El autor reflexiona sobre los últimos cambios en el liderazgo de la socialdemocracia alemana y en su apuesta para dirigir el país. Analiza la deriva que ha tomado la estrategia política del SPD, que podría llevarle a su destrucción. El domingo venció el plazo de caducidad dado por el SPD a su presidente, Kurt Beck, y fue retirado del cargo. La decisión no sorprendió, porque era un «final anunciado» que se veía venir para el ministro- presidente de Renania del Palatinado. Franz Müntefering, del ala «reformista» , es su sustituto.
El nuevo líder socialdemócrata se llama Franz Müntefering. Tiene 68 años y ya ocupó este cargo entre 2004 y 2005. Se vio obligado a abandonar el cargo después de que el ala «izquierdista» se rebelara en su contra. Le sucedió el ministro-presidente del Estado federal de Brandenburgo, Matthias Platzeck, que a los pocos meses dimitió por razones de salud. La presidencia recayó entonces en manos de Kurt Beck. Ante esta situación, un conocido diario burgués escribió que la fecha de caducidad de un presidente socialdemócrata es inferior a la de un entrenador de fútbol.
Los cambios en la cúpula del SPD son expresión de su actual estado. Se ha convertido en una organización que ha perdido el horizonte y que está cayendo en picado. Según las encuestas, se mueve al torno al 25%, con una tendencia a la baja. Y se encuentra acorralado por dos partidos. Por un lado, su socio de coalición, la Unión Demócratacristiana (CDU), que mantiene desde hace dos años una ventaja de 10 puntos. En el otro, se encuentra el partido socialista Die Linke (La Izquierda), liderada por el ex presidente del SPD Oskar Lafontaine y que ha duplicado los nueve puntos que obtuvo en las elecciones anticipadas de 2005. Algunos sondeos le sitúan, incluso, por encima del 20%.
Desde el punto de vista político, el partido de Müntefering no puede ofrecer una alternativa a sus dos mencionados competidores. Fue el SPD el que, tras su éxito electoral de 1998, traicionó a los sindicatos implantando una serie de leyes muy poco sociales pero perfectamente sintonizadas con el pensamiento neoliberal. Estas medidas que ponen a los desempleados al borde de la pobreza y que han abierto las puertas a los especuladores neolibrales fueron llamadas «reformas».
Además, junto con su socio minoritario, el partido ecologista y pacifista Die Grünen (Los Verdes), el SPD llevó Alemania, por primera vez desde 1939, a dos guerras. En 1999, atacó con la OTAN a Yugoslavia y, en 2001, participó en la invasión de Afganistán. La consecuencia fue que el SPD, liderado entonces por el canciller Gerhard Schröder, perdió su credibilidad como partido social y también como demócrata, ya que el entonces ministro de Interior Otto Schily amplió las competencias del Estado policial.
La crisis se acentuó cuando sindicalistas y socialdemócratas desilusionados decidieron crear un nuevo partido a la izquierda del SPD que recuperara la política socialdemócrata de los años 70. Esa reacción y la política neoliberal de Schröder despertaron la pugna interna entre los reformistas, aliados del canciller, y sus críticos.
En este contexto, a la CDU de la canciller Angela Merkel le resultó fácil conformar una coalición con el debilitado SPD en 2005, porque no tenía que implantar las impopulares medidas neoliberales, ya que el trabajo se lo habían hecho los social- demócratas pagando un alto precio político.
La situación del Die Linke es aún más fácil en donde no está en coalición con el SPD, puesto que puede presionar a los socialdemócratas con sus exigencias desde los bancos de la oposición. Esta coyuntura se da en el Estado federal de Hesse. El SPD regional quiere formar un Gobierno minoritario con Los Verdes, tolerado por Die Linke.
Durante la campaña electoral la presidenta, Andrea Ypsilanti, excluyó esta opción, que aceptó luego al tener inesperadamente el poder a su alcance. Su entonces jefe político, Kurt Beck, primero se opuso a Ypsilanti pero luego le dejó hacer, lo que enfadó al ala derechista del SPD, representada por Steinmeier y Müntefering. Este último desapareció de la escena política para atender a su esposa enferma terminal y al fallecer ésta regresó para recuperar una posición importante dentro del partido.
Pero su nombramiento y el de Steinmeier como candidato a canciller no significa que el SPD haya solucionado su crisis, sino que ésta se va a agravar. Los dos representan al ala dura de los «reformistas», dispuesta a continuar con la política neoliberal de Schröder, que es la que ha llevado al SPD a esta situación.
Cabe esperar que Müntefering evite que Ypsilanti forme un Gobierno tolerado por Die Linke. El nuevo presidente es de los que se oponen a cualquier colaboración con el «traidor» Lafontaine. El ex socialdemócrata prepara la reconquista del País de Sarre, donde empezó su carrera política, y tiene la posibilidad de dejar al SPD en el tercer puesto.
Con Müntefering y Steinmeier al frente, el partido socialdemócrata ha acelerado la velocidad con la que está cayendo en un círculo vicioso, aumentando así la fuerza centrífuga que, junto con otros factores, puede destruir al SPD.