La poderosa Unión Europea (UE), en mucho la más opulenta integración de países del orbe, presenta cada vez más una nada envidiable imagen, dada la creciente subordinación de su política exterior a los designios de Washington. Si hiciera falta demostrar lo evidente, la simple mención de dos temas actuales sería suficiente: la complicidad de unos, […]
La poderosa Unión Europea (UE), en mucho la más opulenta integración de países del orbe, presenta cada vez más una nada envidiable imagen, dada la creciente subordinación de su política exterior a los designios de Washington. Si hiciera falta demostrar lo evidente, la simple mención de dos temas actuales sería suficiente: la complicidad de unos, y la tolerancia de otros, con los vuelos secretos y las cárceles clandestinas de la CIA en su territorio; y el alineamiento contra Cuba.
En el primero de los casos resulta asombroso que ni siquiera para condenar formalmente a varios de sus países por haber renunciado al control de su espacio aéreo, el Parlamento Europeo haya logrado la unanimidad o, al menos, una abrumadora mayoría. La votación es reveladora del ambiente reinante en el seno de esta comunidad: 382 votos a favor de la condena, mientras 256 estuvieron en contra y 74 optaron por la abstención.
Y en relación con la Isla, cuando todo indicaba que la llamada «posición común», ferozmente promovida por José María Aznar en su papel de falderito de Bush, parecía agotada, aparece la República Checa como eficaz y oportuno peón de reserva. Poco «creativos», la anunciada «estrategia a mediano y largo plazo» de la UE, promovida por los checos, no difiere de los propósitos planteados por la ahora almacenada en nevera posición común. Si algo «nuevo» asoma es su mayor agresividad y la existencia de un anexo secreto, nada original, pues con solo mencionarlo es suficiente para recordar la existencia de otro idéntico en el documento complementario del Plan Bush, aprobado el 10 de julio del 2006.
Parece increíble la incapacidad de la UE para formular una política propia e independiente hacia Cuba, pues resulta muy sospechosa la coincidencia casi total de sus posiciones con el contenido de los capítulos Uno del referido plan de la Casa Blanca, que como constituye conocido, tienen un abierto carácter subversivo, y están dirigidos al derrocamiento de la Revolución cubana. Llama poderosamente la atención que mientras la UE promueve la subversión anticubana, no mencione siquiera de pasada el bloqueo económico, financiero y comercial impuesto a la ínsula, incluida desde hace 11 años la Ley Helms-Burton, cuyo carácter extraterritorial apunta a los intereses europeos y viola abiertamente los principios consagrados por la Organización Mundial de Comercio.
Tampoco denuncia la situación ilegal de casi 400 personas detenidas y torturadas en la no menos ilegal base naval de Guantánamo, entre quienes aparecen ciudadanos de países integrantes de la comunidad europea. Esta política de doble rasero de la UE obvia entre sus «preocupaciones «, la grotesca manipulación política por los tribunales norteamericanos de los Cinco de Miami, condenados a brutales penas por luchar contra el terrorismo y la protección brindada por la Oficina Oval al terrorista Luis Posada Carriles. ¿Acaso la UE, víctima del terrorismo, sumada a Estados Unidos en la lucha mundial contra ese flagelo, carece de información y de opinión sobre ambos casos? Ahora solo falta por ver cuántos de los 27 miembros de la UE acogerán oficialmente y con los brazos abiertos a Caleb Mc Carry, en su actual gira por el Viejo Continente, realizada como parte de su función como pro cónsul designado por Bush para conducir la pretendida transición en Cuba, léase subversión interna. No por poco efectivo el injerencismo europeo en los asuntos que solo competen a los cubanos, deja de ser lamentable en tanto muestra a la culta, civilizada y desarrollada Europa convertida en un apéndice político de Washington.