Los servicios de Inteligencia alemanes están copando de nuevo los principales titulares de los medios de comunicación después de que el semanario «Der Spiegel» revelara que el servicio secreto interior «observa» a una veintena de diputados del Die Linke, lo que coincide con el balón de oxígeno dado por el Estado al neonazismo.
Uno de los mayores problemas de los servicios de Inteligencia de la República Federal de Alema- nia es que sus estructuras y hábitos siguen aferrándose a las máximas de la Guerra Fría, finalizada en 1990 con la unificación los dos estados alemanes. A pesar de ello, el servicio secreto interior sigue haciendo gala, por un lado, de su anticomunismo y, por otro, de cierto filonazismo.
El año pasado quedó patente que la institución, llamada oficialmente «Protección de la Constitución», ha sido incapaz de dar con un grupo de violentos neonazis que mataron a diez personas a lo largo de trece años. A pesar de que ese servicio secreto cuenta con una oficina federal (BfV) y 16 regionales (los LfV), sus agentes no fueron capaces de detener a los integrantes de la autodenominada «Clandestinidad Nacional-Socialista» (NSU) o no quisieron hacerlo. Este extremo deberá ser aclarado por varias comisiones de investigación parlamentarias constituidas tanto en el ámbito nacional como regional.
En este contexto, la información publicada por el semanario «Der Siegel», según la cual veintisiete diputados federales de los 76 del grupo parlamentario del partido socialista Die Linke están bajo «observación» del BfV, ha suscitado algunos interrogantes, como el de «¿no tienen otra cosa que hacer?».
En la jerga del espionaje alemán «observar» significa que, en este caso, el BfV se limita a recoger cualquier tipo de información pública sobre la persona en cuestión. Por lo general, se trata de comunicados de prensa, folletos, entrevistas, artículos y otras publicaciones. «Monitorear», por contra, implica que los agentes emplean métodos especiales, como por ejemplo la intervención de la comunicación telefónica o el recurso a confidentes.
Ambos términos forman parte de un juego semántico que sirve más bien para tranquilizar la conciencia de determinados políticos y de los jueces que tengan de juzgar dichos casos, pero en la realidad sólo el servicio secreto sabe cómo ha conseguido sus informaciones. Dado que el BfV y los LfV están adscritos a los respectivos ministerios de Interior, su espionaje es «político», ya que, por lógica, sirve en primer lugar a los partidos en el poder.
De hecho, todo ciudadano alemán tiene derecho a que los servicios secretos le informan sobre la «inteligencia» que han acumulado entorno a él, pero, como dice el dicho, «quien hace la ley, hace la trampa». Con la ayuda de letrados y tribunales varios diputados del Linke han logrado que el BfV les muestre sus dossieres. El del responsable de Asuntos Exteriores, Wolfgang Gehrcke, consta de 5.000 páginas. Unas 600 no le han sido entregado y en el caso de otras 571 páginas, el Ministerio de Interior federal le ha explicado el porqué de la negativa. Setecientas más están ilegibles ,porque el servicio secreto ha tachado todas las informaciones relevantes. «Incluso la fecha de nacimiento estaba mal» titulaba el diario del partido «Neues Deutschland» al respecto.
El germanooccidental Gehrcke lleva medio siglo militando en varias organizaciones de izquierda, desde el ilegalizado Partido Comunista de Alemania (KPD) hasta el Die Linke, pasando por el legal Partido Comunista Alemán (DKP). Hace poco el supuesto «enemigo de la Constitución» estuvo en el cumpleaños del ministro de Relaciones Exteriores, el liberal Guido Westerwelle, al que saludó personalmente. Cerca de Gehrcke se encontraban la canciller, Angela Merkel, y el ministro de Defensa, Thomas de Maizière.
Mientras el ministro de Interior federal, Hans-Peter Friedrich, justifica que unos siete agentes se ocupen del control del Linke, su compañera de Gabinete, la liberal Sabine Leutheusser-Schnarrenberger (FDP), considera que sería «inaceptable» la confirmación de que se monitorea a diputados que, como Gerhcke, llevan una década en el Parlamento.
De hecho la mayoría de los 27 espiados pertenecen justamente al denominado «ala reformista» del Linke que no quiere «revolucionar» el Estado, sino como mucho reformarlo junto con el Partido Socialdemócrata (SPD) y los Verdes. Esa falta de lógica aplicada por el servicio secreto se extiende hasta la cúpula del Linke: La copresidenta Gesine Lötsch está bajo vigilancia, su compañero Klaus Ernst, no. Ella viene de la desaparecida Alemania socialista, él es un exmiembro del SPD y sindicalista de la RFA.
Los esquemas de la Guerra Fría sigue funcionando en el BfV. Y también en la Justicia.
Fiscales de Sajonia han solicitado al Bundestag que suspenda la inmunidad a varios parlamentarios de Die Linke para poder juzgarlos por haber «reventado» una manifestación. Los inculpados participaron en una acción antifascista que logró parar la mayor manifestación neonazi en Dresde. Para mayor descrédito, el demandante en esta causa no es otro que el partido neonazi NPD.
Al Linke no le viene del todo mal escándalo porque por primera vez desde hace mucho tiempo no está en los medios de comunicación por los problemas de liderazgo y orientación política e ideológica que todavía tiene. En las elecciones anticipadas del País de Sarre, previstas para finales de marzo, su carismático dirigente Oskar Lafontaine quiere lograr «un resultado por encima de la media nacional».