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El rechazo valón del CETA, un nuevo contratiempo para el libre comercio

Fuentes: Le Monde Diplomatique

Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos

Cuando los jefes de Estado de Canadá y de los países miembros de la Unión Europea se disponían a reunirse en Bruselas el 27 de octubre [de 2016] para adoptar el texto del Acuerdo Económico y Comercial Global (AECG, más conocido por su acrónimo inglés CETA), dos parlamentos regionales belgas acaban de oponer su veto. ¿Bastará esta decisión para enterrar ese proyecto? Nada es menos seguro. Sin embargo, un nuevo estudio presentado al parlamento de Valonia afila los argumentos económicos de quienes se oponen al proyecto identificando, con el apoyo de cifras, a sus únicos beneficiarios, los inversores.

«El acuerdo que hemos cerrado con Canadá es el mejor acuerdo comercial que haya cerrado nunca la Unión Europea». ( 1 ) En junio de 2016 el presidente de la Unión Europea (UE) Jean-Claude Juncker no ocultaba su entusiasmo por el CETA. En ese momento se le reprochó quemar etapas: el acuerdo no se había «cerrado», sino negociado.

El CETA todavía tenía que ser validado por el Consejo de Ministros y los jefes de Estado europeos entre los días 18 y 27 de octubre antes de ser sometido al Parlamento Europeo en la primavera próxima. El Parlamento Europeo, de mayoría conservadora, habría debido autorizar el establecimiento provisional del acuerdo en el conjunto de los países europeos en espera de que los parlamentos nacionales lo ratifiquen. Esos parlamentos hubieran gozado de un margen de maniobra muy relativo ya que el texto impide que sus votaciones tengan efecto de suspender [el acuerdo]. En otras palabras, los parlamentarios de los diferentes países se habrían podido expresar acerca de la participación o no de su nación en el acuerdo, pero no sobre su establecimiento.

En estos momentos se podría retrasar e incluso poner en entredicho la realización de este escenario esperado. En efecto, esta semana los parlamentos regionales de la Federación Valonia-Bruselas y de Valonia llamaron a la revuelta contra la agenda comercial (neo)liberal de la Comisión Europea y aprobaron resoluciones que prohíben a su gobierno federal firmar el acuerdo, lo que pone a los jefes de Estado de toda la UE en un aprieto.

Los acuerdos comerciales «de nueva generación»: objetivos y medios

El CETA pertenece a los acuerdos comerciales llamados «de nueva generación», como el Gran Mercado Transatlántico (GMT) o el Acuerdo sobre el Comercio de los Servicios (ACS). Al igual que estos otros acuerdos que, mucho más allá de simples cuestiones de comercio, ambicionan crear unas reglas que liberalicen aún más las economías y las sociedades, el CETA se propone cuatro grandes objetivos: suprimir las últimas tarifas aduaneras en vigor entre Canadá y la UE; eliminar las «trabas al comercio» llamadas no tarifarias, es decir, las reglamentaciones técnicas, sociales, sanitarias e incluso medioambientales que frenan los intercambios; establecer un dispositivo de resolución de las diferencias entre inversores y Estados, los tribunales de arbitraje privados ; y liberalizar aquellos sectores de actividad demasiado poco sometidos a las leyes de mercado y de la competencia internacional (educación, sanidad, mercados públicos, cultura, etc.). En la cohorte de acuerdos de libre comercio que negocia actualmente la UE el CETA parecía ser el mejor situado para concluir próximamente.

Opacidad crónica

Las negociaciones (secretas) sobre el CETA, que fueron inauguradas en 2008 por el exprimer ministro canadiense Stephen Harper y el expresidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso, duraron seis años. Estuvieron enmarcadas por el ejércitos de lobbistas también implicados en las discusiones acerca del GMT, y concluyeron el 26 de septiembre de 2014 cuando ambos dirigentes políticos firmaron un texto común. Aunque se tildó de «final», sin embargo conoció diferentes enmiendas cosméticas, sobre todo con el fin de modificar el controvertido dispositivo de los tribunales de arbitraje privados, que el mandato de los negociadores no mencionaba. No hubo pánico alguno por parte de las multinacionales: la nueva fórmula les sigue permitiendo exigir a los Estados indemnizaciones ilimitadas cuando consideren que sus beneficios se han visto mermados por decisiones políticas (por ejemplo, por un aumento del salario mínimo o una tasa de carbono), incluso sin haber invertido todavía un solo euro.

Actualmente las negociaciones están cerradas y han concluido un texto de 1.600 páginas, sin índice: por consiguiente, los ciudadanos que no dispongan del tiempo necesario para sumirse en la lectura del texto hecho público el 29 de febrero de 2016 deberán confiar en la palabra de los negociadores.

El CETA generador de crecimiento, ¿según qué modelo económico?

Los promotores del CETA justifican su postura mencionando la «ciencia económica». ¿Acaso no proclama esta que el libre comercio beneficia a todos? En efecto, diferentes estudios calcula que la adopción del CETA se traduciría en aumentos de crecimiento del producto interior bruto (PIB) europeo. Cuatro investigaciones en total ( 2 ), financiadas directa o indirectamente por la Comisión Europea o el gobierno canadiense, predicen un crecimiento suplementario del PIB que varía del 0,03 % al 0,76 % para Canadá y del 0,003 % al 0,08 % para la UE.

Pero, ¿de qué ciencia económica se trata ( 3 )? El «consenso científico» que dibujan estos cuatro estudios sigue el de la teoría económica neoclásica, muy desacreditada por la crisis financiera de 2008. Los economistas surgidos de esta escuela abordan su objeto de estudio a través de los mismos anteojos epistemológicos con los que Isaac Newton observaba el universo físico en el siglo XVII: la economía les parece un universo movido por unas fuerzas naturales cuya energía se conserva, tiende a volver a un equilibrio predefinido y cuyo conocimiento perfecto en un momento t permite predecir todos los estados futuros con un grado de certidumbre cuantificable.

¿Qué hipótesis de trabajo hay tras las proyecciones de los modelos?

Los cuatro estudios mencionados se basan todos ellos en el mismo modelo estático de equilibrio general calculable (EGC) del Global Trade Analysis Project (GTAP, Proyecto de Análisis del Comercio Global). En el universo panglossiano* de este modelo, nada de capitales ociosos, nada de paro ni de desigualdades: todos los hogares disponen de las mismas aptitudes para trabajar y de la misma cantidad de capital, sin embargo, la mano invisible del mercado garantiza la utilización óptima y permanente de todos los recursos productivos. Aquí no hay costes macroeconómicos y sociales en la profunda liberalización de los intercambios y de las sociedades, ni en la necesaria transición «dinámica» que implica (búsqueda de empleo, traslados, pérdida de cualificaciones, formación continuas, cierre de fábricas, préstamos comerciales, etc.).

Sin ánimo de ofender a la Comisión Europea, la economía neoclásica no es la única. El estudio que hemos realizado ( 4 ) se basa en las proyecciones económicas dinámicas del Global Policy Model (GPM), utilizado desde 2008 en las Naciones Unidas. Plantea la posibilidad de que una economía no funcione a pleno rendimiento, conozca paros y desigualdades, así como la existencia de efectos de retroacción. En efecto, el proceso de concentración del capital puede amenazar a su acumulación. Comprimiendo los salarios, las desigualdades cada vez mayores reducen el poder adquisitivo de la mayoría de los consumidores, sin estimular por eso la inversión privada inhibida por unas perspectivas de ventas que disminuyen. En vez de obligar a la economía observada a volver a su «equilibrio natural» predefinido (una atención característica de los modelos neoclásicos) el GPM tiene en cuenta el fenómeno de histéresis por el cual las trayectorias futuras de las economías observadas están influenciadas por los acontecimientos pasados.

Además, nuestra modelización del CETA no se limita, por consiguiente, a simular una simple disminución de los costes bilaterales del comercio entre Canadá y la UE, como hacen los estudios neoclásicos que abordan el CETA como un acuerdo de naturaleza puramente comercial. Tenemos en cuenta sus implicaciones políticas plausibles.

En nuestra opinión, la intensificación de las presiones competitivas y la financiarización acrecentada de las economías transatlánticas tras el establecimiento del CETA llevarán a las empresas a luchar para defender sus cuotas de mercado disminuyendo los costes de producción, es decir, principalmente la masa salarial, al tiempo que tratan de aumentar el valor bursátil de sus empresas, esto es, los beneficios. No obstante, los empleos destruidos no serán sustituidos «naturalmente» por otros empleos, tal como lo imaginan los modelos neoclásicos. Por lo tanto, el fenómeno podría llevar a un aumento del paro y a una presión a la baja sobre los ingresos de los trabajadores.

De la misma manera, una nuevas obligaciones (principio de lista negativa, existencia de un tribunal de arbitraje privado, etc.) y el peso político cada vez mayor de las multinacionales y de los inversores extranjeros van a intensificar las presiones ejercidas sobre los gobiernos y reducir su margen de acción para determinar los ingresos, balances presupuestarios y gastos públicos. Los recortes que afectan a los ingresos y gastos del Estado, cuyo objetivo es favorecer la rentabilidad del sector privado y su expansión a unas esferas que hasta entonces quedaba la margen del mercado y la competitividad internacional, podrían crear un vacío que en un entorno económico moroso no se colmaría «naturalmente» por medio de un aumento del consumo de los hogares, por medio de inversiones privadas o por medio de una demanda procedente del extranjero, tal como se impondría en el universo idealizado de los modelos neoclásicos.

Nuestras simulaciones comparan dos escenarios diferentes: un escenario de base «sin CETA» y otro «con CETA». Por lo tanto, las variaciones (por ejemplo, unos niveles de PIB) se interpretan en términos relativos entre ambos escenarios. Hemos elegido un horizonte de siete años para adaptarnos al del estudio de referencia de 2008 y facilitar la comparación. Teniendo en cuenta el crecimiento de las exportaciones bilaterales entre Canadá y la UE, así como los costes y los recortes ignorados a propósito en los modelos neoclásicos (y sus efectos de retroacción), nuestras proyecciones bosquejan un cuadro menos luminoso. Estos algunos de nuestros resultados.

Impacto del CETA teniendo en cuenta los costes económicos y sociales

Siete años después de su establecimiento el CETA podría desviar una parte de los flujos comerciales europeos y debilitar la integración europea con el pretexto de mejorar la «competitividad» internacional. El acuerdo destruiría unos 204.000 en Europa y llevará a una compresión de los aumentos de salario equivalente a una pérdida anual media de 651 euros por empleado, con lo que transferirá por ello un 0,66 % del PIB europeo de los trabajadores a quienes poseen el capital. Al final, el nivel del ingreso interior bruto de la UE habrá disminuido un 0,49 % de aquí a 2023 (siempre en relación al escenario de base), una pérdida de ingresos inferior a un aumento de los ingresos del capital. Como los efectos de redistribución exceden a los efectos de crecimiento, quienes poseen el capital saldrían ganado de este escenario, a pesar de una disminución relativa del PIB europeo.

En Francia e Italia, donde los salarios y el tamaño del sector público superan en general la media europea, los esfuerzos requeridos para participar en la «carrera de la competitividad» serían aún más significativos. En el caso de Francia, 45.000 empleos destruidos, reducción de 1.331 euros en los ingresos medios anuales de los empleados y un 0,65 % de disminución del PIB. En Italia, pérdida de 42.000 empleos, reducción de 1.037 euros en los ingresos medios anuales de los empleados y una caída del 0,78 % del PIB.

En Alemania calculamos una pérdida de 19.000 empleos, relativamente menor, pero en el origen de una disminución del salario anual medio de 793 euros, que disminuye el consumo y amputa un 0,37 % del PIB. En Reino Unido (si participara del acuerdo), la reducción de la proporción de la riqueza correspondiente al trabajo y la erosión del peso del sector público que han tenido lugar en las últimas décadas limitarían el impacto de CETA: 9.000 empleos perdidos, 316 euros menos por trabajador al año y un PIB con un 0,23 % menos a lo que habría sin CETA. Para los demás países europeos los efectos medios se situarían entre los de Reino Unido y los de Alemania. Por lo que se refiere a Canadá, cuyos trabajadores y sector público estarían sometidos a unas presiones competitivas más intensas que los países europeos, perderá 23.000 empleos y verá cómo se le amputan 1.788 euros al salario anual (esto es, una transferencia del 1,74% del PIB al capital) para un PIB en retroceso del 0,96 % en relación al escenario de base.

Tal como está, el CETA es malo para la economía y para la sociedad

Según nuestras simulaciones basadas en unas hipótesis de trabajo más plausibles en nuestra opinión que los modelos panglossianos de la economía neoclásica, el CETA beneficiaría únicamente a los inversores. Por consiguiente, si los parlamentarios (europeos y nacionales) adoptaran este texto sugerirían que solo representan a esta categoría de la población.

Notas:

( 1 ) Citado en » Jean-Claude Juncker étonne les capitales «, AFP, París, 30 de junio de 2016.

( 2 ) Cameron, Richard A., y Constantin Loukine (2001) » Canada – European Union Trade and Investment Relations : The Impact of Tariff Elimination » (PDF), Canadian Department of Foreign Affairs and International Trade.

– Hejazi, Walid y Joseph Francois (2008) » Assessing the Costs and Benefits of a Closer EU-Canada Economic Partnership » (PDF), un estudio conjunto de la Comisión Europea y el gobierno de Canadá.

– Kitou, Elisavet y George Philippidis (2010) » A Quantitative Economic Assessment of a Canada-EU Comprehensive Economic Trade Agreement «, presentado en la XIII Conferencia Anual sobre Análisis Económico Global (13th Annual Conference on Global Economic Analysis), Penang, Malaisia.

– Kirkpatrick, Colin, Selim Raihan, Adam Bleser, Dan Prud’homme, Karel Mayrand, Jean Frederic Morin, Hector Pollitt, Leonith Hinojosa y Michael Williams (2011) » Trade Sustainability Impact Assessment (SIA) on the Comprehensive Economic and Trade Agreement (CETA) between the EU and Canada : Final Report (PDF).

( 3 ) Véase Manuel d’économie critique de Le Monde diplomatique, 2016.

* N. de la t.: «Panglossiano» es un término que proviene del nombre de Pangloss, personaje de Cándido, de Voltaire. El término se refiere a un optimismo infundado como el de este personaje.

( 4 ) » CETA Without Blinders : How Cutting ‘Trade Costs and More’ Will Cause Unemployment, Inequality and Welfare Losses «, GDAE Working Paper 16-03.

Pierre Kohler es un economista del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DAES) de la ONU. Servaas Storm es profesor de economía de la Universidad de Delft (Países Bajos).

Fuente: http://www.monde-diplomatique.fr/carnet/2016-10-14-Rejet-du-Ceta-accroc-libre-echange

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a los autores, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción