La carrera hacia la presidencia francesa acabará probablemente el próximo 6 de mayo, tras la segunda vuelta a la que concurrirán dos de los doce candidatos, pues es casi seguro que ninguno alcance la mayoría necesaria este domingo. La carrera parece en estos momentos cosa de tres, el derechista conservador Nicolas Sarkozy («Sarko»), la socialdemócrata […]
La carrera hacia la presidencia francesa acabará probablemente el próximo 6 de mayo, tras la segunda vuelta a la que concurrirán dos de los doce candidatos, pues es casi seguro que ninguno alcance la mayoría necesaria este domingo.
La carrera parece en estos momentos cosa de tres, el derechista conservador Nicolas Sarkozy («Sarko»), la socialdemócrata Ségolène Royal («Sego») y el «centrista» Francois Bayrou, ya que al ultraderechista Jean-Marie Le Pen le será difícil repetir los resultados de hace cinco años.
Más allá del candidato que finalmente se haga con el ansiado premio, el panorama político y social del estado francés, tanto en materia exterior como interna, tendrá una definición y una dirección u otra. El papel de Francia en el mundo, la propia identidad francesa, la inmigración, la regulación del mercado laboral y de los impuestos, las relaciones con Estados Unidos, el proyecto de Unión Europea o el acceso de Turquía a la misma, son temas, que en algunos casos han sido tratados ligeramente en la campaña, pero que en el futuro serán el epicentro de la materialización de ese proyecto de Francia que los candidatos mejor colocados intentarán desarrollar.
La identidad de Francia parece sumida en una cierta crisis, de la que los candidatos mejor colocados abogan por salir, para ello con diferentes matices y barnizando sus propuestas, todos ellos abogan por recuperar de una manera u otra esa identidad tan ligada al chauvinismo de otros años y a determinados discursos de los intelectuales de «gauche ou de droite». Cualquiera de los tres, Sego, Sarko o Bayrou se muestran como claros defensores de esa idea y no es previsible adivinar grandes diferencias entre ellos.
Política interna
La política interna del estado francés se aventura con importantes cambios tras las elecciones. Las propuestas en torno a la nueva regulación del mercado laboral, una forma metafórica para definir las alteraciones de las condiciones de trabajo, giran en torno a un claro abandono de la política de las 35 horas. La candidata socialdemócrata no duda en hablar de una «flexibilidad laboral» como seña de identidad de lo que ella presenta como una «modernización del país» y señala ese camino como solución a la situación creada tras la aprobación de la jornada de 35 horas, con la que se muestra muy crítica «porque concede demasiado poder» a la clase trabajadora.
Si esta es la propuesta de la candidata menos conservadora, no es difícil anticipar por dónde pueden ir las propuestas de «Sarko» o Bayrou. Para el primero, la aprobación de aquella ley supone «el mayor error que ha hecho Francia nunca», y aboga abiertamente por una «liberalización» de la jornada laboral, es decir un aumento significativo de la misma. Por su parte, el segundo, fiel a esa búsqueda por distanciarse de uno y otros (una reafirmación del estilo de «el centro soy yo») señala que esa ley tiene cosas buenas, pero que también contiene otras que se deberían cambiar.
El régimen de pensiones también estará sujeto a cambios. Los candidatos más conservadores ya han señalado su intención de buscar nuevas fórmulas (ligero ascenso de las mismas pero con más años trabajados, o sea, una jubilación más tardía), mientras que las propuestas de Royal no se ven cómo se llevarían a la práctica (por lo que desprenden un claro tufillo electoralista). Probablemente los tres candidatos sigan las líneas marcadas por la tónica liberalizadora, de privatizaciones y de la globalización del capital, que de desde hace años se impone en el mundo. Algo similar ocurre en torno a los impuestos, la salud o la educación. Los tres candidatos apuestan por reducir los impuestos, en el caso de Bayrou (defensor de las Pymes) o de Sarkozy (una rebaja de la imposición fiscal del 4%) la letra pequeña nos muestra su clara apuesta por una maniobra de la que claramente salen beneficiadas las clases altas o de mayor capacidad económica. Ségolène Royal por su parte dice que no subirá los impuestos, al tiempo que también preconiza ventajas fiscales para los empresarios.
La inmigración ha sido una de las banderas del conservador Sarkozy, dispuesto a seguir con la política de endurecimiento y persecución de buena parte de la comunidad emigrante que ya ha desarrollado durante sus años como ministro del interior. Sus descalificaciones racistas y xenófobas hacia esas comunidades, junto su puesta en práctica de una legislación reaccionaria en esa materia se presentan como la tónica a seguir en caso de que finalmente gane las elecciones. Su propuesta de crear un ministerio de «inmigración e identidad nacional» se interpreta como un intento de atraer a los votantes del ultraderechista Partido Nacional de Le Pen, al tiempo que señala sus intenciones ideológicas. Tanto Sarko como Bayrou muestran una tendencia a «dividir» entre buenos y malos inmigrantes, en definitiva a seleccionar a éstos en función de las necesidades del estado francés. La candidata del PSF también pone condiciones para adquirir la ciudadanía francesa (contrato de trabajo y tiempo de residencia).
Las naciones sin estado deberán seguir con sus propios impulsos para poder ejercer algún día el derecho de autodeterminación dentro del estado francés. Son conscientes que esa es la única vía para lograrlo, ya que de estos candidatos no se puede esperar nada que no vaya en clave de afianzamiento del centralismo de París.
Política exterior
La búsqueda de una nueva fórmula para articular nuevamente el proyecto de Unión Europea está en las agendas de los tres candidatos, a pesar de que en campaña hayan pasado sobre este tema sin grandes explicaciones, tal vez por el temor a lograr que los votantes del No a la Constitución Europea (mayoría en aquél referéndum, para el que los tres solicitaron el sí), se organizaran y les reste apoyos electorales. La persona que ocupe la presidencia francesa defenderá un nuevo tratado, pero la diferencia estará en la fórmula para su aprobación .Sego y Bayrou defienden el referéndum, mientras que Sarko, escaldado de la experiencia anterior, apuesta por una votación parlamentaria. Lo que no parece que deje lugar a muchas dudas es que la constitución europea como se nos ha presentado hasta ahora está «muerta» para el estado francés, y que una especie de mini-tratado puede ser su alternativa. También, cualquiera de los tres, intentará recuperar el peso de Francia en el mundo, con especial atención a África, donde desde las llamadas zonas francófonas, pretenderá aumentar su influencia y su presencia.
Uno de los temas más espinosos lo encontraremos en torno al proceso de adhesión o no de Turquía a la Unión Europea. Sarkozy ya ha señalado que su rechazo es absoluto y que no piensa admitir a aquel país en el club europeo. La candidata socialdemócrata no pondría obstáculos «de momento», mientras que Bayrou no ve con buenos ojos su integración «porque debilitaría la unión». Paralelamente apuestas los tres por la creación de entes de colaboración en el eje mediterráneo europeo y defienden también una eurozona central, otra forma de mostrar al existencia de miembros de primera y de segunda categoría.
También las relaciones con Estados Unidos estarán en la agenda presidencial francesa en los próximos meses. Al conservador Sarkozy se le ha definido como «el candidato de Washington», ya que públicamente ha mostrado su alineamiento con las tesis de Bush y sus recelos hacia sus vecinos alemanes. Es evidente que de resultar elegido presidente optará por relanzar el eje París-Washington muy deteriorado en los últimos años, sobre todo a partir del 11-s. En los otros dos candidatos, sobre todo en el caso de Royal, la tendencia se presume más en aras de una mayor colaboración en clave europea, con algunos de los estados de este continente.
Escenario político
Más allá del devenir que se nos presente tras el proceso electoral, conviene resaltar también algunos aspectos que estarían configurando claramente el escenario político francés, y que tras el 8 de mayo y las elecciones parlamentarias de junio puede acentuar esta tendencia. Algunos analistas señalan que en los próximos años, en función de los resultados de unos y otros, la escena política francesa estará protagonizada por un partido socialdemócrata (una especie de alianza del PSF y sectores del UMP de Bayrou), una izquierda «alternativa» que podría unir las potencialidades manifestadas por la ciudadanía en el rechazo a la Constitución europea y a la guerra contra Iraq, y una derecha agrupada en torno al UMP de Sarkozy (entendiendo que dentro de ésta y de su discurso tendría cabido y acomodo la llamada extrema derecha de Le Pen).
Es pronto para adelantar quién se hará con el sillón presidencial, e incluso quiénes competirán en la segunda ronda, pero lo que sí se está claro es que se está difundiendo lo que se ha llamado el espectro del 2002, donde a Sarkozy le tocaría desempeñar el papel de Le Pen (quien indirectamente puede ser el gran vencedor a pesar de salir derrotado, ya que ha logrado de facto una clara derechización de los tres candidatos mejor colocados), y contra el que se aliarían todas las demás fuerzas para evitar su triunfo. También está por ver el resurgir de maniobras y tensiones internas en los partidos «derrotados» en la primera vuelta, lo que influirá en la configuración o no del escenario antes citado.
POPULISMO
Alejados de la realidad del país, la clase política no duda en hacer gala de discursos populistas para intentar ocultar sus carencias y su falta de alternativas, optando por el discurso fácil pero sin compromiso.
A DISTANCIA
Los llamados partido sin militancia parecen que se imponen. La elección de Royal como candidata se hizo a través de Internet, y todos los candidatos (los doce) han contratado a una compañía norteamericana para «el pegado de carteles». La brecha entre el país real y el virtual creado por los políticos es cada día mayor.
PRESIDENCIALES
El poder del presidente (elige el primer ministro, puede disolver el parlamento) junto a las presiones para el padrinazgo de los candidatos son muestras de un sistema alejado de los principios que dice defender y son la clave para entender el entramado político e institucional del país.
VOTO ÚTIL
En la segunda vuelta, el mal llamado «voto útil» condicionará el resultado final. El voto a un candidato «menos malo» puede traer otros cinco años de recortes de las libertades y los logros sociales, privatizaciones, deslocalizaciones y mayores diferencias en la sociedad.
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)