Pocos acontecimientos en la historia de la humanidad marcan a profundidad los cambios en las mentalidades, los valores, las instituciones y, sobretodo, en los horizontes de existencia de diversas generaciones y de hombres y mujeres de todas las regiones del planeta, más allá de su aprobación o reprobación personal o de clase. La Revolución Socialista […]
Pocos acontecimientos en la historia de la humanidad marcan a profundidad los cambios en las mentalidades, los valores, las instituciones y, sobretodo, en los horizontes de existencia de diversas generaciones y de hombres y mujeres de todas las regiones del planeta, más allá de su aprobación o reprobación personal o de clase. La Revolución Socialista Rusa de Octubre de 1917 no pasó y no pasa desapercibida a cien años de su realización porque transformó los modos de mirar, analizar y explicar la realidad social y sus problemas, tanto desde la perspectiva de la vida cotidiana y del sentido común como de la de los estudiosos, historiadores, políticos, sociólogos e intelectuales.
Como en todas las regiones de mundo, en América Latina y el Caribe las noticias y el impacto de la Revolución se expandieron inmediatamente creando la esperanza y la ilusión en millones de pobres, marginados, activistas, trabajadores y campesinos, principalmente, y rechazo y miedo en los sectores privilegiados de las oligarquías y la incipientes burguesías. La utopía de la sociedad de iguales, de la sociedad sin clases, de la vida plena de hombres y mujeres había sido conseguida con la lucha de millones de obreros, campesinos y soldados organizados en los Soviets, los que derrumbaron no solamente el poder absolutista del zarismo, sino también el proyecto de la burguesía que logró controlar el poder durante nueve meses.
Tres párrafos escritos por el periodista estadounidense John Reed («Diez días que estremecieron al mundo» 2016. Ministerio de Trabajo, Bolivia) describen tanto el poder dual en la lucha revolucionaria rusa, como la potencia popular para definir el enfrentamiento: «hay que imaginarse en todos los locales de los sindicatos, en las fábricas, en los pueblos, en todos los navíos dispersos de la flota, a cientos de miles de rusos por todo el país, las miradas fijas en los oradores, obreros y campesinos, marinos, trabajando intensamente por comprender y decidir» (p. 297).
«Desde Vologda a Tchita, en el otro extremo de Siberia, desde Pskov a Sebastopol, en el Mar Negro, en las grandes ciudades al igual que en las aldeas, ascendían las llamas de la guerra civil. De mil fabricas, de mil poblados campesinos, de regimientos y ejércitos, de los barcos que se encontraban navegando, afluían a Petrogrado (el centro de la Revolución) los saludos de bienvenida al gobiernos del pueblo» (p. 382)
«Lenin declaraba: La revolución triunfa, ¡La revolución ha triunfado¡ todo el poder ha pasado a nuestros Soviets. Las primeras semanas son las más duras. Hay que aplastar definitivamente a la reacción ya derrotada, hay que asegurar el triunfo de nuestras aspiraciones. La clase obrera debe dar, tiene que dar, en estas jornadas, pruebas de la mayor firmeza, tenacidad y perseverancia para facilitar al nuevo gobierno popular de los Soviets la ejecución de las tareas revolucionarias» (p. 472).
Y no solamente se trato de un impacto interno ruso, sino que las fibras más profundas del orden imperialista y capitalista se conmocionaron, Europa y Asia se transformaron, se desvanecieron los viejos imperios absolutistas y se consolidaron las nuevas potencias imperialistas en el marco de la culminación de la Primera Guerra Mundial, entretanto en América Latina se había consolidado la Revolución Mexicana, de contenido nacionalista y agrarista, incluso frente a las agresiones norteamericanas.
En este contexto, representantes de la Generación del 900, formada por intelectuales, periodistas, cronistas, novelistas y poetas que asumieron una posición antiimperialista e impulsaron la Unidad de América Latina se convirtieron en importantes receptores, divulgadores y polemistas que reflexionaron los alcances de la Revolución Bolchevique en la región. Como no podía ser de otra manera, el debate se concentró en la revolución junto a los alcances del socialismo, el anarquismo, el marxismo y ahora el leninismo, tomando en cuenta al gran conductor y teórico de la Revolución Rusa: Vladimir Ilich Ulianov Lenin.
A pocos meses de la Revolución Rusa comenzó, en junio de 1918, la Reforma Universitaria que tuvo su inicio en Córdoba y se difundió, en los siguientes años, prácticamente a todas las universidades de los países de la región, sin duda los hechos como la primera guerra mundial, la revolución mexicana y la revolución rusa van a estar presentes en el debate intelectual en el movimiento de los universitarios por conseguir construir una universidad comprometida con los sectores populares y el destino latinoamericano.
Una personalidad latinoamericana clave en este proceso fue Manuel Ugarte, socialista argentino que participó ya en 1904 en el Congreso de la Segunda Internacional realizado en Amsterdam, ocasión en la que se debatió las perspectivas de la revolución y el socialismo en países en situación colonial, existiendo posturas unas favorables a la colonización para que los pueblos sean incorporados al occidente y otras que plantearon la cuestión nacional y colonial como una lucha por la liberación de los pueblos frente a la dominación imperial.
Coincidió con Lenin, Rosa Luxemburgo, la revolucionaria polaca-alemana, Jean Jaures, socialista francés, el ruso Gueorgiu Plejanov y el teórico alemán Karl Kautsky en el Congreso de Stuttgart en 1907. Estas experiencias y su conocimiento de la región dieron a Ugarte una lucidez importante para desarrollar en América Latina, antes y después de la Revolución Rusa, la tesis de la unidad de América Latina para enfrentar al Imperialismo y la reivindicación del nacionalismo de las naciones oprimidas frente al nacionalismo de las naciones opresoras.
Logró articular con políticos e intelectuales de la región formar la Unión Latinoamericana Antiimperialista tanto en nuestros países como en Europa y desarrollo una campaña de divulgación de las ideas socialistas por todos los países desde México hasta Uruguay sobre la base de la unidad de la Patria Grande y la resistencia a las agresiones de Estados Unidos a los países de la región.
En el décimo Aniversario de la Revolución Rusa (noviembre de 1927), acompañado de delegados de Argentina, México, Colombia, Chile, Brasil, Venezuela, Cuba, Ecuador y Uruguay, pronunció en Moscú el discurso América y la Revolución Rusa señalando «Los diez años de experiencia soviética han tenido entre nosotros una influencia decisiva, aún sobre aquellos que no militan en el partido comunista, porque nos ha ayudado a descifrar nuestros propios fenómenos en dos órdenes diferentes: Primero, en el orden internacional revelándonos como puede vivir un pueblo sin presiones extrañas, sin empréstitos, sin entregar sus riquezas a las compañías extranjeras que después especulan con el hambre y con la desgracia de una colectividad. Las repúblicas de América Latina, hipotecadas hoy por las deudas públicas, y por la entrega de todas sus riquezas a los organismos imperialistas, sólo pueden esperar hoy una salvación inspirándose en el ejemplo y en los métodos que nos ofrece Rusia»
«También nos ha dado un ejemplo Rusia en el orden interior, mostrándonos que las colectividades sólo pueden desarrollarse plenamente después de desembarazarse de los parásitos que interrumpen si vitalidad. Nuestros pueblos de la América Latina están explotados doblemente: por los políticos del terruño y por los especuladores extranjeros. Y la experiencia de Rusia nos enseña que hay que llevar las dos acciones a la vez: la que ha de liberarnos del imperialismo invasor devolviéndonos el libre goce de nuestros territorios y la que ha de liberarnos de los políticos incapaces, ambisiosos o venales que comprometen nuestras autonomías. Sólo un profundo movimiento de las masas de nuestra América puede restablecer la salud de la América Latina»
Paralelamente, desde inicios del siglo y a mayor profundidad desde la revolución de Octubre, las organizaciones sindicales, obreras, campesinas, universitarias y populares desarrollaron las tareas de formación en las Universidad Populares, en varias ciudades de los países de la región. La experiencia peruana es importante puesto que se fueron desarrollando experiencias de estudio con trabajadores, campesinos y estudiantes desde principios de siglo. José Carlos Mariátegui y Victor Raul Haya de la Torre representan la expresión más importante de la renovación de ideas y la profundización en el conocimiento de la realidad.
Haya de la Torre se convirtió en un referente latinoamericano por su liderazgo en el movimiento estudiantil, su exilio le permitió visitar la URSS en 1924 donde pudo apreciar la importancia del proceso revolucionario, aunque tratando de entender las particularidades de las condiciones históricas de los países de América Latina. Por su parte, Mariátegui, había retornado de Europa en 1923 donde pudo conocer el movimiento intelectual, literario y periodístico fuertemente marcado por las repercusiones de la revolución de octubre, en esas condiciones el amauta Mariátegui hizo un seguimiento cercano de lo que fue la experiencia soviética y describió:
«Los maximalistas (los bolcheviques) actuaban en contacto vivo, intenso, constante, con los trabajadores de las fábricas y de las usinas. Eran del partido del proletariado industrial de Petrogrado y Moscú. Los anarquistas eran también influyentes en el proletariado industrial; pero sus focos centrales eran focos intelectuales. Rusia era, tradicionalmente, el país de la intelectualidad anarquista, nihilista, los bolcheviques contaban con los elementos más combativos, más organizados, más eficaces, con el proletariado industrial, con los obreros de la ciudad».
«Los bolcheviques orientaron su propaganda en un sentido sagazmente popular. Demandaron la paz inmediata y demandaron el reparto de las tierras. Y le dijeron al proletariado: «Ni una ni otra cosa podrá ser hecha por un gobierno de coalición con la burguesía. Hay que reemplazar este gobierno con un gobierno proletario, con un gobierno obrero, con un gobierno de los partidos de la clase trabajadora. Este gobierno debe ser el gobierno de los Soviets». Y el grito de combate de los bolcheviques fue: «¡Todo el poder político a los Soviets!»».
«Los Soviets existieron desde la caída del zarismo. La palabra soviet quiere decir, en ruso, consejo. Victoriosa la Revolución, derrocado el zarismo, el proletariado ruso procedió a la organización de consejos de obreros, campesinos y soldados. Los soviets, los consejos de trabajadores de la tierra y de las fábricas, se agruparon en Soviets locales. Y los Soviets locales crearon un organismo nacional: el Congreso Pan-Ruso de los soviets. Los soviets representaban, pues, íntegramente al proletariado. En los soviets había mencheviques, socialistas-revolucionarios, bolcheviques, anarquistas y obreros sin partido». Para Mariátegui la Revolución Rusa es «el gran acontecimiento, hacia el cual convergen las miradas del proletariado universal (…) el primer paso de la humanidad hacia un régimen de fraternidad, de paz y de justicia».
Además, los aportes de Mariátegui y Haya de la Torre al debate en torno al marxismo y la revolución en América fue fundamental, ellos desarrollaron las tesis de que es imprescindible conocer la propia realidad e historia peruana y latinoamericana para emprender una estrategia de transformaciones revolucionarias, coincidieron en plantear que los temas indígena y cultural son centrales en cualquier análisis de cuño marxista.
Asimismo, al ser considerados los forjadores del marxismo latinoamericano, impulsaron la formación de la Alianza Popular por la Revolución Americana (APRA) y, en el caso del Amauta Mariátegui, él planteó que las comunidades indígenas constituyen un germen en la construcción de una sociedad socialista y comunista que, sin conocerlas, coincidía con las ideas que había desarrollado Marx en torno al mir o comunidad campesina rusa.
Al final de su vida, Mariátegui fue criticado, al igual que el revolucionario cubano Julio Antonio Mella, por los representantes de la Tercera Internacional por sus posiciones fuera de la ortodoxia y él mismo manifestó sus discrepancias con sus críticos al analizar la heterogeneidad de la realidad latinoamericana y las vías propias de la revolución, a la que consideraba que no era «ni calco, ni copia, sino creación heroica». Al respecto de las filiales de la tercera Internacional, éstas fueron otra vía de divulgación y respaldo a la Revolución Bolchevique.
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