Seis policías franceses y un vendedor de pistolas eléctricas fueron acusados de espiar a Olivier Besancenot, portavoz de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) francesa. Besancenot se había opuesto al uso de esas armas.
La realidad supera toda forma de ficción porque la inspira. Nadie hubiese imaginado, hace unos meses, que el director local de una multinacional norteamericana que fabrica armas y una media docena de policías franceses estarían hoy inculpados por la Justicia por haber ordenado y organizado el copioso espionaje del líder de la extrema izquierda francesa, Olivier Besancenot. La historia es digna de una producción de pantalla grande y tiene como trasfondo la confrontación entre Besancenot, portavoz de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y próximo dirigente del Nuevo Partido Anticapitalista, y Antoine Di Zazzo, director de la empresa que distribuye en Francia la tan famosa como controvertida pistola eléctrica Taser, SMP Technologies. Esa arma, cuyo grado de nocividad es objeto de múltiples debates, equipa hoy la policía municipal francesa, la Gendarmería y la Policía Nacional -concretamente el modelo Taser X 26, también utilizado en los Estados Unidos-. Cuando las autoridades francesas anunciaron que la pistola de impulsos eléctricos iba a ser utilizada por las fuerzas del orden muchas voces se levantaron para impugnar esa decisión. Entre ellas estaba la del dirigente trotskista.
Durante la campaña para las elecciones presidenciales de 2007, Olivier Besancenot denunció el peligro que representaba un arma que, según él, era responsable de la muerte de 150 personas en los Estados Unidos. Ello dio lugar a una querella contra el líder trotskista presentada por el distribuidor francés de la pistola Taser. A partir de allí se despliega una notoria trama de burdo espionaje de Besancenot, en cuyo desarrollo intervienen el director de la distribuidora francesa, Antoine Di Zazzo; una oficina de detectives privados dirigida por Gérard Dussaucy, ex comisario de la policía judicial y antiguo miembro de los servicios de inteligencia; un agente de aduanas, Roland Minard, y otros seis policías. Todos estos miembros de las fuerzas del orden están hoy inculpados, junto con Di Zazzo. Los policías están bajo la sospecha de haber transmitido informaciones sobre Besancenot oriundas de los ficheros policiales. La compañera, el hijo, el auto y hasta las cuentas bancarias del carismático líder trotskista fueron espiados a cuenta del distribuidor de la pistola de impulsos eléctricos.
Según reveló hace unos meses el semanario L’Express, entre octubre de 2007 y enero de 2008, la vida de Besancenot fue disecada horas tras hora: espionaje telefónico, control de las cuentas bancarias, seguimiento en la calle, toma de fotografías a distancia, supervisión de sus horarios personales y los de su familia. El informe de ese celoso seguimiento fue a parar a las oficinas de Taser en Francia. La denuncia del semanario francés, que presentaba extractos del informe, desencadenó una acción judicial impulsada en mayo por Olivier Besancenot bajo el rótulo de «Violación de la vida privada, de los derechos de las personas resultante de ficheros y datos informáticos, y del secreto profesional». La investigación concluyó con todos los implicados en el banco de los acusados.
En esta jugosa historia de complot se mezclan los intereses del lobby de las armas, los intereses económicos, los secretos profundos del mundo político y las desviaciones de las prácticas policiales. Según narra L’Express, los espías, en su informe, anotaron la dirección del jardín de infantes donde está escolarizado el hijo del político, su nombre, su edad y hasta sus costumbres. La compañera de Besancenot, llamada en el documento «el objetivo», fue seguida a cada momento. Otra nota confidencial transmitida a la empresa Taser menciona los números de las cuentas bancarias de la pareja y el saldo de ellas. Las investigaciones establecieron que esos datos pudieron ser obtenidos a partir de un fichero de exclusivo uso policial llamado Ficoba. Allí interviene la colaboración de miembros de la policía en servicio con la agencia de detectives privados, a la cual le suministraron los datos. De esa misma manera intervinieron otras administraciones policiales, cuyos funcionarios, hoy descubiertos, están también inculpados. La policía estableció rápidamente el vínculo entre SMP Technologies-Taser, su director, Antoine Di Zazzo, y la oficina de detectives privados de Gérard Dussaucy. Los investigadores encontraron en la oficina de Di Zazzo copias del informe sobre Besancenot así como huellas de giros bancarios efectuados por la empresa al detective. Di Zazzo pagó unos de 4000 euros a la empresa de Dussaucy por los servicios prestados.
Antoine Di Zazzo es un lobbysta aguerrido que no duda en llevar ante la Justicia a quienes osan criticar su pistola. El modelo Taser X 26 arroja una descarga eléctrica de 50 mil voltios. Taser Francia coleccionó los procesos contra las organizaciones de defensa de los derechos humanos. Taser llevó a los tribunales a la mismísima Amnistía Internacional por haber publicado en su portal de Internet un informe sobre la pistola. Amnistía afirma que desde el año 2001 la pistola Taser causó la muerte de 290 personas. Besancenot se apoyó en el informe de la ONG para advertir sobre el peligro del Taser X 26. Ello le valió la primera querella. Las impulsiones eléctricas de las prácticas ilegales se volvieron contra él. Los cargos que pesan contra Di Zazzo y sus cómplices son extensos: «Violación de secreto profesional, acceso fraudulento a un sistema de tratamiento automatizado de datos, desvío de la finalidad de los datos, divulgación intencional de datos confidenciales». La resolución del caso aporta una prueba tangible a quienes, sobre todo en la extrema izquierda, están convencidos de que el complot es la segunda dimensión de la existencia.