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El entrañable humanismo de la Unión Europea

Fuentes: Rebelión

Era, nos hicieron creer que era, la esperanza equitativa y humanista del mundo. Algo no cuadraba en todo caso. Mucho capital, deseos de hegemonía y mando y poco, muy poco, mundo obrero. Para muchos ciudadanos/as españoles fue algo así como la quimera buscada de la alternativa antifranquista, una utopía que podíamos tocar, alcanzar y hacer […]

Era, nos hicieron creer que era, la esperanza equitativa y humanista del mundo. Algo no cuadraba en todo caso. Mucho capital, deseos de hegemonía y mando y poco, muy poco, mundo obrero.

Para muchos ciudadanos/as españoles fue algo así como la quimera buscada de la alternativa antifranquista, una utopía que podíamos tocar, alcanzar y hacer nuestra. La España franquista era el problema, la Europa democrática la solución. Era un punto del programa de la Junta Democrática por ejemplo. Estaba el capitalismo con mando en plaza pero eso no contaba por el momento. Vino Maastricht (y mil cosas antes y dos mil después), la fortaleza europea, la subordinación al Imperio de siempre, la política antiobrera y nos situamos finalmente en el mundo «grande y terrible» en el que estamos, en la UE del Capital y de la obsolescencia del ser humano.

Un ejemplo entre mil más. El titular, «La muerte de un anciano que iba a ser deportado avergüenza a Reino Unido», de la información publicada por Walter Oppenheimer en el global-imperial [1].

Un informe del servicio de Inspección de Prisiones británico ha puesto de relieve el trato «inhumano» que reciben inmigrantes sin papeles en el centro de detención de Harmondsworth (en el oeste de Londres). Allí están recluidos a la espera de ser deportados.

La inspección, que fue realizada por sorpresa del 5 al 16 de agosto de 2013, desveló la muerte en las condiciones más indignas e inhumanas concebibles de un anciano: canadiense, 84 años, enfermo de alzhéimer. Falleció esposado al poco de llegar al hospital. Los médicos que le atendieron lo describieron así: persona frágil, demente, no apto para ser detenido o deportado, requiere asistencia social. Pero no fue suficiente. Falleció en el propio hospital después de haber estado al menos cinco horas esposado.

Se llamaba Alois Dvorzac y llegó a Londres el 23 de enero de 2013. Le fue denegada inicialmente la entrada en el país. Fue ingresado en un hospital por su mal estado de salud. Tras el alta fue trasladado a Harmondsworth, paso previo a ser expulsado del país. Un médico le consideró no apto para volar a finales de enero. El 6 de febrero hubo un segundo intento de deportación; fue impedido por un médico. El 8 fue llevado esposado al hospital; el 10, esposado, fue el día de su fallecimiento.

No es un caso aislado.

No hablo yo, habla el informe de los inspectores: «casos estremecedores en los que se ha perdido todo sentido de la humanidad». Una persona «sin papeles» que no era Alois fue trasladada esposada al hospital a pesar de que había sufrido un derrame cerebral; otra más siguió esposada mientras estaba sedada para que los médicos le practicaran una angioplastia. Falleció finalmente; le quitaron las esposas siete horas antes de morir.

Y hay más. La privatización es la privatización. La empresa encargada de gestionar el centro, GEO Group, una corporación privada, ha negado que los detenidos sean esposados de forma sistemática. No, no es forma sistemática, aseguran, «solo en los casos en los que está documentado que hay un riesgo de fuga se pueden utilizar las esposas, teniendo siempre en cuenta una serie de factores, entre ellos, la edad». Incluso el viceministro de Inmigración del gobierno ultraconservador de David Cameron, Mark Harper, ha admitido que mantener esposado a una persona que sufre demencia es «completamente injustificado y no se puede volver a repetir».

Eso sí. No parece haber lamentado que Reino Unido acepte deportar a una persona en ese estado. A es A y B es B. A Cameron le gusta presumir de lo que denomina «conservadurismo misericordioso». ¡Qué cosas nos permite tragar la ideología o las cosmovisiones acríticas! El mes pasado, por ejemplo, fue enviado a Nigeria un demandante de asilo de 45 años, Isa Muazu. Llevaba tres meses en huelga de hambre en protesta por su deportación. A pesar de que los médicos británicos advirtieron sobre su salud mental, el Gobierno consumó la deportación: su caso podía convertirse «en un peligroso precedente». Según el informe de la Inspección, «ha habido casi 100 casos de huelga de hambre en seis meses en ese centro, que es descrito como abarrotado, sucio e inhóspito».

No son buenos tiempos para los inmigrantes en Reino Unido, señala el periodista de El País. A los «ilegales» se les hace la vida imposible para forzarles a marchar, a los legales, aunque sean de la UE, se les hace ver cada vez con más claridad que ya no son bienvenidos. Por detrás de todo ello, lo de siempre. «Esa posición contra la inmigración le está dando muy buenos resultados al UKIP (Partido por la Independencia de Reino Unido) ; pero menos éxito tiene el Partido Conservador , que está adoptando las políticas del UKIP…» para evitar, dicen, una fuga de votos hacia bla, bla, bla. El UKIP, señalan, puede ganar las elecciones europeas en el Reino Unido.

Ni que decir tiene que no es un asunto british, only britsh. Tomo pie en una información de José Antonio Hernández [2].

8 de enero de 2014, doce de la mañana, metro Embajadores de Madrid. Un agente ordena a Yafar, un ciudadano de origen camerunés de 29 años, darse la vuelta. Comienza a cachearle, le registran los bolsillos. «Entre los papeles que este porta, hay una hoja de periódico cuidadosamente doblada. El policía la deslía y lee el siguiente titular, entrecomillado y con grandes caracteres: «La policía me ha detenido 160 veces por mi cara«. La ilustración del artículo es la de un muchacho de tez negra que se tapa el rostro con las palmas de sus manos, en la Gran Vía de Madrid. Solo se le ve la frente y el pelo, negro y ligeramente rizado». El agente, 1,75 de altura y 85 kilos, acompañado de otros cinco agentes, le ordena que se dé la vuelta. «Mira la foto una y otra vez y luego la cara de Yafar, y compara la frente y el pelo. «¿Este eres tú…?, preguntó por fin. Todavía condolido por los golpes que acababa de recibir al ser arrastrado hacia una pared del suburbano para identificarle, asintió: «Sí, soy yo». «¡Pues con esta ya puedes decir que son 161 veces…!», le espetó el policía». Esposado, lo sacaron del metro y le llevaron al vehículo policial. «El policía mostró la hoja del periódico a sus compañeros, y también enteró después a los de la comisaría de Arganzuela, adonde inicialmente le llevaron arrestado».

A los agentes, por supuesto, les dio igual los lamentos de Yafar quejándose de tantas detenciones. «Nuevamente se lo llevaron a comisaría. Y ya es la 161 vez que la policía detiene y/o identifica a este muchacho camerunés que entró en España saltando la valla en marzo de 2005, tras varios años de caminatas a través de África y de dos desiertos». Se instaló en Parla, su vida no fue fácil allí. «Vivía de alquiler con otros inmigrantes. Sus compañeros tenían interiorizado que el día que no acudía a dormir era porque estaría en algún calabozo. Siempre por no tener papeles». En realidad, llegó a tener la documentación en regla al poco de llegar a España. «Interior rehusó renovársela tras ser sorprendido conduciendo un coche sin permiso («tenía el carné de Camerún, pero no el de España»)». Pagó la multa: 4 euros diarios durante ocho meses y 22 días de trabajo en beneficio de la comunidad.

¿Qué ocurrió, pues, en el metro de Embajadores? Yafar apunta que fue a meter «el ticket (un bono de diez viajes), y se me echaron encima cuatro o cinco agentes, y una chica policía, que me dijo: ‘Enséñame el ticket'» Se lo mostró. «Al ver que estaba todo correcto, me preguntó: ‘¿Tienes papeles?’ Y negué con la cabeza. En cuanto dije eso, se me echaron encima y me arrastraron con golpes hasta la pared, me hicieron sangre en la mano izquierda». Yafar les comentó que mirasen en su chaqueta, que tenía una sentencia del Juzgado 24. No le hicieron caso: «Fue cuando, esposado, le pusieron mirando a la pared y le hallaron tanto la sentencia como la hoja doblada del periódico, que fue lo que llamó la atención del policía. «¡Por qué no te vas a tu país!», asegura Yafar que el soltó uno de ellos».

¿Esta es la justicia de la Unión Europea que estamos construyendo? ¿Esta es la nueva Europa que se nos anunció, la que hace sonar de cuando en cuando el cuarto movimiento de la Novena de Beethoven? ¿Este es el humanismo realmente existente del que decimos estar tan orgullosos?

Nota:

[1] http://internacional.elpais.com/internacional/2014/01/16/actualidad/1389885101_967073.html

http://politica.elpais.com/politica/2014/01/10/actualidad/1389385043_408969.html

Salvador López Arnal es nieto del cenetista asesinado en Barcelona en mayo de 1939 -delito: «rebelión»-: José Arnal Cerezuela.

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