Hace apenas 12 días que vivo en esta casa, pero igual quería contarles mi experiencia, dada la complejidad (geográfica) de personajes y las no pocas charlas sobre las elecciones dadas en la casa. Lo que aca veran es la mera descripción de una situación en particular, pero quizás sea interesante. Para ubicarnos, el pueblo se […]
Hace apenas 12 días que vivo en esta casa, pero igual quería contarles mi experiencia, dada la complejidad (geográfica) de personajes y las no pocas charlas sobre las elecciones dadas en la casa. Lo que aca veran es la mera descripción de una situación en particular, pero quizás sea interesante.
Para ubicarnos, el pueblo se llama Prato, tiene en total casi 300.000 hab y está a 15 min de Florencia, región Toscana, centro-norte de Italia.
Gabriela es siciliana y tiene 25 años; vino a la Toscana a estudiar en la universidad pública (UNIFI) pero no terminó su carrera. Trabaja en una oficina del gobierno regional, con un contrato de tres años (habiendo tenido antes uno de seis meses, con dos meses de desempleada entre medio), y probablemente ni siquiera llegue a ser una «mileurista» (salario de mil euros). Su familia siempre votó a la derecha; ella también. Esta vez no votó porque debería haber viajado a Sicilia y su salario no le permite darse ese lujo. Hace una semana me dijo que votaría a un candidato de izquierda porque quería abolir el arancel universitario*, a pesar de que ella pone en duda la viabilidad de la propuesta. Sin embargo ayer, en el almuerzo, dijo que hubiese votado a Berlusconi.
Fabrizio es novio de Gabriela. Tiene 30 años, es de este pueblo y trabaja en una pequeña empresa de venta de pinturas, adonde le pagan poco más de mil euros. No hizo el secundario. Siempre votó «a la extrema izquierda ó a la extrema derecha» (SIC). Hace una semana se inclinaba por la primera; ayer en el almuerzo, después de escucharme decir que me quiero ir de Italia porque no quiero que me gobierne un multimillonario fascista, no se animó a decir que votó a Berlusconi.
Paolo tiene 19 años y es de un pueblo de 1.200 hab de Salerno (en la sureña Región Campania). Está acá por su novia. Trabaja en una inmobiliaria, adonde cobra unos míseros 750 euros más comisión, pero «ahora en Italia no se vende nada, está paralizado el mercado». El mes que viene le bajan el básico a 500, y si no vende nada se vuelve al sur. Su familia votó siempre a la derecha. Siendo su primera vez en las urnas, siguió con el mandato familiar: votó a Berlusconi y se peleó por varios días con su novia porque quería votar a la izquierda. Hace una semana dijo que hacía falta un tipo de mano dura, «a lo Mussolini» (sí, es cita). Dice que Berlusconi «nos favorecerá a nosotros, los del negocio inmobiliario», porque prometió abolir el [ahora polémico] impuesto a la vivienda única, y porque está a favor de las empresas.
Fabio tiene 29 años, es napolitano y licenciado en economía. Trabaja acá como encargado regional de una gigantesca empresa de indumentaria. No sé cuánto gana, no será muy poco pero si comparte esta casa con cuatro personas que no conoce, es solo porque su salario no le permite pagar 800 euros de alquiler mensual, a pesar de su alto rango y de que se va de la casa a las 9am y vuelve a las 10 de la noche, incluyendo los sábados (es el único que trabaja 6 días a la semana). Tampoco sé bien a quién votó, pero siendo un típico pibe más o menos exitoso, al que le gusta hablar de mujeres y de autos, ligado a la gerencia de una empresa próspera, Il Cavaliere es la opción más que probable (aunque habría que ver qué le dicta su familia, que es de la más bien roja Napoli a pesar de que esta vez allí también ganó la derecha).
Seguramente hace un mes nadie quería ir a votar**. Llegando las elecciones, el voto útil se impuso y todos se pusieron la camiseta… de Berlusconi. La misma chica que dijo hace una semana que votaría a la izquierda, ayer dijo a la pasada que quería salir a festejar la victoria. Y no solo terminó el secundario: le faltan 5 materias para terminar una carrera universitaria (humanística).
Leí en el Página/12 a alguien diciendo que los italianos no se toman muy en serio la política. Desde esta acotadísima realidad le doy la razón (dejando de lado por un segundo los cientos de miles de excepciones). Será por esto que pasan de derecha a izquierda sin mayores inconvenientes? Algo parecido pasa en Francia, pero resulta difícil asegurar que esa es la razón eso de un país tan politizado. De este lado de los Alpes, si me limito a lo poco que veo, se oye hablar de los problemas económicos cotidianos, y les encanta pelearse a los gritos al discutir sobre… bueno, sobre cualquier cosa, incluida la política (ni hablar si te olvidaste la manteca fuera de la heladera!). Pero de sentarse a hacer un análisis político serio ni hablemos: mejor pongamos el resumen de los goles de la cuarta división. Con suerte, en esos dos minutitos entre la clasificación de la GP de motos y Gran Hermano ponen un canal de noticias y lo escuchan a Berlusconi diciendo que si lo votan a él ellos tendrán más dinero en el bolsillo: basta con que metan la mano en el pantalón para concluir que el tipo tiene razón. Y a la noche, si se cansaron de ver la polémica entre Totti y el arquero de no se qué equipo, quizás escuchen a Silvio (y que me disculpe nuestro Silvio), con su sonrisa perfecta y su halo de empresario exitoso, diciendo que si no tienen plata que se casen con el hijo de un ricachón como él: «qué respuesta tan italiana! Éste tipo sí que la tiene clara.» Porque, está claro, la vulgaridad de Berlusconi y sus burdas verdades no son casuales.
Finalmente, al cuadro le falta un elemento clave: el terrible racismo***. Conforme a su falta de voluntad por hacer un análisis profundo sobre las razones por las que no llegan a fin de mes, los cuatro por igual culpan a los chinos, paquistaníes y africanos de haber venido a robarles el trabajo, y de ser los culpables del aumento de la delincuencia callejera. Mientras tanto, ellos votan a Primer Ministro a un tipo que tuvo más de cinco juicios por corrupción, y que hizo públicas declaraciones pro-evasión fiscal (siendo Primer Ministro).
Son las 10pm y todos están durmiendo. Mañana, tempranito, a trabajar, 8hs, como de lunes a viernes. De casa al trabajo y del trabajo a casa, para que el fin de mes vuelva a ser igual de difícil que el mes pasado, y que todos los meses en estos últimos ocho años que llevan congelados los salarios. Los Cavaliere seguirán haciendo fortuna a costas de su trabajo, sus salarios reales continuarán siendo los más bajos de la Europa occidental, y la desigualdad seguirá su rumbo ascendente en un país que tiene la suerte de estar en este lugar del planisferio.
* El monto a pagar depende del nivel socio-económico de la familia; hay tres niveles: el primero paga 2.000 euros anuales, el segundo paga 1.200 y el tercero… no lo sé, porque nadie en la casa conoce a alguien que esté pagando el mínimo (reconozco que tampoco lo he averiguado). Si la casa en la que vive tu familia es propia, automáticamente estás en el nivel más alto, aún si se está pagando la hipoteca.
** No es obligatorio, pero al no votar por tres veces consecutivas se pierde de por vida el derecho a voto.
*** En los primeros días en este pueblo, me pasaron el dato de un ciber. Cuando les dije que estaba cerrado me dijeron «hay otros, perooo… no te lo dije porque son de pakistaníes». Ellos no van a esos lugares, pero eso sí: se cuidan de aclarar que no son racistas.