Mark Stone era el activista perfecto. Entregado a la causa del medio ambiente. Valiente y dispuesto a todo. Con los brazos llenos de tatuajes. Un tipo divertido y amigo de todos los voluntarios. Tan popular que montó una fiesta por su 40ª cumpleaños a la queasistieron 200 personas. Sólo había dos detalles que lo distinguían […]
Mark Stone era el activista perfecto. Entregado a la causa del medio ambiente. Valiente y dispuesto a todo. Con los brazos llenos de tatuajes. Un tipo divertido y amigo de todos los voluntarios. Tan popular que montó una fiesta por su 40ª cumpleaños a la queasistieron 200 personas.
Sólo había dos detalles que lo distinguían de los demás activistas. Comía carne y tenía dinero, lo que no estaba nada mal porque lo gastaba en la organización de movilizaciones. Y no se perdía ni una.
Demasiado perfecto. Stone era en realidad Mark Kennedy, policía infiltrado en el movimiento ecologista británico desde 2003. El mismo hombre que participó en la ocupación de la central nuclear de Hartlepool y otras muchas actuaciones era miembro de una unidad secreta de la policía tan aficionada a estas prácticas que el Ministerio de Interior puede verse obligado a empezar a controlarla.
Sus compañeros de organización se enteraron en octubre de 2010 después de encontrar un pasaporte con su foto y un nombre que no era el que conocían. Las sospechas habían comenzado unos meses antes. La policía neutralizó en abril una operación en la que los ecologistas pretendían entrar en la central eléctrica de Ratcliffe on Soar. 114 personas fueron detenidas en una escuela de Nottingham la víspera de la ocupación.
Kennedy estuvo implicado desde el principio hasta el final. Fue de los más activos y ofreció su casa para lasreuniones preparatorias. El alquiler por 900 euros de un camión para transportar el material se hizo a su nombre. Y fue él quien delató a los ecologistas. «Necesitábamos a alguien que supiera conducir y en el que se pudiera confiar. Mark era esa persona», dijo Bradley Day, uno de los activistas detenidos.
Perdón y confesión
Cuando fue descubierto, lloró y pidió perdón. Lo que no esperaban sus jefes es que Kennedy les contara a sus traicionados compañeros que él no era el único infiltrado.
La noticia saltó la semana pasada cuando la Fiscalía decidió retirar los cargos contra seis detenidos. Otros 20 ya habían sido condenados a penas menores. Tras siete años como espía, Kennedy se había pasado al otro lado y estaba dispuesto a testificar a favor de los acusados.
La acusación se vino abajo al presentar la defensa unos documentos que probaban el alcance de lo que en inglés se llama «agente provocador».
Desde entonces, y gracias al diario The Guardian, se ha sabido de otros dos infiltrados, el último un agente que formaba parte de un grupo anarquista de Gales desde 2005. «Yo no hacía nada malo. No violé ninguna ley», dijo ayer una joven de 29 años que tuvo una relación con el policía.
La policía británica ha puesto en marcha dos investigaciones diferentes sobre estos sucesos porque se han podido ocultar pruebas que absolverían a personas condenadas. No es un delito engañar a los ecologistas, pero sí a los tribunales.
Fuente: http://www.publico.es/internacional/356459/el-policia-que-se-tomo-muy-en-serio-su-mision-de-espia