Unión de Naciones de América del Sur, un sistema económico y político muy completo, y digno del mayor respeto.
Si al hecho le sumamos el inusitado entusiasmo con el que el mandatario peruano concurre a las cada vez más frecuentes reuniones de la llamada «Alianza del Pacífico«, tendremos una visión más clara del tema. Todos sabemos por cierto que esa «comunidad» de naciones que involucra Chile, Perú, Colombia y México, tiene intereses propios, pero es usada por la Casa Blanca como sensible «contrapeso» a la influencia creciente de los gobiernos más progresistas de nuestro continente.
Sumarse a ello, no solamente no es aconsejable desde el punto de vista de nuestros intereses nacionales; sino que adicionalmente implica «tomar distancia» de nuestros aliados naturales «del otro lado de América» donde crecen y se desarrollan mejor las tendencias más avanzadas del continente.
Estos hechos han estado probablemente ligados a los cambios operadores en la Cancillería. La sustitución de Edda Rivas en el portafolio, por un diplomático de carrera que fuera, en su momento delegado del Perú ante el Acuerdo del Pacífico, y más recientemente embajador en China, país interesado en el incremento de la cooperación comercial Asia-Pacífico; resulta indicativo. El nuevo titular de Torre Tagle también fue Vice Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Alan García, lo que explica la satisfacción que su nombramiento ha causado en ciertos círculos de la política interna.
Hay que considerar que esta «Alianza del Pacífico» constituye una herramienta ideada por el gobierno norteamericano, y fue puesta bajo la influencia concreta de Colombia en los años del «uribismo» en ese país. Hoy, el «uribismo» ha sido vencido y la administración Santos ha procurado un acercamiento a los sectores más progresistas a fin de consolidar su victoria comprometiéndose a asegurar la paz para ese país agobiado por más de cincuenta años de guerras intestinas.
Es probable que en los planes del Imperio se maneje hoy la posibilidad de que Lima asuma la conducción del grupo, con los mismos propósitos de antes desde Bogotá. Y eso, Humala debiera intuirlo.
La reciente votación peruana en Naciones Unidas al lado del gobierno norteamericano, contra una moción orientada a proteger el Medio Ambiente y la Ecología que depreda el Imperio; complementan este funesto «cuadro» que desdibuja sensiblemente el rostro del Perú en el hemisferio.
Y es que resulta enteramente posible que, luego de las elecciones en Chile, que consumaran la derrota de la derecha tradicional y el avance del escenario colombiano, la administración Obama juzgue más útil a su causa atraer a Humala a sus predios, independientemente incluso de lo que piensen aquí los aliados del Imperio.
Porque aquí, los que odian el proceso liberador latinoamericano y detestan por eso a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina y otros países; son los mismos que detestan también a Ollanta Humala, y no soportan su gobierno.
Si alguien tiene un ápice de duda en la materia, basta que lea el editorial de «Perú 21ª correspondiente al martes 1 de julio. Allí, con el mayor desparpajo, se alude al gobierno de Humala diciendo literalmente que «pasará a la historia de nuestro país como uno de los gobiernos más turbios y desvergonzados que hemos conocido».
No debiera incubar Ollanta Humala, entonces, ninguna «ilusión» respecto a lo que será en los meses venideros la conducta de la Mafia. Ella, y el Imperio, se la tienen ya jurada. Y nada los hará cambiar.
Los esfuerzos por lograr un «cambio» de rumbo en la administración peruana, implican peligrosas concesiones; y claros pasos atrás, que deben ser marcados a fuego.
Recientemente, y gracias a la prensa extranjera, supimos que el ministro de Defensa del Perú estuvo en Miami en entrevistas con su «par» norteamericano. Aquí no se dijo nada de eso. Pero ese acercamiento, no es gratuito, como tampoco lo es el conjunto de visitas que ha hecho este año al Perú, el Jefe del Comando Sur de los Estados Unidos. ¿Habrá venido en busca de algo? Finalmente también eso quedará en evidencia.
Dar dos pasos adelante, es bueno; pero varios pasos hacia atrás, resulta más que peligroso. El abismo está muy próximo.
Gustavo Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera: http://nuestrabandera.lamula.
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