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Perú

El golpe cívico-militar que se viene

Fuentes: Rebelión

Si alguien pensaba que un sector importante de la burguesía limeña no le había bajado el dedo a la mafia fujimorista (al recular en el tema del indulto al dictador o la prisión preventiva de 36 meses a Keiko), pues, ahora debe estar pensando «¿qué está pasando?». Y es que la prisión de Keiko, además […]

Si alguien pensaba que un sector importante de la burguesía limeña no le había bajado el dedo a la mafia fujimorista (al recular en el tema del indulto al dictador o la prisión preventiva de 36 meses a Keiko), pues, ahora debe estar pensando «¿qué está pasando?». Y es que la prisión de Keiko, además de generar la alegría orgásmica del pueblo antifujimorista y el cierra filas de toda la familia en nombre de la unidad (al ver peligrar sus intereses económicos y políticos como mafia), tiene como fin, por ahora, encandilar y devolverle la confianza al pueblo en la «justicia burguesa». Con la prisión preventiva (que puede ser apelada) de Keiko, la clase dominante, trata de cerrar un ciclo, y abrir otro, la de la negociación política para llegar a un nuevo acuerdo en aras de salvar su sistema de dominación y de intereses económicos, pero este proceso se desarrollará con muchas contradicciones y declaraciones explosivas como las de Golpe de Estado de Alan García.

Una mayoría de la clase dominante cede la cabeza de Keiko

Es verdad, que, en un principio, el panorama simulaba complicado para los poderes fácticos ya que uno de sus más importantes representantes como José Graña Miroquesada también fue recluído en la cárcel por el affaire Odebrecht (para luego salir libre y huir). No obstante, una mayoría se dio cuenta que frente a la crisis del régimen político que ponía en peligro su establishment, tenían que tener a la plebe a punta de pan y circo (audiencias y audiencias), y a la vez ceder la cabeza de alguien que esté involucrada en la corrupción del gigante brasileño, que sea díscola y que exprese odio y rechazo: Keiko Fujimori.

Y es que al igual que con la mafia siciliana de Al Capone en EE.UU., uno de los capos de las familias, declaró, algo así como, «Dios perdona el pecado, pero no el escándalo», y esto porque Al Capone, en un exceso de narcisismo, aparecía en los medios sonriendo y regalando plata, exponiendo los negocios de la familia en su conjunto. Al final, lo dejaron solo y terminó preso por evasión de impuestos, al ser capturado su contador y utilizado como colaborador eficaz.

El caso de los Fujimori es parecido. La burguesía, puede tolerarlos siempre y cuando sean funcionales a sus intereses económico-comerciales. Pero las peleas entre ellos, el estilo mafioso y confrontacional de Figary, Hertz y Ramírez, y los escándalos de corrupción en la que están envueltos, influyeron en un sector de la clase dominante para entregarlos como bandeja de plata al pueblo con el fin de descomprimir la presión social que está como una olla de agua hirviendo.

La prisión de Keiko no cierra la crisis

Sin embargo, como escribe el analista Juan De la Puente, «…Los más optimistas creen que el derrumbe de Fuerza Popular no se llevará a nadie más. En esa confianza subyace la certeza de que esta crisis «es de otros». Eso creían los líderes de los partidos distintos al PT en Brasil y al PRI en México, hasta que se dieron cuenta, incluso antes de las elecciones, que las crisis de régimen político son de todos y afectan a todos…¿No les parece extraño que, en plena hecatombe de Keiko Fujimori , ningún líder alternativo obtenga por lo menos 20% de aprobación, aunque el 52% demande el cierre «de una vez» del Congreso, según la reciente encuesta del IEP?…», (¿No quieres un Bolsonaro?, La República, 02/11/18).

Y en efecto, la crisis no se cierra con la prisión de Keiko. En el escándalo de Odebrecht están embarrados los líderes políticos más importantes de las últimas décadas como Lourdes Flores (PPC), Alejandro Toledo (PP), Alan García (APRA), Pedro Pablo Kuczynski (PPK), Susana Villarán (FS), así como empresarios de alto vuelo como José Graña Miroquesada.

Cipriani y varios actores políticos exigen diálogo

La misma Keiko lanzó puentes a Vizcarra antes de ir presa llamando a un diálogo de «Reencuentro Nacional».

Frente a esta propuesta, Vizcarra declaró, «… No es que aquí haya una propuesta de diálogo de Keiko Fujimori   o del fujimorismo. La propuesta está puesta en la mesa y ratificada todos y cada uno de los siete meses de gestión que tenemos…». A lo que Keiko respondió positivamente el 29 de octubre. Sin embargo, el miércoles 31, la justicia, dictaminó su prisión preventiva.

En medio de esta pugna en las alturas, monseñor Cipriani, un simpatizante del fujimorismo, declaró días antes, «Un poder oscuro y muy fuerte . Lentamente se va copando y realizando casualidades, algunos quedan tranquilos en su casa, otros en la cárcel…Empieza a haber una especie de publicidad oculta que quiere cerrar el Congreso. Yo no soy el que tiene que analizarlo, leo los periódicos, escucho los medios. Hay una estrategia para cerrar el Congreso. ¿En nombre de quién? … ya logró destruir el Poder Judicial… Me preocupa porque vamos en un rumbo desconocido. Un día se dice referéndum, cierre del Congreso, nueva constitución, una marcha. Una serie de situaciones que son amenazantes…» (diario Perú 21, 13/10/18; https://peru21.pe/lima/juan-luis-cipriani-hay-estrategia-cerrar-congreso-434210 ).

Las declaraciones de Cipriani expresan el sentir del sector más reaccionario de la Iglesia Católica, pero también de un sector de la burguesía limeña, que quiere llegar a un nuevo pacto en base del modelo neoliberal o que se respete el que acordaron Vizcarra, keiko, Alan y la CONFIEP, para que el actual mandatario se haga del poder vacando a PPK. No obstante, Keiko terminó presa y eso cambia la capacidad de negociación del Fujimorismo. Hay una división que tiende a profundizarse con su lidereza presa.

El presidente del Congreso de la República, Daniel Salaverry, pidió licencia, y acaba de plantear que, » Independiente del proceso en el Congreso el propio fiscal de la Nación debe evaluar, hacer un análisis y una reflexión respecto a si su permanencia en el cargo le hace bien o un daño a su institución», (diario El Comercio, 31/10/18). Y así como él, varios congresistas han pedido licencia o se esconden de las cámaras (el fin del fujimorismo es un debate ya que en Perú no hay muertos políticos).

La nueva estrategia del fujimorismo: Diálogo y tocar la puerta de los cuarteles

Mientras que, por otro lado, la Comisión de Emergencia (o de Transición), liderada por el congresista Miguel Torres (y que integran otros cuadros como Úrsula Letona), acaba de plantear al presidente Vizcarra un nuevo acuerdo para las reformas Ejecutivo-Congreso con el fin de mantener la unidad de la bancada.

En esta nueva recomposición de la estrategia del fujimorismo, Keiko, nombró al congresista Carlos Tubino Arias Schreiber, como vocero de la bancada parlamentaria. Y es que Tubino no es cualquier cuadro político. Fue Cmdte. Gral. de Operaciones del Pacífico (2003-2004) e Inspector General del Ministerio de Defensa (2008).

Entonces, la jugada de Keiko, apunta, por un lado, a apelar al diálogo (teniendo en cuenta que Vizcarra también tiene sus anticuchos), y sostener hasta donde se pueda a Chavarry (alentando a la vez la apertura del juicio por Chincheros y demás denuncias que involucran al mandatario), y por otro, recomponer su correlación de fuerzas en las FF.AA. y FF.PP. mandándoles el mensaje que ella representa al «partido de los militares y policías y que con ella se aprobaron varias leyes a su favor y les dio su lugar en la jefatura de mando de la Nación», agitando por un golpe de Estado, de no llegar a un acuerdo.

Vizcarra cambia los Altos mandos de las FF.AA.

Por eso no es casualidad que días antes al ver esta posibilidad, Vizcarra, se apresuró en cambiar a todo el alto mando de las FF.AA. Es verdad, que cada cierto tiempo el presidente tiene el derecho de cambiar sus cuadros militares, pero, ¿Por qué en este momento de crisis profunda del régimen político? Es simple. Hay rumores de golpe. Y el fujimontesinismo tiene a sus cuadros infiltrados en esta columna vertebral del Estado burgués.

No obstante, es proco probable que el fujimorismo tenga suerte en su política hacia las FF.AA. teniendo en cuenta que están de capa caída y divididos (sin embargo, de no crearse una nueva agrupación política que capitalice, pues, el fujimorismo continuará).

Golpe de Estado: Vizcarra vs Chavarry y Alan García

Estas movidas en las alturas son las que generaron la respuesta política de García y el APRA planteando que detrás de la prisión de Keiko hay un golpe de Estado en ciernes.

«… El Fiscal de la Nación denuncia que el fiscal Pérez tiene interés político coordinado con el gobierno. Se ha politizado la justicia. ¿Es un Golpe de Estado?, (La República, 01/11/18).

En verdad, la vacancia de PPK, fue una especie de golpe de Estado del Congreso, pero que contó con el visto bueno de la CONFIEP y las FF.AA. (y es que simplemente no puede haber una remoción presidencial sin que la columna vertebral del Estado burgués de su punto de vista). Pero en este caso, Alan, a lo que está apuntando es a desinflar los aires bonapartistas de Vizcarra queriendo meterlo preso a él y cerrando el Congreso. A esto apunta toda la agitación apro-fujimorista de que estamos frente a un nuevo Maduro que interviene en la Justicia, Cierra el Congreso, etc. Y tuvo efecto.

En un principio todo este show sobre el diálogo se basaba en ceder la «cabeza» de Chavarry (que como fiscal de la Nación puede acelerar el proceso de denuncias contra Vizcarra así como la deslealtad de éste con Keiko-Alan y comenzar a hablar), sin embargo, Alan debe haberle dicho a Vizcarra, «Keiko ya está presa…¿quieres dialogar conmigo, Toledo, Ollanta, PPK, presos también»?

Vizcarra llama a un «pacto social»

Algunos pensaban que después de Keiko presa y Alan acompañándola luego, se acababa la crisis. Pero es que en realidad para cerrar la crisis, como decimos líneas arriba, tendrían que entrar Ollanta, Toledo, PPK, Lourdes Flórez, PPK, Susana Villarán, etc. Casi toda la nueva «clase política» que ha gobernado el Perú los últimos casi cuarenta años. A esto hay que agregar que Vizcarra también tiene rabo de paja por el caso Chincheros, Hospital de Moquegua, etc.

Esta cuestión explicaría porque el presidente, acaba de convocar, producto de la presión política, a «Un pacto social significa un diálogo con las fuerzas políticas (…) Pacto social contra la lucha contra la corrupción y generar el desarrollo de los peruanos, y lo tenemos absolutamente claro», (La República, 05/11/18).

A este nuevo «pacto social», el presidente del Congreso y fujimorista, Daniel Salaverry (aliado temporal del ejecutivo), se ha sumado eufórico. Y es probable que éste en su visita a Keiko, le haya llevado el mensaje del nuevo pacto social y que ella saldrá libre mucho antes de los tres años y borrón y cuenta nueva.

Vizcarra a tratado de embellecer el «nuevo pacto» como social, con el Perú, y ha puesto por delante unos puntos programáticos gaseosos (así como surgió su gobierno), pero si al final la burguesía y sus partidos políticos, no voltean la página, en el tema de las prisiones preventivas, pues, no le servirá de mucho.

Lo que es interesante porque, de la demanda confrontativa «o la cabeza de Chavarry o no hay diálogo» del gobierno acabamos de pasar a un Pacto social. Y es que claro si la justicia burguesa es consecuente, bajo el mismo criterio que metió presa a Keiko también tendría que meter a Alan y demás «presidelincuentes» implicados en el affaire Odebrecht. Por eso el posicionamiento acelerado de la necesidad de una nueva correlación de fuerzas para conquistar el «diálogo nacional».

Así las cosas, estamos frente a una nueva etapa política donde, de no conciliar, las contradicciones del sistema se intensificarán entre Vizcarra y Chavarry-Alan García (y demás casta política), que, en un corto-mediano plazo, de no resolverse entre estos pueden generar una irrupción independiente y revolucionarias de las masas o en su defecto puede desembocar en un golpe cívico-militar.

Pero, ¿será posible en pleno siglo XXI un golpe cívico-militar?

Recuerdo que connotados analistas políticos decían que, «los golpes militares y las guerrillas son cosa del pasado». Sin embargo, en Honduras, fue un golpe militar (llámenle de nuevo tipo o cívico militar o lo que quieran), el que sacó a Zelaya del poder con los tanques en las calles y decenas de jóvenes y trabajadores asesinados. Luego sucedió en Paraguay, pero como Lugo no luchó, fue un golpe incruento. Y ahora últimamente estamos viendo a un ex militar y fascistoide como Jail Bolsonaro como nuevo presidente de Brasil (la 6ta potencia económica por PIB nominal y la 5ta más grande del mundo), producto del plan conspirativo que nació con la vacancia de Rouseff y la prisión de Lula (con la intervención pública de los militares para que la Corte Suprema lo meta en prisión), y que responde a un Plan imperialista regional de recolonización del continente, con el fin de desplazar las inversiones comerciales del subimperialismo chino.

Así las cosas, la victoria de Bolsonaro en Brasil, es parte de un nuevo Plan conspirativo imperialista, donde los militares están volviendo a la escena política (la vacancia de Dilma, la prisión de Lula, demandada por los militares públicamente, son por derecha, parte del golpe de Estado), declarando su admiración por Donald Trump, como lo acaba de hacer el ex militar brasileño. Y es que Bolsonaro es producto de la crisis económica mundial y de un vacío político dejado por el sistema de partidos brasileños (incluído el PT), que se encuentra en caos después del affaire Odebrecht.

En el Perú, asistimos a una coyuntura transitoria de reordenamiento de fuerzas, donde si, como decimos anteriormente, la burguesía y sus partidos políticos, no se ponen de acuerdo, pues, los tanques militares saldrán a tomar las calles para poner «orden en nombre de la patria» (ahora más envalentonados con la victoria del neofascismo en Brasil). Así tenemos que incluso se puede dar el caso que el efecto Bolsonaro influya en la clase dominante peruana para dar «un salvavidas» al fujimorismo (que fue la expresión anticomunista más extrema y eficiente que tuvo en la historia del siglo XX).

Son momentos muy oscuros, polarizantes y volátiles por los que estamos pasando los trabajadores peruanos. Pero a casi 20 años de caída la dictadura y a tres del bicentenario, los problemas del siglo XX (como la injusticia social, la pobreza, anemia, tuberculosis, analfabetismo, la corrupción, salarios miserables, etc.), que algunos creían que podían superarse con la globalización, siguen presentes y con nuevos factores que expresan la miseria humana del capital (como la migración, refugio y penuria de miles de migrantes venezolanos, la trata de personas, el sicariato, la creciente violencia contra la mujer), debido al carácter semicolonial y en descomposición de la sociedad del capital.

El 09 de diciembre está a la vuelta de la esquina. Pero en un mes pueden pasar muchas cosas si la burguesía no se pone de acuerdo. De llevarse el referéndum, éste no resolverá nada. Y entre febrero y marzo seguiremos con el mismo impase y un nuevo ascenso de la lucha de clases. Entonces, se planteará el adelanto de elecciones. Y si éstas tampoco resuelven el impase y la izquierda revolucionaria no se plantea como una alternativa política seria, pues, los militares ingresarán a hacer política y arrasarán con todo (Urresti o los cuadros que ha venido promocionando Acuña en su estrategia presidencial de correlación de fuerzas como Arteta, Andìa, Cabrera, etc. pueden ser su carta).

Pero, así como los militares vuelven a la escena, también las guerrillas de nuevo tipo y las insurrecciones populares, lo harán.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.