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El caso DSK, revelador de la descomposición intelectual, moral y política de la izquierda

Fuentes: Lemonde.fr

Si, en la vertiente americana del «caso DSK», los rituales previos sobre la «presunción de inocencia» y sobre el respeto a la «presunta víctima» han sido formalmente repetidos, numerosos comentaristas, lo más frecuentemente de forma implícita, apenas han considerado la doble calidad de «acusado» y de «denunciante» de los dos protagonistas. Sin embargo esta doble […]

Si, en la vertiente americana del «caso DSK», los rituales previos sobre la «presunción de inocencia» y sobre el respeto a la «presunta víctima» han sido formalmente repetidos, numerosos comentaristas, lo más frecuentemente de forma implícita, apenas han considerado la doble calidad de «acusado» y de «denunciante» de los dos protagonistas. Sin embargo esta doble calificación debería ser válida aún hoy, tanto por otra parte en lo que concierne a las acusaciones en los Estados Unidos de Naffisatou Diallo como las de Tristane Banon en Francia, deseando que, en los dos casos, procesos equitativos puedan llegar hasta el final. Muchos comentarios se han así precipitado en un sentido, luego en el otro, en una lógica de marionetas de la inmediatez, poco provistos de espíritu autocrítico. Es en un clima así, de sobreproducción de comentarios imprudentes, en el que muy en particular se han metido las izquierdas, a causa de sus debilidades.

Desde el comienzo, han tenido éxito en Internet increíbles teorías del complot, con la bendición desconcertante de dirigentes socialistas. Parece esclarecedor introducir aquí una distinción entre «los complots», susceptibles de dar cuenta de aspectos de la realidad, y «las teorías del complot», erróneas desde el punto de vista de los grandes pensamientos críticos. Ciertamente la historia humana no escapa a las manipulaciones ocultas (y, además de la violación, una de las eventualidades en la parte americana del «caso» consistiría en una vulgar estafa). Sin embargo, las teorías del complot pretenden más: que potencias supuestamente omniscientes (como Sarkozy/Putin) de ramificaciones omnipresentes (los servicios secretos franceses y/o rusos, el grupo Accor, la policía de Nueva York, etc.) tiren en la sombra de casi todos los hilos de lo que ocurre, sin lugar para el azar histórico, ni para la pluralidad de las lógicas.

Los trabajos de las ciencias sociales han invalidado frecuentemente este esquema teniendo en cuenta diferentes aspectos:

– Estructuras sociales (relaciones de clase, de género, coloniales y postcoloniales, etc.) marcarían de forma no necesariamente consciente los comportamientos humanos;

– Dinámicas no intencionadas se desplegarían en la acción humana: el resultado del encuentro de intenciones que van en direcciones diferentes en el seno de circunstancias no elegidas tendería a escapar al control de cada uno de los actores en presencia, incluso si éstos producen a menudo efectos desiguales en función de sus recursos respectivos;

– La explicación de un acontecimiento recurriría a varios factores en interacción, y no a uno solo.

Sin embargo, la duda autodevoradora y los sobreentendidos («ya se sabe …») propios a los rumores conspirativos han desbordado en la izquierda una crítica razonada. Es cierto que los medios socialistas se han reforzado poco intelectualmente estos últimos años. ¡Cuando las referencias a Marx y a Jaurès son reemplazadas por escenarios sacados de James Bond y SAS, no se está lejos de alcanzar el fondo de la descomposición intelectual!

Por otra parte, los ojos focalizados en la habitación 2806 del Sofitel de Nueva York han prestado menos atención a lo que, en la exhibición de un poderío sin complejos, no casaba con las definiciones clásicas de la izquierda. ¿No está la izquierda históricamente ligada a la expresión política de las dificultades y de las aspiraciones de los trabajadores en la perspectiva de un reparto radicalmente diferente de las riquezas? Pero entonces, ¿cómo podía haber un consenso tan amplio en el seno de la izquierda oficial para que DSK, por otra parte director general de una institución internacional capitalista que está imponiendo una purga neoliberal al pueblo griego, pudiera ser su mejor representante? ¿Qué diferencias argumentar en este plano con el presidente bling bling du Fouquet’s /1, fuera de los nauseabundos usos electoralistas de los temas de seguridad y de la xenofobia? Instalada en una bruma ética y política así, ¡la izquierda no veía siquiera un problema en que un adversario de clase de los explotados la encarnara! La autoceguera colectiva ha alcanzado aquí su punto máximo de intensidad.

En el seno de la Internet crítica, han aparecido también huellas de confusión intelectual. Para algunos, ¡DSK era culpable porque era rico! ¿Recordamos de las burradas maoístas en Bruay-en-Artois en los años 1970, cuando un notario debía ser culpable porque era notario? Las relaciones de clase son claramente una componente indispensable para una brújula de izquierdas. Sin embargo una brújula así se caracteriza por puntos de referencia generales que aclaran dimensiones importantes del funcionamiento de nuestras sociedades, pero no constituye un bulldozer que aplaste la singularidad insuperable de las personas y de las situaciones concretas.

Una inclinación dogmática análoga ha llegado a zonas del Internet feminista. La crítica de la dominación masculina se presenta igualmente como una componente necesaria de una brújula de izquierdas sin tampoco dictar su ley a la singularidad de las circunstancias particulares. La aportación esencial del feminismo a este debate ha permitido señalar la imposición de estereotipos sexistas en el espacio público. Algunos discursos ha podido, sin embargo, dar a entender que DSK era a priori culpable por ser hombre, aunque una legítima prudencia sobre este punto haya estado también activa en las filas feministas (por ejemplo, en las matizadas intervenciones de Clémentine Autain).

El vacío político actualmente alcanzado por la izquierda institucional se ha manifestado también en el olvido de que el ideal democrático se apoya primero en una lógica ciudadana. Sin embargo se reduce a menudo la democracia a mecanismos profesionalizados de representación que despojan a los ciudadanos. Por consiguiente, la espera del «hombre providencial» se revela frecuentemente decepcionante. ¿No supone la izquierda más bien un reparto radicalmente diferente de los poderes?

El «caso DSK» pone en evidencia que la izquierda está más que nunca por reconstruir. Necesita la reinvención de una brújula que asocie, entre otras cosas, desigualdades de clase, relaciones de género y crítica libertara de la profesionalización política, pero prestando atención a la singularidad de los individuos y de las situaciones como en una cultura intelectual de la perplejidad razonada que se previene frente a los delirios conspirativos.

Notas:

1/ [Se refiere a una fiesta extravagante, hortera y patética en la que unas decenas de «famosos», patronos, deportistas, etc. celebraron la subida al poder de su amigo Sarkozy en el restaurante símbolo de los Campos Elíseos y al libro a que dio lugar].

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Point de vue lemonde.fr 26/07/11

http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article22369

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR