Que América Latina es tierra de despreciados, humillados, pobres, perdedores, militares y abogados, dictadores civiles o uniformados, es la vieja historia que nos enseñan en la escuela y el colegio, nos enseñan que todos perdieron y que por lo tanto estamos condenados a ser unos perdedores, y estamos condenados por los siglos de los siglos, […]
Que América Latina es tierra de despreciados, humillados, pobres, perdedores, militares y abogados, dictadores civiles o uniformados, es la vieja historia que nos enseñan en la escuela y el colegio, nos enseñan que todos perdieron y que por lo tanto estamos condenados a ser unos perdedores, y estamos condenados por los siglos de los siglos, y de esa nuestra condena viven los nortes de un lado y los nortes del otro.
Nos enseñan que todo eso es natural, tan natural como tomar agua, darnos la mano, almorzar, cenar o hacer el amor.
Nos enseñan que es racional, pues los nortes llevan la ventaja de la civilización y la ilustración, la ciencia y la cultura, los sures cargan en sus espaldas la tribulación de ser sures.
Además nos enseñan que -y esto está científicamente confirmado por ellos mismos-, que los sures carecemos de cerebros preparados para las democracias, lo repitieron insistentemente todos los gobiernos que vieron nacer nuestras independencias y que gobernaron a lo largo del siglo XIX. El positivismo cuya correlato político era el liberalismo en los inicios del siglo XX, señaló con metódico desprecio, que los indios teníamos que desaparecer por muerte natural o por muerte preparada para que pareciera natural y acabaron asesinando indios de tal modo que todo el mundo se daba cuenta que el asunto no era natural sino político.
Nuestra memoria, aprendida a lo largo de doce años de estudio, repite como costumbre esa historia del autodesprecio: «no podemos», «no se puede», «no creo que se pueda», son las palabras que encubren esa educación infame e infamante, colonial y colonizante, patriarcal y patriarcalizante.
Es una educación del miedo que rinde su tributo al dios del miedo, pero es un dios del miedo que le da ventajas al dios dinero. El círculo de los dioses comienza con el miedo y da vuelta con el capitalismo, por medio se encuentra del dios colonial y a su lado el dios patriarcal. Con estos dioses se nos entrena diariamente, a lo largo de doce años escolares.
Es -en todo caso- un modelo de tortura que reproduce con eficiencia nietzchana, la nemotecnia del dolor. Friedrich Nietzche solía decir que solo aquello que no cesa de doler se queda grabado a sangre y fuego en la memoria.
El miedo como nemotécnica es la forma en que la historia nos entrena en la vida escolar, para que fracasemos con fracaso permanente y obstinado.
Contra ese modelo, Las Venas Abiertas de América Latina, constituye un ejemplo de mirarnos en serio y sin miedos, «ni leyenda rosa ni leyenda negra» lo dijo Galeano con toda lucidez en los noventa a punto de celebrarse los 500 años de la invasión.
La historia de nuestras escuelas es hoy un lugar donde la memoria constituye ejercicio político para comprender la realidad y saber que su transformación es posible, dejo de ser ese lugar donde se acumula conocimientos de muertos, sobre muertos y para muertos.
La historia ya no es el cementerio donde acudimos para aprender nuestra tragedia y saber que tenemos que repetirla para repetir teatralmente y de modo magistral el fracaso.
Hoy la historia en Bolivia, es el lugar donde se hace ejercicio político del «Quip nayra uñtasis sarnaqapxañani», mirar atrás para transformar adelante, como dirían los abuelos para aprendizaje de indios levantiscos y rebeldes y de cuyas raíces proviene esta revolución, una de las tantas que hoy se dan y se vienen por el mundo.
La visita de Eduardo Galeano es una celebración después de casi siete años, podemos decirle al compañero, camarada y hermano, feliz estadía en un pedazo de planeta donde sus libros dejaron de ser libros para convertirse en armas de lucha antiimperialista, anticapitalista y principalmente anticolonialista.
Es una visita además, que nos recuerda, que «el socialismo no ha muerto, los funerales se equivocaron de difunto» (Galeano dixit 1991), un año antes del golpe militar rojo de Hugo Chávez, tres años antes de la revolución zapatista en el México de Emiliano Zapata, anuncios de lo que se venía por el siglo XXI: socialismos de todos los colores, pero socialismos al fin y al cabo.
Socialismos que le han perdido el miedo al imperialismo y a todos sus patios traseros.
Ya no son cinco siglos igual, otro tiempo es el presente…
Idón Moisés Chivi Vargas es Director General de Estudios y Proyectos – Viceministerio de Gestión Comunicacional – Ministerio de Comunicación- Bolivia
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