El reciente comunicado de la Independent Monitoring Comisión (IMC) sin decir todo lo que piensa apunta claramente en la dirección que todos estaban esperando. Es más que evidente que ese engendro de comisión, parido para contentar alguna de las muchas rabietas políticas que mantuvo el hoy olvidado David Trimble, cuando era líder del entonces primer […]
El reciente comunicado de la Independent Monitoring Comisión (IMC) sin decir todo lo que piensa apunta claramente en la dirección que todos estaban esperando. Es más que evidente que ese engendro de comisión, parido para contentar alguna de las muchas rabietas políticas que mantuvo el hoy olvidado David Trimble, cuando era líder del entonces primer partido unionista , el UUP, no podía ir mucho más allá. Su función siempre ha sido marcar los valientes movimientos republicanos y restar importancia a los mismos, cuando no poner en tela de juicio el compromiso del Sinn Féin y del IRA para con el proceso de paz.
Sin embargo, en esta ocasión el margen de maniobra era muy escaso, y no le ha quedado más opción que anticipar y dilatar en el tiempo su segundo comunicado. Éste se espera para enero del 2006, y entonces su claridad no debiera dejar lugar a la duda, a pesar de que algunos popes del unionismo seguirán con su campaña.
Desde que el proceso de paz en Irlanda se puso en marcha los obstáculos han llenado su camino. En este tiempo los llamados «segurócratas», todos aquellos que durante los años del conflicto han vivido a costa del sufrimiento y el dolor de muchas familias, y que no tiene ningún reparo en apostar por la prolongación del mismo, ya que esa es su única forma de vida, han buscado una y otra vez reventar la marcha del mismo. Filtraciones a la prensa de las que algunos medios se hacían eco «desinteresadamente», actuaciones policiales contra el movimiento republicano que con el tiempo se desvanecen en el aire, bien por falta absoluta de pruebas o bien por la nula credibilidad judicial que reportan.
La actitud de los gobiernos de Londres y Dublín también tiene su debe en estas complicaciones o atascos del proceso. Su talante tolerante hacia la intransigencia unionista y hacia las demandas de los líderes de esa comunidad han contribuido a que los partidos unionistas sigan manteniendo una postura ambigua ante el conjunto del proceso de paz, cuando no se ha ampliado el rechazo al mismo entre buena parte de los unionistas.
Temores
Lo cierto es que tras algunos meses de impase el horizonte del proceso de paz irlandés aparece más despejado, aunque todavía sea pronto para lanzar las campanas al vuelo. Y paralelamente a esta situación, y ante lo que debía ser motivo de agrado para el conjunto de la clase política irlandesa, ya que se acerca el escenario que durante décadas han demandado, esos dirigentes no pueden ocultar el temor que les recorre por sus cuerpos. Tras años reclamando al movimiento republicano pasos para alcanzar el contexto ideal, y cuando éste está más cerca que nunca, esas clases dirigentes observan que su privilegiada posición puede estar llegando a su fin. Y eso de perder el trozo de pastel que durante los años del conflicto se han venido repartiendo no les hace ninguna gracia. Ni a los unionistas ni a los dirigentes del sur de la isla.
Parece evidente que los defensores «de las reglas del juego democrático» no tienen muchos reparos en saltárselas cuando se trata de defender sus garbanzos, y no les importa la voluntad que puedan manifestar aquellos a los que dicen representar, y mucho menos el del conjunto de la ciudadanía.
Las protestas unionistas, tanto las violentas algaradas callejeras, el sangriento enfrentamiento entre los paramilitares lealistas (con varios muertos estos meses) como las salidas de tono a cargo de la parte más reaccionaria del unionismo, no hacen sino desvirtuar el horizonte que se avecina. Esta táctica de rechazo sistemático a toda medida de cambio ha sido utilizada durante más setenta años por las élites unionistas. El resultado de esa estrategia está quedando al descubierto y para intentar mantener la venda sobre los ojos de su comunidad, alimentan a las clases más desfavorecidas de la misma con altas dosis de miedo y temor al cambio que puede producirse. Por todo ello, una vez encaminado el proceso de paz, ya es hora de que los gobiernos de Londres y Dublín pongan fín a esa situación, y hagan ver a los dirigentes unionistas que su actitud obstruccionista no es de recibo.
Pero también es hora para que la comunidad unionista despierte de ese letargo y sea consciente que la defensa de sus intereses no está hoy por hoy, como tampoco lo ha estado históricamente, en manos de sus dirigentes. En esta nueva coyuntura se hace imprescindible que esa comunidad tenga unos líderes que sepan defender los intereses de todos, y sobre todo que acepten con naturalidad que los cambios que se están produciendo son en beneficio del conjunto de la población. Y además, debe comprender que el régimen de privilegios es cosa del pasado, de un pasado que sólo se han beneficiado los dirigentes, y prueba de ello es la grave situación económica que atraviesa buena parte de la comunidad unionista.
Retos republicanos
Cuando el proceso de paz se puso en marcha algunos dudaron de su eficiencia. Probablemente, la lectura del mismo desde una óptica a corto o medio plazo les hacía albergar serias dudas sobre el proceso. Otros por su parte esperaban que el inicio de ese camino supusiese una grave crisis de identidad para el disciplinado movimiento republicano, e incluso el principio del fin de la alternativa republicana.
Nada de eso se ha materializado, al contrario, las expectativas del conjunto del movimiento republicano son más grandes que nunca. Los riesgos que ha asumido en su conjunto parecen estar dando la razón a los que en su día apostaron claramente por iniciar el largo camino del proceso de paz.
Tal vez sean las palabras de un dirigente del Sinn Féin, Martin Ferris, las que mejor puedan definir la actual situación. «No tenemos miedo a que la decisión del IRA de poner fin a su campaña armada acabe con la militancia del Movimiento Republicano. Entendemos las oportunidades que la histórica decisión del IRA nos ofrece para avanzar hacia nuestras metas y nuestros objetivos políticos. Somos republicanos. Somos revolucionarios. Trabajamos por un cambio económico, político y social.
Desde el sistema y el establismenth nos ven como una amenaza, y no se equivocan. Somos como una espina a su lado. Estamos decididos a lograr la igualdad para toda la población de esta isla. No somos solamente nacionalistas, somos internacionalistas. Y llevamos a cabo de forma militante esas creencias, a través de campañas de lucha armada, como lo hicimos en el pasado, de movilizaciones de masas o política electoral. Rechazamos que se nos catalogue o limite por definiciones de militarismo. No nos equivoquemos, compañeros, nuestro pasado colectivo permite que construyamos y nos convirtamos en una fuerza para el futuro. Y es por eso por qué nos temen».
Las buenas expectativas electorales del movimiento republicano y la posible materialización de la unidad de Irlanda ya no están en un horizonte muy lejano. Y eso también es algo que modificará profundamente los cimientos del actual estatus político de la isla.
Es cierto que todavía no se ha acabado el proceso, pero es evidente que la consecución del mismo traerá a Irlanda una situación de Paz, pero entendida ésta no sólo como la ausencia del conflicto armado, sino de una realidad de cambio que haya puesto fin también a las raíces que propiciaron el conflicto que durante tantos años ha protagonizado la vida política de Irlanda.
GAIN