A la medianoche del viernes terminó la campaña electoral en Italia. Silvio Berlusconi se mantiene como el más probable ganador, aunque podría ser una victoria inútil si el Partido Democrático logra forzar un empate técnico. Para el centroizquierda, que hace tres meses estaba 14 puntos atrás, sería un milagro. El presidente de la República de […]
A la medianoche del viernes terminó la campaña electoral en Italia. Silvio Berlusconi se mantiene como el más probable ganador, aunque podría ser una victoria inútil si el Partido Democrático logra forzar un empate técnico. Para el centroizquierda, que hace tres meses estaba 14 puntos atrás, sería un milagro.
El presidente de la República de Italia es como el rey de España o la reina de Inglaterra; reina pero no gobierna. Es el garante de las instituciones, por lo cual se despoja de su carrera política anterior y normalmente es muy respetado por todos y hasta querido por la ciudadanía. Ese es el caso de Giorgio Napolitano, ex comunista, elegido hace dos años para un mandato de siete. Por eso causó desconcierto en la opinión pública el hecho de que Silvio Berlusconi dijera que exigirá la renuncia del presidente en caso de triunfar en los comicios parlamentarios del domingo y lunes próximos.
El pedido de Berlusconi es un disparate institucional que confirma el creciente nerviosismo del líder absoluto de la derecha italiana que ya no está tan seguro de triunfar, aunque diga lo contrario. Según sondeos reservados, que Brecha pudo consultar y que no se pueden difundir en Italia, la ventaja de Berlusconi se ha reducido en los últimos diez días y estaría apenas entre los dos y cuatro puntos, con un porcentaje de indecisos que aún supera el 20 por ciento. En la Cámara de Diputados quien llega primero gana automáticamente el 55 por ciento de las bancas, así que al magnate televisivo le sería suficiente mantener un voto de ventaja. La cosa sin embargo se le complica en el Senado. Ahí, siempre según los sondeos reservados, habría una situación absolutamente similar a la de 2006, cuando la centroizquierda, liderada entonces por Romano Prodi, tuvo una mayoría de apenas un escaño. Sólo dos regiones cambiarían de color: Campania, la de Nápoles, pasaría de la izquierda a la derecha, mientras el Lazio, donde se encuentra Roma, pasaría de la derecha a la izquierda. Por eso, más allá de movimientos menores de escaños, siempre impredecibles en la política italiana, Berlusconi no tendrá una mayoría que le permita gobernar el país.
No extraña, entonces, que la campaña del candidato de la derecha se haya puesto violenta en los últimos días. Volvió el tema del comunismo y volvió aun con más fuerza el tema del fraude que «los comunistas» estarían a punto de operar falsificando, según él, más de un millón de votos con su maquinaria estalinista siempre lista. La letanía del fraude es una especie de mantra en el discurso berlusconiano. Además pidió que los jueces (el Poder Judicial que lo puso bajo la lupa) sean sometidos a pruebas de salud mental. Su discurso provocador va contra izquierda y derecha, y se hizo aun más duro cuando Umberto Bossi, el jefe de la xenófoba Liga Norte, que sufrió en 2004 un derrame cerebral y desde entonces se muestra en público sólo brevemente, amenazó con tomar las armas contra Roma. Entonces Berlusconi dijo «Bueno, es un enfermo», provocando la ira de su aliado.
UNA ITALIA QUE MIRA AL FUTURO. Paradójicamente, tanto nerviosismo le hace el juego a Walter Veltroni, el candidato del Partido Democrático. En su gira por Italia el candidato de centroizquierda siempre ha mantenido un tono conciliador y optimista sobre el futuro del país, y raramente ha replicado a los tonos ásperos del adversario. Es una táctica política que está dando frutos. Sin embargo el resultado general se ve condicionado por la capacidad de las fuerzas menores de superar los mínimos que fija la ley electoral para tener representación parlamentaria (4 por ciento en la Cámara de Diputados, 8 en el Senado) y quitarle espacio a las dos fuerzas mayores, el berlusconiano Pueblo de las Libertades y el Partido Democrático, de Veltroni. Éstas compiten el domingo por el gobierno y sin embargo podrían, en caso de empate, llegar a gobernar juntos, en una grosse koalition a la alemana, por lo menos el tiempo necesario para dibujar un esquema electoral que daría a Italia un sistema de sólo dos fuerzas. De los 39 partidos de hoy a sólo dos, de un exceso a otro en un país sumergido en una crisis estructural de liderazgo.
Cinco pretendientes
Silvio Berlusconi (Milán, 1936). Empresario, con un patrimonio personal de alrededor de 12 mil millones de euros que lo sitúa entre los 30 más ricos del mundo. Ha construido la mayor parte de su fortuna creando y monopolizando el sistema televisivo comercial de Italia. Con innumerables juicios por corrupción, a menudo resueltos cambiando las leyes a su favor, empezó su carrera política en 1994. Fundó Forza Italia, un partido liberal-conservador de centroderecha con el cual triunfó en las elecciones y gobernó durante siete meses. Después de perder los comicios de 1996, volvió y gobernó entre 1996 y 2001. Si gana nuevamente, sería uno de los más ancianos jefes de gobierno del mundo. Es candidato del Pueblo de la Libertad, un cártel electoral que comparte con los posfascistas de Alianza Nacional, que juntos son aliados de la ultraderechista y xenofóba Liga Norte.
Walter Veltroni (Roma, 1955). Perteneció a la última camada de jóvenes dirigentes comunistas (PCI) que llegaron a tener relevancia nacional. Fue elegido diputado por primera vez en 1987, apenas dos años antes de la caída del muro de Berlín. Cinéfilo y periodista, no tiene estudios universitarios. Está ligado a las trasformaciones de la izquierda italiana, cambiando primero el nombre y programa del pci al de Democráticos de Izquierda, y ahora como fundador y primer secretario del Partido Democrático (PD). Este nuevo nombre también revela la vecindad ideológica de Veltroni con el Partido Demócrata estadounidense. Cercano a Barak Obama, impulsó su campaña electoral con el mismo eslogan: «Sí, se puede». El pd pretende romper la tradición de fragmentación de la centroizquierda italiana y sólo se coaliga con el partido del ex juez anticorrupción Antonio di Pietro.
Fausto Bertinotti (Milán, 1940). Con una larga trayectoria como dirigente sindical, toma relevancia política nacional cuando en 1994 es elegido secretario del Partido de la Refundación Comunista, la parte del pci que no quiso arriar la bandera roja. Renueva el partido, lo acerca a los movimientos sociales, al pacifismo y a la no-violencia dejando en la sombra la centralidad clasista del mismo. En 1996 apoya el gobierno de Romano Prodi, pero en 1998 lo hace caer quitándole los votos necesarios. Vuelven a aliarse en 2006 cuando para él se abren las puertas de la presidencia de la Cámara de Diputados. La ley electoral obliga ahora a las cuatro agrupaciones que están a la izquierda del pd (Refundación Comunista, Comunistas Italianos, Verdes e Izquierda Democrática) a juntarse -sin ganas- en una coalición que toma el nombre de Izquierda Arco Iris y que lo designó como candidato a la jefatura de gobierno.
Pierferdinando Casini (Boloña, 1955). Como Veltroni en el PCI, Casini fue de los últimos jóvenes democristianos que salen a luz (es diputado desde 1983) antes de la caída del sistema de partidos de la llamada primera República. En 1994 funda uno de los partidos neodemocristianos y se alía firmemente con Silvio Berlusconi. Desde 2001 a 2006 es presidente de la Cámara de Diputados. Ahora, por motivos que muchos juzgan tácticos y momentáneos, presenta su agrupación en solitario en el centro del espectro político italiano. Entre los suyos, el más conocido es el ex gobernador de Sicilia Totò Cuffaro, que acaba de ser condenado a cinco años de cárcel por haber apoyado la mafia.
Daniela Santanchè (Cuneo, 1961). Se declara orgullosamente fascista y es candidata por los disidentes de Alianza Nacional y otros grupos que desde la derecha estaban hartos de Berlusconi. Mujer atractiva, diputada desde 2001, a pesar de sus posiciones políticas de derecha radical supo avivar (con un lenguaje por momentos groseramente machista) una campaña electoral muy aburrida, convirtiéndose en la mayor novedad mediática. Necesita el 4 por ciento para llegar al parlamento. Probablemente no lo logrará y sin embargo todos sus votos se los quitará a Silvio Berlusconi que, durante toda la campaña, ha invitado constantemente a los electores a no votarla ni a ella ni a Casini privilegiando el célebre «voto útil».