¿Existe algún lugar, algún rincón del mundo donde al ver alguna imagen del guerrillero heroico no se reconozca? ¿Hay algún lugar donde se reivindiquen derechos, se manifieste, se reclame, se proteste, donde no aparezca una representación del Che Guevara? Ernesto Guevara de la Serna es hoy por hoy sinónimo de lucha, de revolución, de cambio, […]
¿Existe algún lugar, algún rincón del mundo donde al ver alguna imagen del guerrillero heroico no se reconozca? ¿Hay algún lugar donde se reivindiquen derechos, se manifieste, se reclame, se proteste, donde no aparezca una representación del Che Guevara?
Ernesto Guevara de la Serna es hoy por hoy sinónimo de lucha, de revolución, de cambio, de justicia, de reclamo por lo justo para y por las masas, las mayorías, de libertad, de conquista, de poder popular, de antiimperialismo, de antiinjerencia.
Por un instante, aquel mediodía del 9 de octubre de hace medio siglo, se creyó que las balas en ráfaga de la ametralladora de un sargento boliviano habían acallado al Che y sus ideas, su cosmovisión de estadista, combatiente al lado de pueblos víctimas de oligarquías e imperios. Ellos, la milicia boliviana, el sargento a las órdenes del coronel, a las órdenes del dictador de turno, a las órdenes del servicio de inteligencia, a las órdenes de la capital norteña, y por órdenes del imperio y su establishment, pensaron que no habría más Che, ni más revolución, ni más reivindicación de derechos por los pueblos, ni más ideas de cambio, ni más combate; y más dictadura y más militarismo, y más opresión, y más imposición. Pensaron en aquel entonces que habían finalmente vencido. Presidentes, Directores de Agencias, Dictadores, militares, militares dictadores, aplicando al pie de la letra sus manuales en inglés de desestabilización de gobiernos legítimos puestos en práctica en los ’50, en los ’60 (y posteriormente…) pensaron que el principio del fin había arribado. Más de uno de aquellos habrá pensado en ese entonces haber ganado la guerra con esa batalla.
Y como la vida va ordenando las cosas y poniéndolas en su justo lugar, décadas después, hubo un sargento por allá por tierras bolivianas que perdió la visión, quedó ciego a causa de una enfermedad ocular llamada cataratas. Su pensión de militar jubilado no le permitía operarse la vista. Y llegó el nuevo milenio. Y llegaron los 2006-2007, cuando un programa de ayuda humanitaria llamada Operación Milagro, puesto en marcha por dos Gobiernos de izquierda latinoamericanos con brigadas de profesionales, médicos igual que el Che -de la misma isla revolucionaria de donde salió el Comandante Guevara para seguir haciendo revolución- llegaron a varios países latinoamericanos. Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Ecuador, Colombia, Venezuela, Argentina, Uruguay, y Bolivia. Y se encontró con un sargento retirado. El de la historia. Apellidado Terán. El mismo a quien el Comandante Che Guevara, un 9 de octubre al medio día hace 50 años dijo: «Póngase sereno Sargento, apunte bien, usted va a matar un hombre».
El Sargento Terán recobró la visión luego de una intervención ocular gracias a una de las brigadas de esa Operación Milagro. Gratis. Ni un centavo. Tal como han sido intervenidos millares de ciudadanos en toda América Latina y el Caribe, gracias a esos médicos, gracias a esos «Ches»; ellos, haciendo suyos los ideales del guerrillero, hoy con más conciencia, más sensibilidad humana.
Millones son los que hoy se valen del pensamiento de Ernesto para seguir adelante en el combate. No hay otro Che, hay millones. La lucha sigue. Y no en Bolivia, Cuba, Argentina… En todo el mundo el Che y su pensamiento viven.
¡Hasta la victoria siempre, Comandante Che!
Pablo M. Medina J. es especialista en Relaciones Internacionales.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.