En una nota que sólo puede conmover e instruir al lector, Ingo Niebel da cuenta del reciente congreso de la izquierda alemana. «Die Linke entra en una nueva fase con dos nuevos presidentes» [1]. Oskar Lafontaine y Lothar Bisky se retiran de la dirección del Partido para dar paso a Gesine Lötzsch y Klaus Ernst. […]
En una nota que sólo puede conmover e instruir al lector, Ingo Niebel da cuenta del reciente congreso de la izquierda alemana. «Die Linke entra en una nueva fase con dos nuevos presidentes» [1]. Oskar Lafontaine y Lothar Bisky se retiran de la dirección del Partido para dar paso a Gesine Lötzsch y Klaus Ernst. Los dos nuevos dirigentes obtuvieron un amplio respaldo de los delegados a este segundo congreso de Die Linke celebrado en la ciudad portuaria de Rostock.
Ingo Niebel informa detalladamente del discurso de Lafontaine. El que fuera presidente del Partido Socialdemócrata brilló de nuevo «con su retórica aguda, precisa e irónica». Oskar Lafontaine, señala Niebel, se retira a su natal País de Sarre «pero no se va de la política aunque la prensa alemana diga lo contrario».
A Lothar Bisky, en cambio, se le notó, según Ingo Niebel, cierto cansancio cuando leyó su texto «después de estar dieciséis al frente del partido». Sólo una vez dejó de lado el papel que estaba usando para su intervención ante el Congreso. ¿Cuándo lo hizo? ¿En qué ocasión? Cuando criticó dolido la desinformación nacionalista que reina en Alemania en torno a la situación griega. Estas fueron las palabras improvisadas del europarlamentario Lothar Bisky. Vale la pena tomar nota de ellas: «La empresa más corrupta que hay en Grecia se llama Siemens».
Han leído bien. Un dirigente alemán, emocionado y enrabietado, deja el texto que tiene preparado y lanza al aire y al cerebro almado de sus compañeros de partido que la corrupción en Grecia tiene un nombre destacado y ese nombre es el de una multinacional todopoderosa de origen alemán.
¿Cómo calificar ese hermoso y admirable gesto poliético? Veracidad, honradez política, son términos que vienen rápidamente a nuestro cerebro, y, por qué no, aunque la palabra continué frecuentemente en los márgenes: internacionalismo, lo que ha sido siempre la admirable y fructífera sal de la tierra de las tradiciones emancipatorias
Hace casi 30 años, Manuel Sacristán fue entrevistado en México por una revista, Argumentos, próxima a los que decían llamarse entonces «renovadores» del PCE.. Reproduzco una de las pregunta por lo que tiene de síntoma de las confusiones que pueden situarse en los alrededores de las izquierdas, como ejemplo de caminos que jamás deberíamos transitar. Fue la siguiente:
«El marxismo se ha convertido en un fenómeno universal, pero creo que más como método de solución a todos los problemas. Sin embargo, en este momento, la tendencia es hacia una interiorización, hacia una nacionalización de la política. No soy universal porque soy de este mundo, soy universal a partir de un punto concreto, un barrio, una ciudad, de un país o una autonomía, y a partir de ese momento, puedo trascender para llegar a la universalidad. No obstante, el marxismo no ha entendido ni las autonomías, ni los nacionalismos y mucho menos los elementos subjetivos, psicológicos de las sociedades. ¿Cree usted que esta crisis del marxismo es definitiva?».
La respuesta del autor de Sobre Marx y marxismo no tiene desperdicio. No consigo dar con alguna coma que le sobre:
«La nacionalización de la política es uno de los procesos que más deprisa pueden llevarnos a la hecatombe nuclear. El internacionalismo es uno de los valores más dignos y buenos para la especie humana con que cuenta la tradición marxista. Lo que pasa es que el internacionalismo no se puede practicar de verdad más que sobre la base de otro viejo principio socialista, que es el de la autodeterminación de los pueblos. Lo que hay que hacer es criticar a muchos partidos de izquierda, marxistas o no, que han abandonado un principio fundamental como es el de la autodeterminación de los pueblos. Todo lo demás que dice usted en esta pregunta es pura moda neorromántica irracionalista, efecto de la pérdida de esperanzas revolucionarias.» [los énfasis son míos].
La verdad que contiene esa norma poliética es uno de los rasgos que también debe cultivar la izquierda transformadora, de allí o de aquí, cuando, por ejemplo, haga referencias a la situación en países latinoamericanos y a los desmanes abisales de las multinacionales de origen español
PS. Me olvidé antes. Sobre la crisis del marxismo, Sacristán respondió de forma muy escueta: «En cuanto a la crisis del marxismo: todo pensamiento decente tiene que estar en crisis; de maneta que, por mí, que dure».
Notas:
[1] Véase http://www.rebelion.org/
[2] En «Algunos atisbos político-ecológicos de Marx», una conferencia de 1983 recogida en Pacifismo, ecolgismo y polítca anternativa (Barcelona, Icaria, 1987, pp. 140-141, edición de Juan-Ramón Capella), Sacristán señalaba transitando por el mismo camino internacionalista: «[…] Los problemas de ecología política son problemas políticos, no ideológicos. Son, además, globales, internacionales. Es corriente a este respecto mencionar el perjuicio que ha sido para los países escandinavos la «limpieza» del cielo de Londres por el procedimiento de desplazar o hacer más altas las emisiones de polucionantes. Tanto el hecho de que se trata de problemas prácticos en otro tiempo no percibidos como tales cuanto el hecho de que su tratamiento ha de ser global son datos que ponen en quiebra la concepción tradicional moderna de la política, enmarcada en la idea del estado nacional de origen burgués. No hay manera de tratar estos problemas con criterios nacionales, y ante ellos el viejo buen sentido político y lo que el general Franco llamaba «el sagrado egoísmo de las naciones» resultan unas veces absurdos, otras suicidas y a menudo criminales».
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