Portugal y el Estado español han conseguido vender con tipos de interés más bajos de lo previsto sus bonos de deuda, al mismo tiempo que la Comisión Europea, en palabras de su presidente Durao Barroso, aboga por dotar de mayor tamaño y capacidad financiera al fondo de rescate de la eurozona. Se extiende así la […]
Portugal y el Estado español han conseguido vender con tipos de interés más bajos de lo previsto sus bonos de deuda, al mismo tiempo que la Comisión Europea, en palabras de su presidente Durao Barroso, aboga por dotar de mayor tamaño y capacidad financiera al fondo de rescate de la eurozona. Se extiende así la incertidumbre sobre la dimensión de la crisis de deuda y la división sobre cómo afrontarla. Esta nueva cacofonía demuestra una falta de unidad que es una invitación a los especuladores a jugar individualmente contra ciertos estados y, a su vez, amplifica el dilema al que se enfrenta la eurozona.
A saber, los mercados están dejando cada día más claro que no van a seguir prestando dinero particularmente a estados periféricos, que considera «derrochadores y sin crecimiento» y que funciona tomando la eurozona como un todo. Lo cual va a requerir un compromiso: que las deudas de los estados en serios problemas sean respaldadas en cierta medida por la eurozona, o quizás por la Unión Europea en su conjunto, y que Alemania, reacia a subsidiar «el derroche», consiga poner la política fiscal y presupuestaria de la Unión al dictado de Berlín, de manera que haga la exportación de sus bienes todavía más competitiva. Por la sencilla razón de que a diferencia de los países de la periferia de la eurozona, que venden lo que China vende, Alemania vende lo que China compra.
El que fuera primer secretario del Tesoro de los EEUU, Alexander Hamilton, persuadió a sus oponentes para que el nuevo Gobierno federal asumiera la deuda de los 13 estados que formaron la Unión. Los que se oponían, con Thomas Jeffersson, secretario de estado de Virginia y posteriormente presidente de EEUU, a la cabeza, argumentaban que los estados saneados no podían subsidiar a los despilfarradores. En 1790 Hamilton y Jefferson llegaron a un acuerdo: Virginia apoyó el plan de asunción de la deuda y Hamilton apoyó que la capital de los EEUU naciente se instalara cerca de Virginia. ¿Aparecerá el Hamilton europeo que sustituya la capacidad de crédito de la eurozona de los 17, y muy especialmente la alemana, por la de los estados en bancarrota doméstica? Ésa parece la elección.