El día 4 de octubre hemos asistido a una decisión de la Comisión Europea que pasará a la historia.
Esta decisión se ha producido tras un resultado de la votación de los 27 países miembros de la UE claramente insatisfactorio para la propuesta de la Comisión:
En contra: 5 países (incluidos Alemania y Hungría)
A favor: 10 países (incluidos Francia e Italia)
Abstención: 12 países (incluido España)
La Comisión Europea ha considerado este resultado, que solo muestra la falta de consenso entre los países miembros, como una aprobación por mayoría de su propuesta y se lanza a publicarla como ley.
Esta propuesta, que eleva los aranceles a los coches eléctricos chinos desde el 10 por ciento hasta un máximo del 45,3 por ciento, se argumenta como necesaria para defender a la industria automovilística europea, pero a ella se oponen todas las empresas del sector. Desde Mercedes a BMW, pasando por Volkswagen y Stellantis se han manifestado clara y expresamente contra estos aranceles y han advertido de los daños que provocaran sobre la industria europea. Suponen, además, declarar una guerra comercial contra uno de los mayores socios de nuestro comercio internacional.
Esta decisión supone también un retraso importante en el proceso de transformación económica de la UE y perjudica notablemente los esfuerzos necesarios para combatir el cambio climático.
No son las subvenciones del gobierno chino las que están detrás de esta ideologizada adopción de aranceles, como lo demuestra el hecho de que el 60 por ciento de los coches chinos importados en la Unión Europea son producidos en China por marcas europeas (Renault, BMW y otras) o norteamericanas (Tesla), sino la fuerte competencia del mercado automovilístico chino y su considerable innovación tecnológica.
La Comisión Europea se ha saltado las normas de la Organización Mundial del Comercio y ha alterado el orden comercial internacional. Y lo ha hecho sin contar con el consenso de la mayoría de países y con la oposición de la industria a la que dice tratar de defender.
Mercedes-Benz ha dicho, según noticias de prensa, que está convencida de que los aranceles compensatorios perjudican la competitividad de la industria a largo plazo, y que el libre comercio y la competencia leal garantizan la prosperidad, el crecimiento y la innovación. «Ahora más que nunca es crucial que la UE y China sigan dialogando y lleguen a una solución negociada que sea de interés mutuo. Estamos convencidos de que puede haber una solución así» (Comunicado de Mercedes-Benz).
Oliver Zipse, director ejecutivo del fabricante de automóviles alemán BMW, ha descrito según Reuters, la votación como «una señal fatal para la industria automotriz europea» y ha pedido «una solución rápida entre la CE y China para evitar un conflicto comercial del que nadie gana».
¿Qué hay entonces detrás de esta decisión?
La
Unión Europea, bajo la dirección de Ursula von der Leyen, esta
alineándose cada vez más con las políticas de Estados Unidos. Esta
medida de la UE no es un caso aislado, sino parte de un patrón más
amplio en el que Europa y Estados Unidos coordinan esfuerzos para
frenar la influencia china en sectores estratégicos como la
tecnología y la energía verde.
La agresión de Estados
Unidos contra China ha sido clara durante los últimos años, con
múltiples rondas de aranceles, bloqueos y sanciones destinadas a
frenar el avance tecnológico y económico de China, especialmente en
industrias como la de los vehículos eléctricos y las energías
renovables. La supuesta investigación de la UE sobre los coches
eléctricos chinos, realizada al margen de las normas de la
Organización Mundial del Comercio, no es sino una extensión de esa
misma estrategia, impulsada por la presión estadounidense sobre sus
aliados europeos para que tomen medidas más duras contra el auge de
China y para bloquear su crecimiento económico.
Es
lamentable que la política de la UE está más orientada hacia los
intereses estratégicos estadounidenses que hacia los suyos propios.
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