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El neofascismo ucraniano, criatura de la oligarquía

Fuentes: Pravda

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín

Los acontecimientos acaecidos en Lvov, continúan dividiendo Ucrania. Se han convertido en una especie de papel de tornasol, que sirve para demostrar el cinismo del actual gobierno.

El martes, 10 de mayo, a las 8:38 (la hora quedó registrada por la agencia UNIAN) el gobernador de la región de Lvov, Mijail Tsimbaliuk, informaba de que «todos los actos relacionados con el Día de la Victoria en Lvov y en la región de Lvov se había desarrollado con normalidad». Curiosamente, la información terminaba con una sentencia: «Ninguna fuerza política tiene el monopolio de la verdad. La verdad solo es una y todos la deben conocer». No deja de ser sintomático que incluso la prensa alejada del nacionalismo radical, continúe confundiendo con titulares del tipo «El Día de la Victoria es un producto de la mitología soviética». «¿Se puede consolidar la nación ucraniana con los símbolos de la época totalitaria?». ¿Qué necesidad tiene Ucrania de enarbolar las banderas del «país de los caníbales»?

A juzgar por la conducta de los funcionarios de la presidencia, Víktor Yanukóvich cada vez se pliega más ante los nacionalistas.

El aquelarre fascista en Lvov, capital de la Galitzia ucraniana ha indignado a toda la opinión pública progresista del país. El líder del Partido Comunista de Ucrania, Piotr Simonenko, condenó en el parlamento los actos de los gamberros neofascistas, quienes están siendo manipulados por los líderes de las organizaciones nacionalistas extremistas, y en concreto por el partido denominado «Svoboda» (Libertad). Su brutal provocación, no hace otra cosa que volver a confirmar que la más sagrada de las fiestas, el Día de la Victoria, es para ellos, para los seguidores de la ideología nazi, para aquellos que se consideran herederos de los mercenarios hitlerianos y se pavonean de los crímenes de esos combatientes del Ejército Insurgente Ucraniano que juraron fidelidad al Reich, un hueso atravesado en la garganta.

Al mismo tiempo es el resultado de una política de estado irresponsable, que desde hace dos décadas le están imponiendo a Ucrania los representantes del gran capital y los cabilderos de las multinacionales.

Fue precisamente el capital oligárquico, quien liberó de la lámpara mágica al genio nacionalista y neofascista, recurriendo a diversas organizaciones profascistas en su lucha por el poder y el dinero, dividiendo al mismo tiempo al país y al pueblo ucraniano. Por desgracia, subrayó Simonenko, nos vemos obligados a constatar, que hay gente a la que la historia no le ha enseñado nada.

En nombre del grupo parlamentario del PCU en la Rada, propuso adoptar una ley que prohíba la propaganda del nazismo, al tiempo que llamó a adoptar las medidas más severas posibles en relación con los activistas de todas las formaciones extremistas sin excepción, se llamen como se llamen, y se reduzcan las dotaciones presupuestarias en los presupuestos de 2012 para las regiones que las destinan para aumentar las pensiones a los combatientes del «EIU» (UPA-OUN por sus siglas en ucraniano). Por el contrario, señaló Simonenko, los combatientes del Ejército Rojo, que pasaron por el crisol de la Gran Guerra Patria contribuyendo con su sacrificio al logro de la Victoria, se ven ahora condenados a soportar todo tipo de vejaciones por parte de los arrogantes funcionarios locales.

En toda una serie de centros regionales se han celebrado asambleas de los parlamentos locales, en los que los diputados han adoptado llamamientos al presidente Yanukóvich, a la Rada, al Consejo de ministros y a la Fiscalía con la exigencia de que enjuicien los «sucesos de Lvov desde el punto de vista legal», al tiempo que proponen crear una comisión que investigue los hechos que tuvieron lugar en esta ciudad el 9 de mayo. Los diputados «exigen responsabilidades de orden penal para todos los implicados en las agresiones a los veteranos en Lvov», así como «la prohibición de las actividades de la organización «Svoboda», por ser una organización extremista, que violenta la tranquilidad de Ucrania y provoca la división del país». En representación de diversas fuerzas políticas, entre las que se encuentra el Partido Comunista, se exige la disolución del parlamento local de la región de Lvov «por haberse desacreditado a sí mismo, no solo ante Ucrania, sino ante el mundo entero».

Pero sus esperanzas son vanas. El representante del presidente en la Rada, Yuri Miroshnichenko ya se ha apresurado a decir que: «Eso es imposible (la prohibición de «Svoboda»). El presidente no lo permitirá. Hay que poner fin a esto. No debemos verter más aceite al fuego».

Al mismo tiempo se ha mostrado indignado por el hecho de que la Duma de la Federación de Rusia, antes de adoptar la declaración: «relativa a las manifestaciones extremistas en la ciudad de Lvov, durante las celebraciones del Día de la Victoria», no haya consultado con los diputados del parlamento ucraniano. Pero cuando es el propio cónsul de Rusia, el que es objeto de ataques (por no mencionar la descarada connivencia con los fascistas), Rusia no puede callar.

Tampoco ha tardado en reaccionar el Ministerio de Exteriores de Ucrania, que se ha apresurado a mostrar su descontento con la tajante reacción de Rusia ante los sucesos del 9 de mayo en Lvov. Recientemente esta institución cumplió sin rechistar la petición del eurocomisario J.M. Barroso, que prácticamente prohibía al gobierno ucraniano recibir al presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, en los actos conmemorativos del 25 aniversario de la catástrofe de Chernóbil, lo que representa una grosera intromisión en los asuntos internos de un estado soberano, como parece que se considera a sí misma Ucrania.

Noticia relacionada: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=128224

Fuente: http://gazeta-pravda.ru/content/view/7821/34/