Desgraciadamente, la guerra civil en Ucrania reúne todas las características para convertirse en un conflicto tan largo y sangriento como el de Yugoslavia. Parece que ninguno de los dos bandos cuenta con suficiente fuerza como para imponerse al otro. Por lo que lo más probable es que se extienda una guerra de desgaste en la […]
Desgraciadamente, la guerra civil en Ucrania reúne todas las características para convertirse en un conflicto tan largo y sangriento como el de Yugoslavia. Parece que ninguno de los dos bandos cuenta con suficiente fuerza como para imponerse al otro. Por lo que lo más probable es que se extienda una guerra de desgaste en la que se corre el riesgo de que surjan episodios de limpieza étnica. ¿Pero cómo se ha llegado a esta situación? En este artículo haremos un repaso de los orígenes del conflicto y los intereses en juego.
Los orígenes de la ruptura
Ucrania vivía en una situación de descontento permanente desde su independencia de la URSS. En dos décadas de independencia e integración en el capitalismo, la calidad de vida en el país estaba por debajo de los niveles durante la época comunista. Para muchos, las causas del desastre económico estaban en la corrupción de los sucesivos gobiernos y la pésima gestión. Además, en la parte occidental del país, vinculada culturalmente con los países orientales de la UE, se percibía como una causa importante de la falta de pujanza económica las relaciones económicas preferenciales con Rusia.
Durante 2004, los «occidentalistas» se agruparon en un frente común denominado el «movimiento naranja». Desarrollaron protestas pacíficas y lograron la celebración de nuevas elecciones que ganaron. Entre 2005 y 2010, un gobierno de coalición occidentalista gobernó el país. Sin embargo, la persistencia del fracaso económico, los escándalos de corrupción y las disensiones entre los diferentes integrantes de la coalición de gobierno derivaron en una ruptura. En 2010, se celebraron nuevas elecciones que ganó el candidato «orientalista», Viktor Yanukovich, con un programa pragmático que acercaba posturas de nuevo con Rusia.
Precisamente, esta política de proximidad con Moscú fue lo que provocó el estallido de las protestas en la plaza Maidan de Kiev en 2013. El gobierno de Yanukovich pretendía rechazar una propuesta de asociación comercial con la UE, en beneficio de una asociación comercial con Rusia. Esta decisión provocó, de nuevo, el aglutinamiento del frente occidentalista en contra del gobierno. A diferencia del 2004, en esta ocasión las protestas desembocaron en graves enfrentamientos violentos con las fuerzas del orden en las que hubo cientos de heridos y decenas de muertos.
La situación de caos en las calles de Kiev provocó la renuncia del presidente Yanukovich y la convocatoria de nuevas elecciones. Sin embargo, la caída del gobierno fue interpretado por sectores de la población oriental de Ucrania como un derrocamiento ilegítimo por medios no democráticos. Recordemos que las protestas contra el gobierno habían sido masivas exclusivamente en Kiev y que Yanukovich había llegado al gobierno con el voto de más de la mitad del censo electoral concentrado en las regiones orientales del país, que eran las principales beneficiadas por la asociación comercial con Rusia. En respuesta al nuevo gobierno de Kiev, algunas de estas regiones han proclamado su independencia y en el caso de Crimea se ha integrado en la Federación Rusa.
Esta divergencia de intereses entre el este y el oeste del país fue la principal causa de la confrontación social. Podemos identificar la ruptura del consenso democrático por parte de los occidentalistas como la principal causa de la deriva de la confrontación social en un choque abierto y violento. Una vez despreciados los procedimientos democráticos, las instituciones perdieron su vigencia y favorecieron la descomposición de la unidad nacional. Además, con el uso de la violencia, se han desbaratado los canales de negociación, por lo que el empleo de la fuerza es la única garantía con la que cuentan los bandos enfrentados para asegurarse el respeto a sus intereses.
El conflicto internacional
Una de las cuestiones más preocupantes acerca de la guerra civil en Ucrania son las repercusiones a nivel internacional que dotan al conflicto de una dimensión mucho más grave que la que tenía el conflicto yugoslavo. Detrás del bando occidentalista se alarga la sombra de EEUU y la UE, mientras que apoyando a los orientalistas se encuentra Rusia. La presencia de estas grandes potencias en la trastienda del conflicto puede impregnar de inestabilidad a todo el sistema internacional. Una escalada en el conflicto puede involucrar militarmente a alguna de estas potencias, con lo cual la guerra civil se transformaría en un conflicto internacional con las posibles repercusiones que esto supone.
EEUU y la UE apoyaron activamente a los manifestantes occidentalistas durante las protestas de Maidan. Posteriormente, se apresuraron a reconocer al nuevo gobierno de transición surgido del derrocamiento de Yanukovich. Por su parte, Rusia invadió militarmente el territorio de Crimea para garantizar su proceso de independencia de Ucrania. Washington y Bruselas condenaron esta acción llevada a cabo por el ejército ruso y no reconocen la posterior integración de esta región en Rusia. De la misma manera, Rusia apoya los procesos de independencia en Donetsk, Lugansk y Jarkhov, mientras que EEUU y la UE apoyan a Kiev en su combate contra los independentistas.
En el momento actual, la UE y el FMI han concedido importantes préstamos al gobierno de Kiev que se encuentra al borde de la bancarrota. Además, Washington y Bruselas han desatado una amplia ofensiva diplomática y comercial contra Rusia con el objetivo de que deje de implicarse en el conflicto. Por su parte, Moscú ha terminado reconociendo al nuevo gobierno de Kiev surgido de las elecciones en mayo de 2014, pero ha suspendido el suministro de gas a Ucrania después de que expirara el plazo para el pago de las deudas acumuladas por Kiev con Rusia por este concepto.
Los intereses ocultos
Tanto las empresas del sector agrícola europeas como las estadounidenses, tienen importantes intereses en la explotación agrícola de las ricas tierras negras ucranianas. Sin embargo, los intereses geo-estratégicos son los únicos que pueden justificar la ruptura del status quo en la región por parte de EEUU y la UE. Ucrania está situada geográficamente entre la esfera de influencia de Occidente (OTAN) y entre Rusia. Esta posición geográfica le otorga una importancia estratégica considerable. La ampliación de la OTAN, con la incorporación de Ucrania, supondría un importante agujero en el dispositivo defensivo ruso.
Las grandes potencias tienen intereses ocultos en esta disputa. Por un lado, Washington persigue desde el final de la Guerra Fría debilitar el poder militar ruso. La estrategia empleada es cercar y debilitar progresivamente a Rusia, aislándola de posibles alianzas políticas y económicas. En el marco de esta estrategia, conseguir arrebatar a Ucrania de la esfera de influencia rusa es un objetivo primordial. Por tanto, EEUU promociona, por todos los medios, la incorporación de Ucrania a la UE y la OTAN.
También están los intereses de la UE con respecto a Ucrania. Por un lado Bruselas presta apoyo a EEUU en su objetivo de cerco a Rusia, ejerciendo su papel de aliado en la OTAN. Por otro lado, la UE puede beneficiarse de la incorporación de Ucrania al Mercado Común. Esta ampliación del Mercado Común supondría la incorporación de varios millones de nuevos consumidores para las empresas europeas. También, sería posible para muchas empresas europeas trasladar la producción a Ucrania con unos salarios más bajos y por tanto con unos costes de producción menores.
Por otra parte, los intereses de Rusia son antagónicos a los de Washington y Bruselas. Moscú aspira a construir un mercado común que reúna a la mayoría de las antiguas repúblicas de la URSS. Por supuesto, Ucrania sería uno de los principales socios. Al mismo tiempo que se robustecen los vínculos económicos, Rusia espera fortalecer una alianza política y militar con sus antiguos aliados. Por estos motivos, Ucrania se ha convertido en el tablero de ajedrez donde las principales potencias se están disputando el control de Europa Oriental.
Posiciones inamovibles
El nuevo gobierno en Kiev, salido de las urnas en mayo de 2014, no reconoce el proceso de independencia de Crimea, Donetsk y Lugansk. Kiev pretende someter con una ofensiva militar a los independentistas de Donetsk y Lugansk. Los combates por estos territorios es lo que está dejando un reguero de sangre que ya ha generado cientos de muertos y miles de refugiados que huyen hacia Rusia. Sin embargo, el reloj corre contra Kiev. La guerra está drenando las ya exigüas arcas del Estado, por lo que es probable una bancarrota ucraniana. Por otro lado, la llegada del invierno se aproxima y el país no cuenta con abastecimiento de gas para las calefacciones después de la ruptura comercial con Moscú.
En el plano internacional, surgen varios interrogantes. ¿Por cuanto tiempo asumirá Bruselas el coste de sostener financieramente a Kiev en un contexto de crisis económica global? Por otra parte, la UE puede encontrarse en una situación muy incómoda. El enfrentamiento con Rusia está afectando a las relaciones comerciales entre Bruselas y Moscú. En este pulso comercial tiene más que perder la UE que Rusia. Hay que hacer constar que la UE contrata más de la mitad de sus importaciones energéticas de Rusia.
En cuanto al pulso que sostienen EEUU y la UE con Rusia, las sanciones pueden marginar a Rusia en la comunidad internacional. Si esto ocurriera, Moscú puede decidir que no tiene nada que perder y subvertir el orden internacional patrocinado por Washington. Es decir, apoyar a otros Estados marginados por EEUU (Irán, Venezuela, Corea del Norte, etc.) y reforzar alianzas en contra de Washington. De ser así, supondría un nuevo desafío para la hegemonía estadounidense.
Aleksandro Palomo Garrido (profesor de Relaciones Internacionales en la UCOL.
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