Al pronunciarse contra la Constitución europea, Laurent Fabius trastoca la situación política en Francia y en el PS. Sin por ello comprometerse en una oposición consecuente contra el liberalismo maastrchiano. Del «no» salvo si el presidente de la República reorientara su política europea a favor del empleo y contra las deslocalizaciones (declaraciones en France 2 […]
Al pronunciarse contra la Constitución europea, Laurent Fabius trastoca la situación política en Francia y en el PS. Sin por ello comprometerse en una oposición consecuente contra el liberalismo maastrchiano.
Del «no» salvo si el presidente de la República reorientara su política europea a favor del empleo y contra las deslocalizaciones (declaraciones en France 2 el 9 de septiembre), al «no» motivado por el texto de un tratado que impide «desarrollar una orientación progresista» (en el «Gran Jury de RTL-Le Monde» del 12 de septiembre), Laurent Fabius tiene dificultades claras para encontrar los términos exactos de su rechazo a la constitución europea, cuya ratificación debería ser sometida a referendum el próximo año. Evidentemente preocupado por su futuro presidenciable, el diputado de Seine-Maritime ha comprendido la profundidad del rechazo al liberalismo en Francia y en toda Europa. Adivina que en el seno mismo del Partido Socialista, se acentúa la presión para rechazar un texto que hará irreversible la dictadura de los mercados, la generalización de la competencia, la destrucción de los servicios públicos y el impulso de las políticas antisociales en el conjunto de la Unión.
Acepta pues un riesgo cuidadosamente calculado, que supone le permitirá reencontrar la sintonía con la fracción del electorado popular que le faltó a Lionel Jospin en abril de 2002. Un riesgo que piensa tanto más posible de asumir en la medida en que se acumulan los índices de una futura crisis de la construcción política de la Europa capitalista. Los problemas manifestados para formular un «no» claro y definitivo revelan sin embargo los límites de una postura.
Fabius fija, para su aprobación del tratado constitucional, condiciones que se ven difíciles de aceptar por Chirac. Denuncia el carácter casi irreversible de la mecánica puesta en marcha. Pero se guarda bien de extender su crítica a los tratados que el proyecto de Constitución integra, como los de Maastricht y Amsterdam. Al hacerlo, evita sabiamente toda mirada critica sobre la actitud pasada del PS, actitud que permitió a la máquina de destruir los derechos y conquistas del mundo del trabajo desplegarse a toda velocidad. No adopta ningún compromiso sobre las consecuencias prácticas futuras de su rechazo, y si toma el riesgo de abrir en el seno del PS una crisis importante -incluso explosiva-, entiende guardarse de entrar en una dinámica de oposición global a la lógica neoliberal. Es cierto que esto le obligaría a salir del marco de los dogmas financieros y monetarios instituidos desde hace más de diez años, a romper con los criterios de convergencia y el Pacto de estabilidad, a plantear la cuestión de una vuelta al control público del Banco Central europeo. Para la izquierda radical, así como para los sectores del movimiento social que se niegan a inclinarse ante la omnipotencia del dinero, el problema sigue sin resolverse en absoluto. Se trata de reunir de la forma más rápida posible a los defensores de un «no» de izquierda consecuente, es decir anticapitalista y antiliberal, a fin de plantear la cuestión de una alternativa política digna de ese nombre. Y no simplemente de una informe alternancia que se contentaría con introducir algunos matices en las orientaciones económicas y sociales proseguidas desde hace demasiado tiempo.
Por un «no» de izquierda unitaria.
Desde el mes de julio, se están encadenando una serie de reuniones entre partidos y corrientes militantes favorables a la organización de una campaña por un «no» de izquierda, anticapitalista y antiliberal, a la Constitución europea. Alrededor de la mesa se han reunido así animadores de la Fundación Copernic, representantes de formaciones políticas (LCR, PCF, Alternativa Ciudadana, corriente «Fuerza militante» del PS, MARS, Alternatifs), militantes comprometidos/as en los movimientos sociales o sindicales. De estas discusiones ha nacido un llamamiento que debería ya ser puesto para la firma de personalidades y ser hecho público de aquí a comienzos del mes de octubre, a la vez que permanece abierto al conjunto de los sectores que determinarán su posición en las próximas semanas. Se tratará luego de proseguir esta iniciativa en todas partes, en las localidades, los departamentos, las regiones, a fin de que la campaña se haga completamente militante y adquiera una fuerza de convicción en la opinión pública. La LCR se va a comprometer con todas sus fuerzas en esta batalla unitaria.