La palabra vasca askatasuna significa “libertà” en italiano. Para los y las vascas es un honor y a la vez un reto ver cómo uno de los centros autogestionados más importantes de Italia lleva como emblema significante nuestra askatasuna, palabra cargada de significado revolucionario para toda nación trabajadora que luche por su independencia obrera. Es un reto porque el ataque fascista contra el centro turinés Askatasuna nos plantea la necesidad de ayuda revolucionaria directa e inmediata a ese centro tan admirado, y simultáneamente porque esa ayuda también empieza por multiplicarlos en nuestra Euskal Herria.
El gobierno neofascista de Roma ha asaltado el centro social autogestionado Askatasuna de Turín, ciudad industrial y obrera muy importante en la historia de la lucha de clases en Italia incluso antes de que los consejos obreros turineses de 1919-1920 confirmasen una vez más el papel de la autoorganización obrera y popular en el desarrollo del marxismo. Bajo el fascismo, la Turín obrera se organizaba clandestinamente y abril de 1945 los partisanos liberaron la ciudad y también Milán. El antifascismo popular estaba arraigado en las clases trabajadoras turinesas, se mantuvo fuerte hasta finales de los ’80 creando redes sociales de autogestión en locales recuperados. El debilitamiento de las izquierdas a finales del siglo XX también afectó a estas experiencias de contrapoder popular, pero no pasó mucho tiempo para que se iniciara una recuperación lenta.
Con la nueva oleada de lucha de clases y antiimperialista que parece que se vislumbra en el horizonte tiñéndolo de rojo con vientos de libertad, el antifascismo se reorganiza en respuesta a las represiones crecientes, al encarecimiento de la vida y al empobrecimiento, a la militarización y a la guerra, al desastre socioecológico, etc. El centro autogestionado Askatasuna era una conquista muy importante para extender esta reactivación, por eso quieren destruirlo de raíz, quieren impedir que renazca con más fuerza en otro local recuperado y autogestionado. ¿Qué peligros ve ahora mismo el capital en Askatasuna en concreto y en general en ese proceso que avanza de la mera resistencia a la construcción de movimientos populares que quieren coordinar e integrar autogestión, cooperativismo socialista, comunalismo, colectivos de formación e información crítica, sindicalismo sociopolítico y organizaciones militantes insertas en él, etc.?
Más aún: ¿Qué peligros ve el capital cuando esa coordinación se guía con la brújula política orientada hacia la toma del poder, la construcción del Estado comunal y la socialización de las fuerzas productivas? Vamos a ver los cuatro peligros para el orden burgués que fuerzan a esta clase a reprimir a los centros autogestionados. Son estos: autoorganización, autogestión, autodeterminación y autodefensa. Es cierto que los cuatro están conectados internamente por la misma lucha diaria formando una unidad, pero también es cierto que debemos exponerlos en este orden porque la experiencia lo enseña así.
El primer peligro es la autoorganización porque el pueblo da el primer paso de juntarse, de debatir, de organizarse él a sí mismo para liberar un local, recuperarlo. El capital siente el peligro de que esa autoorganización se extienda a otras reivindicaciones cuando el pueblo obrero recupera un centro social privatizado por la burguesía, lo reconquista y libera rompiendo la dictadura burguesa de la propiedad privada. Este primer peligro consiste precisamente en que la clase dominante es consciente de las amenazas que para ella, para su poder, se abren gracias al efecto pedagógico de dicha conquista obrera. La burguesía ve cómo poco a poco se deteriora un pilar central de su poder: la propiedad privada; ve cómo ese deterioro puede acelerarse si la izquierda revolucionaria intensifica, organiza y extiende la reconquista de propiedades requisadas al capital que pasan a la clase trabajadora que se autoorganiza para hacer de esos espacios liberados espacios de contrapoder popular básico e inicial, sometido a todas serie de amenazas y presiones pero aun así decidido no sólo a sobrevivir sino sobre todo a expandirse creando redes con otros espacios.
La libertad es contagiosa y la represión, el miedo y la alienación, además del reformismo, son las formas que tiene el poder explotador para cortar de raíz ese contagio, para lograr que lo pueblos acepten la opresión y renuncien a su libertad. Cuando un grupo militante expulsa a la burguesía de un espacio privatizado, socializándolo, demuestra que asume el principio básico de la autoorganización popular: actúa fuera y en contra de la ley de la propiedad privada que regula la totalidad de la existencia social. La autoorganización social está presente cuando actúa en contra y fuera de esa ley dominante que reprime cualquier posibilidad de vida libre al margen de ella y contra ella. Los centros sociales recuperados muestran que esa autoorganización es posible, que es posible actuar y pensar de manera contraria a la sumisión obediente hacia la propiedad privada.
Aquí llegamos a segundo peligro para el capital: el de la autogestión. La autoorganización que ha liberado el espacio recuperado de, por ejemplo, Askatasuna, se sostiene sobre la capacidad diaria de autogestión del propio espacio social reconquistado: el pueblo autoorganizado se gestiona a sí mismo, se organiza a sí mismo, no depende de la ley del gregarismo borreguil del rebaño obediente al capital sino de la decisión libre y crítica del colectivo que se gestiona a sí mismo. Y es que la autoorganización exige indefectiblemente la autogestión social generalizada en esa área concreta emancipada, la que fuera. Ninguna autoorganización sobrevive un tiempo si se somete a los dictados de la ley del capital, de la banca, de las instituciones burguesas y menos aún de su Estado.
La burguesía sabe por experiencia que la autoorganización y la autogestión enseñan al proletariado rudimentos de la futura sociedad socialista a pesar de todas sus deficiencias y limitaciones al estar dentro del orden del capital. Un colectivo que se gestiona así mismo contraviniendo la ley del mercado, aprende mal que bien los rudimentos del futuro poder obrero, y aunque más adelante las represiones aplasten ese u otros intentos y aunque el reformismo haga lo imposible por borrar su memoria en el pueblo, éste puede conservar ese recuerdo y más cuando la izquierda lo mantiene vivo gracias a esfuerzos diarios como los de los centros autoorganizados y autogestionados, como el de Askatasuna.
Llegamos así al tercer peligro para la burguesía: la autodeterminación. Esta consiste en que las luchas sociales que han llegado a estos niveles de desarrollo generan también procesos permanentes de autodeterminación porque deben decidir ellas mismas en todo. Aunque la decisión propia está también en la autoorganización y en la autogestión, este tercer peligro se extiende a cada vez más aspectos de la realidad porque el desarrollo del centro social va impactando cada vez más en la vida del barrio, de la vecindad popular, de grupos y colectivos que recurren al centro social para recibir ayuda, de sindicatos y organizaciones no reformistas que se integran en las redes sociales que facilitan los contactos, los debates, las propuestas y, lo decisivo, su puesta en marcha, su práctica.
La autodeterminación, que ya está dada inicialmente en la autoorganización y en la autogestión, termina superando las paredes del centro social para facilitar que otros colectivos también se determinan por ellos mismos no sólo en las áreas y reivindicaciones en las que se mueven, sino también en otros problemas que se conectan con los suyos. La clase obrera, con todas sus expresiones y formas internas, va aprendiendo a decidir por sí misma en esas cuestiones, a determinarse por sí misma en sus problemas porque ve el ejemplo del centro social autogestionado y comprende que solo el pueblo salva al pueblo.
El cuarto y definitivo peligro para la burguesía, en sí mismo el central, es el de la autodefensa del centro social autogestionado. Una vez más tenemos que insistir en que si bien las cuatro facetas forman sólo una, que cada una de ellas se interpenetra con las tres restantes creando una unidad concreta, y que la mejor defensa empieza en el buen desarrollo de las otras tres, si bien esto es cierto, lo decisivo es que el centro autogestionado tenga la fuerza y el apoyo popular suficiente como para persuadir a la burguesía de que no intente cerrarlo.
La autodefensa debe recurrir a todos los medios posibles, además de lo ya visto: también los medios legales aconsejados por colectivos de abogados críticos, también los medios de presión pacífica y no violenta de acción de masas movilizadas en defensa del centro social, también formas no violentas de presión en movilizaciones específicas dentro de la totalidad autogestionada… No debemos menospreciar la importancia defensiva de la información y educación pública veraz que realiza el centro mostrando lo que hace para hundir las mentiras y la propaganda contrarrevolucionaria. Cuanta más legitimidad adquiera el centro social más capacidad defensiva tendrá y menos legitimidad tendrá la burguesía para justificar sus ataques. Y en esta legitimidad obrera ha de tener crítica importancia el derecho/necesidad a la resistencia, a la violencia defensiva contra la violencia injusta, opresora, explotadora.
Aun así, la autodefensa decisiva es la que se inscribe en una visión estratégica de largo alcance, la que sabe que se libra una guerra social entre la propiedad privada y la propiedad socializada, y que en esta guerra social permanente lo decisivo es que la clase trabajadora vaya conquistando más centros autogestionados de los que logra destruir la clase burguesa. Quiere esto decir que cada centro social ha de autoorganizarse para, si lo cierra el Estado, de inmediato aparezca otro u otros centros, es decir ha de guiarse por el principio estratégico del Ché Guevara: crear uno, dos…, muchos Vietnam. La autodefensa de un centro concreto es en sí misma un principio incuestionable, pero, como decimos, desde una perspectiva estratégica revolucionaria, lo fundamental es que cada vez haya más Vietnames.
El centro social Askatasuna de Turín expresa magistralmente el cuádruple peligro para el capital que supone el contrapoder obrero en su forma de centro autogestionado, porque, en síntesis, de eso es de lo que se trata. El contrapoder obrero consiste en las formas organizativas construidas por el proletariado que, en su campo de intervención, logran contener durante un tiempo el poder burgués e incluso logran derrotarlo en batallas puntuales hasta que contraataca el Estado capitalista. Formas elementales de contrapoder obrero son, por ejemplo, las empresas recuperadas, las asambleas estables que resisten durante un tiempo, los sindicatos sociopolíticos y las organizaciones de vanguardia que luchan abiertamente contra la propiedad privada, los medios de difusión crítica que se coordinan en red, los centros sociales autogestionados, etcétera.
Son contrapoderes porque en sus áreas específicas pueden llegar a tener la fuerza suficiente como para derrotar a la burguesía conquistando sus reivindicaciones justas u obligarle a negociar con el colectivo afectado. En la lucha de clases, los contrapoderes aumentan en la medida en que el pueblo obrero incrementa su conciencia y organización, abriendo más y más frentes de batalla en la guerra social. Lo que ocurre es que el reformismo oculta y boicotea decididamente la existencia real de contrapoderes ya que sólo acepta la negociación claudicante dentro del laberinto legal capitalista. Por su parte, la burguesía los reprime con todo lo que tiene. La apreciable capacidad movilizadora del centro Askatasuna ha actuado frecuentemente como contrapoder popular, y esta ha sido la razón definitiva para intentar destruirlo: el capital sólo admite un único poder, el suyo propio, ningún otro más. Había que destruir Askatasuna, sus logros y lecciones para impedir que surjan más y más Askatasunas.
EUSKAL HERRIA, 26 de diciembre de 2025.
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