En el Palacio del Elíseo, Benedicto XVI habló de «laicismo positivo» y reclamó una «comprensión más abierta» para la Iglesia.
Los vecinos del distrito cinco de París se despertaron con el barrio transformado: calles cortadas, barreras por todas partes, centenas de policías, de guardaespaldas, de autos con vidrios ahumados y de vehículos policiales formaron el compacto dispositivo de seguridad diseñado para recibir al papa Benedicto XVI. El sumo pontífice llegó el viernes a París en lo que es la primera visita de su pontificado a Francia y cuyo objetivo oficial consiste en conmemorar el 150º aniversario de la aparición de la Virgen María ante una pastorcita de la localidad de Lourdes.
Sin embargo, el jefe de la Iglesia Católica dedicó parte de sus discursos del día golpear la raíz de la cultura social y religiosa francesa, que es el laicismo. En materia de práctica religiosa Francia no es una país como los otros. El Estado francés está apoyado en una profunda cultura laica y ello explica en mucho el recelo con que, fuera de los círculos oficiales, la sociedad percibe la visita papal. Prueba de ello es la broma con que el matutino Libération promovió su edición del viernes. El diario desplegó pancartas en los kioscos que decían: «Milagro, el Papa apareció en Francia».
Inscripto en el primer artículo de la Constitución de 1958, el principio de la separación de la Iglesia y el Estado está definido como «uno de los pilares de la república». «Francia es una república indivisible, laica, democrática y social», dice el artículo. El laicismo francés tiene su base en una ley de 1905 que precisa que la república «no reconoce ni financia ningún culto», pero concede al ciudadano el derecho a practicar o no practicar una religión. Ello ha desembocado en una forma de libertad exquisita muy acunada en el corazón de Francia.
Pero la victoria de Nicolas Sarkozy en 2007 se tradujo en un cambio del discurso de los dirigentes políticos franceses en lo que toca a la religión. Sarkozy planteó así el concepto de «laicismo positivo». Cuando el presidente francés visitó hace poco el Vaticano, afirmó que ese concepto permitiría ver las religiones más como «una ventaja» que «un peligro». Sarkozy quiere así abrir espacios a las religiones en el campo público y político y promover un laicismo más abierto sin tocar el estricto principio de la separación entre Estado e Iglesia. Ayer, el jefe del Estado le ofreció al Papa un horizonte despejado para sus intervenciones.
Apenas llegó a la capital francesa, Benedicto XVI no tardó en promover una sociedad con un laicismo corregido. Cuando Sarkozy recibió al Papa en el Palacio del Elíseo, Benedicto XVI retomó el concepto de «laicismo positivo» y reclamó una «comprensión más abierta» de las relaciones entre Iglesia y Estado. El presidente francés dijo luego que «sería una locura privarnos» de religiones, «simplemente una falta contra la cultura y el pensamiento. Por eso pido un laicismo positivo».
En un discurso pronunciado ante 700 intelectuales y académicos reunidos en el colegio medieval de los Bernardinos, el Papa dijo que «sería fatal si la cultura europea de hoy llegase a entender la libertad sólo como la falta total de vínculos y con esto favoreciese inevitablemente el fanatismo y la arbitrariedad». Más tarde, en la catedral de Nôtre Dame, Benedicto XVI ofició unas vísperas antes de dirigirse a unos 70.000 jóvenes congregados la su explanada.
El Papa retomó entonces la línea de sus discursos anteriores y denunció la «superficialidad» de la «moral disoluta» al tiempo que lanzó una enésima advertencia contra el peligro de las «pseudosabidurías religiosas o filosóficas». El sábado, parte rumbo a Lourdes (sur de Francia) para conmemorar el aniversario de la aparición de la Virgen María. Los medios de prensa señalaban ayer que era una suerte de «misión imposible» que la idea según la cual la visita del Papa podía renovar el catolicismo en Francia pudiese realizarse. Las cifras están en contra de esa meta. Aunque la religión católica es la primera en porcentaje de creyentes, Francia es una sociedad mixta donde vive por ejemplo una gran comunidad musulmana de cinco millones de fieles y otra comunidad judía.
En Francia hay 35 millones de personas bautizadas sobre un total de 63 millones. Un sondeo difundido por la revista Le Monde des Religions reveló que, hoy, 51 por ciento de los franceses se considera católico contra 80 por ciento a principios de los ’90. Sólo el 10 por ciento de los católicos asiste regularmente a misa. La visita papal interviene así en un momento en que el catolicismo en Francia está en caída libre. En todo caso, el paso de Benedicto XVI movilizó un dispositivo de seguridad digno de una cumbre de varios jefes de Estado. 9200 policías y gendarmes, francotiradores, artificieros dotados con equipos que incluyen misiles tierra-aire y aviones caza participan en el imponente dispositivo de seguridad.
Las contingencias y los peligros terrenales convirtieron al Papa en una suerte de icono resguardado por la desmesura moderna de la seguridad policial. Los 500 manifestantes miembros de la asociación Manda a pasear al Papa, que manifestaron ayer por las calles de París contra la visita de Benedicto XVI, no tenían ninguna posibilidad de que el Papa se enterara de su presencia.