El fracaso de la reciente cumbre de la Unión Europea (UE) para discutir el presupuesto comunitario del período 2014-2020 puso en evidencia las grietas provocadas por la crisis financiera y las disparidades en el desarrollo de sus miembros. Muy distante de lo que hasta hace pocos años se denominó la «Europa solidaria», en la reunión […]
El fracaso de la reciente cumbre de la Unión Europea (UE) para discutir el presupuesto comunitario del período 2014-2020 puso en evidencia las grietas provocadas por la crisis financiera y las disparidades en el desarrollo de sus miembros. Muy distante de lo que hasta hace pocos años se denominó la «Europa solidaria», en la reunión de marras se enfrentaron dos grupos de países determinados a defender sus intereses a toda costa, lo que dio al traste con la cita y obligó a retrasar el tema hasta principios del año próximo.
Como se conoce, un presupuesto es mucho más que una simple suma de ingresos y gastos. Es el reflejo de una voluntad política expresada por medio de la definición de las prioridades y las metas para un plazo determinado.
Más que el monto, lo que determina su verdadero carácter es la forma en que se invierte y esto adquiere una mayor importancia en momentos de crisis, como la existente en estos momentos en algunos miembros de la UE.
Varias de las economías más fuertes del bloque, entre ellas Reino Unido, Alemania, Dinamarca, Holanda, Suecia y Finlandia, exigen mayores recortes en el gasto, sobre todo en temas sensibles como la Política Agraria Común (PAC) y los fondos de cohesión.
El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, presentó un proyecto original que contenía ajustes en estos dos renglones por 80 mil millones de euros, pero eso fue considerado insuficiente por Londres y Berlín, que exigían 10 o 20 mil millones más de austeridad.
Esta postura chocó con los intereses de las naciones sometidas a los embates de la crisis del euro, como Grecia, Italia, España, Portugal, Irlanda y Francia, que hicieron causa común para ampliar, o al menos conservar, las ayudas contempladas en el casi a punto de fenecer presupuesto de 2006-2013. Uno de los principales asuntos en disputa es la PAC, en la cual están establecidas las ayudas directas a los agricultores que representan el 34,5 por ciento del total de los gastos programados por la UE.
Para países como Francia, Portugal y España, entre otros, las subvenciones contempladas en este fondo son una sombrilla para proteger a sus granjeros de los efectos de la crisis.
En el caso del país galo, primera potencia agrícola de la UE y segundo exportador mundial de alimentos, después de Estados Unidos, el recorte de estos gastos sería una verdadera catástrofe, porque el 73 por ciento de pequeños y medianos productores se benefician de ellos. Víctima de una prolongada etapa de desindustrialización, la economía francesa tiene sus pilares en los servicios, sobre todo el turismo, y la agricultura, por lo que defender los subsidios es una cuestión de sobrevivencia.
Ello explica la posición del presidente François Hollande durante la cumbre, sobre todo frente al primer ministro británico David Cameron, cuyo gobierno no sólo exige recortes, sino también reclama una disminución en sus aportes a la caja común.
«No puedo aceptar que algunos países de los más ricos en la Unión Europea vengan a pedir cheques, rebajas y descuentos», dijo Hollande tras el anuncio del fracaso de la cumbre.
Un caso similar ocurre con los llamados Fondos Estructurales de Cohesión, donde se incluyen numerosas contribuciones para financiar el desarrollo en los países con menor crecimiento de la UE, que en el presupuesto 2006-2013 representaron el 35 por ciento de los egresos.
Originalmente estos recursos se programaron para compensar en parte las diferencias de algunas economías pequeñas de reciente ingreso, como los países del este europeo, más Chipre y Malta.
En los últimos años, sin embargo, se convirtieron en una tabla de salvación para los afectados por las turbulencias del euro, y su pérdida les causaría graves perjuicios a ellos y a la moneda común.
A pesar de estas advertencias, Alemania y Reino Unido permanecen inconmovibles en su postura de exigir más recortes, apuntalados por serias presiones políticas en sus respectivos países.
Cameron debe enfrentar en el Parlamento británico al sector denominado antieuropeo del partido conservador, que le exige arrancar las mayores compensaciones posibles al bloque y hacer los menores compromisos para su mantenimiento.
Mientras, la canciller federal alemana, Ángela Merkel, tiene el año próximo cruciales elecciones legislativas y, si quiere mantener el puesto, debe complacer a los miembros de su coalición que le piden otorgar cada vez menos ayudas a los países de la eurozona en dificultades.
Todavía no hay fecha para la próxima cumbre de la UE, pero ya Van Rompuy y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, fueron encargados de iniciar las complicadas negociaciones para tratar de cerrar las grietas y acercar las dos posiciones.
El presupuesto comunitario para 2014-2020 no es exageradamente abultado, representa un poco menos del uno por ciento del Producto Interno Bruto regional, algo así como un billón de euros para los siete años.
A pesar de ello, cuando la crisis ya se instaló en una parte de la región y toca a las puertas en el resto, la recaudación y distribución justa de los recursos, en un mundo donde la competencia no deja lugar a la solidaridad, puede ser, ni más ni menos, que una misión imposible.
*Corresponsal de Prensa Latina en Francia.
Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=766481&Itemid=1