Algunos lo han definido como el milagro escocés, pero lo cierto es que tras las elecciones del 2007, donde salió vencedor el Scottish National Party (SNP) y su líder, Alex Salmond se convirtió en el Primer Ministro de Escocia, esta nación europea continúa su imparable marcha hacia la independencia y la materialización de un […]
Algunos lo han definido como el milagro escocés, pero lo cierto es que tras las elecciones del 2007, donde salió vencedor el Scottish National Party (SNP) y su líder, Alex Salmond se convirtió en el Primer Ministro de Escocia, esta nación europea continúa su imparable marcha hacia la independencia y la materialización de un nuevo estado en el continente europeo.
El pasado mes de octubre tuvo lugar en Inverness la Conferencia Anual del SNP, quien al mismo tiempo celebraba el setenta y cinco aniversario de su fundación, y coincidía así mismo con la reciente aparición de un libro que estudia el desarrollo del partido en los últimos años. Evidentemente, no es una casualidad que buena parte de la centralidad política escocesa gire en torno a esa fuerza política y a sus dirigentes, pues en este período en el que dirigen las riendas del gobierno escocés, el apoyo a la causa soberanista ha ido incrementándose, a tenor de lo que apuntan diferentes encuestas y sobre todo si nos fijamos en el debate político que transciende las fronteras escocesas.
Las elecciones de 2007 estuvieron protagonizadas por el programa innovador del SNP que lanzó un manifiesto a favor de la independencia, subrayando la capacidad de Escocia para autogobernarse y la viabilidad de un proyecto escocés como un nuevo estado-nación.
La llamada vía escocesa ya fue adelantada entonces por los nacionalistas escoceses . El propio manifiesto del SNP apuntaba los pasos que necesitaba Escocia para lograr su independencia, y remarcaba que Escocia «será independiente cuando el pueblo escocés voto en ese sentido en un referéndum democrático». En caso de que una mayoría vote por la independencia, los representantes del gobierno escocés comenzarán un proceso negociador con Westminster para acordar el establecimiento de la independencia. Mientras el proceso negociador se desarrolle, «se elaborará una constitución para una Escocia independiente, que garantizará los derechos de los ciudadanos escoceses y señalará cómo deberá gobernarse el nuevo estado».
Hoy ya casi nadie duda en Reino Unido, y en buena parte en Europa, que la materialización de ese referéndum es cuestión de meses. En ese sentido llama poderosamente que incluso la clase política unionista, tanto entonces como ahora, no se haya opuesto al democrático ejercicio del derecho de autodeterminación del pueblo escocés.
En este sentido conviene rescatar las declaraciones, recogidas por el analista catalán Xavier Solano, de Margaret Thatcher quien en su día señaló que aun no compartiendo el deseo independentista de escocia, «como nación, los escoceses tienen el indudable derecho de autodeterminación».
Unos años más tarde sería el primer ministro conservador, John Major quien suscribiría públicamente esas declaraciones, y en 1993 añadió por escrito que «si el pueblo escocés quiere la independencia, ningún partido o político ingles se interpondrá en el camino». Y será finalmente, Tony Blair, del partido laborista, quien en 2007 afirme en la BBC que «por descontado que los escoceses tiene el derecho a independizarse del Reino Unido si esa es su voluntad.
Los beneficios para el pueblo escocés tras la independencia son también más que evidentes. Y como apuntó el propio Alex Salmond, «tras probar la descentralización política (devolution), somos conscientes de sus limitaciones». Y será sólo a través de la independencia cuando escocia consiga las competencias necesarias para progresar económica y socialmente.
Las ventajas económicas, con un control sobre los recursos naturales y energéticos propios, la posibilidad de gestionar los aspectos fiscales, la capacidad para tener voz propia en todos los foros internacionales son tan sólo algunos de los argumentos que esgrimen los independentistas a la hora de defender su proyecto.
Frente a quienes rechazan la capacidad escocesa en el futuro como estado nación, los soberanistas escoceses apuntan a modelos cercanos y que tendrían una relación directa con el futuro estado. Así las condiciones de Noruega, Irlanda, Finlandia, Dinamarca o Suecia encajan con los parámetros de una Escocia independiente. Y frente a quienes afirman que a día de hoy y en un mundo globalizado, los estados-nación han perdido protagonismo (por lo general quienes defienden dichas teorías ya tienen su propio estado-nación), los dirigentes escoceses argumentan lo contrario, y resaltan además, que entidades nacionales pequeñas tiene más posibilidades de hacer frente a la homogenización de la globalización.
Medios de comunicación como el Financial Times, o importantes economistas y empresarios han abalado la viabilidad económica y política de un estado escocés. Y por otro lado, hoy en día partidos como el SNP, los Verdes o SSP, junto a otros grupos políticos menores (FSP, SEP, SRP, CPS, Solidarity…), y a importantes movimientos sociales (Independence First o Scottish Independence Convention) abogan abiertamente por la independencia.
El debate sobre el referéndum se activará en los próximos meses . En un primer momento el planteamiento escocés era la celebración de una consulta con dos preguntas, una apostando por la independencia y otra por el status quo autonómico actual. Sin embargo, en las ultima semanas se ha barajado la posibilidad de introducir una tercera variable, que preguntaría por un aumento de las competencias autonómicas (tal vez para motivar la participación de los liberales).
Otro debate que se abre paralelo al anterior, gira en torno a la necesidad «legal» de celebrar dos referéndums. Esta tesis es mantenida por algunos políticos unionistas que señalan que el parlamento escocés carece de autoridad legal para materializar la independencia, y que lo que legitimaría la consulta sería la apertura de negociaciones non Londres al término de las cuales Escocia votaría el acuerdo. Por su parte, el gobierno escocés sostiene que un solo referéndum es suficiente, siguiendo el precedente del referéndum sobre la «devolution» de 1997.
Tampoco habrá que perder de vista otros dos aspectos. En primer lugar será clave el próximo gobierno en Londres, y si como sugieren las encuestas, el Partido Conservador se hace con las riendas del mismo, habrá que ver la actitud de éste, que no olvidemos acaba de aliarse con el unionista UUP del norte de Irlanda, y que se define oficialmente como el partido conservador y unionista.
Y en segundo lugar, cada vez tiene más interés el auge de un sentimiento inglés, que como señal un analista da la sensación que mientras los unionistas escoceses o irlandeses siguen aforrándose al proyecto del Reino Unido, los ingleses cada vez apuestan más por abandonarlo. Cada día son más las voces que reclaman un parlamento inglés propio, y se extiende la sensación de que mientras que las otras naciones disponen de su propia capacidad autonómica, ellos siguen presos de las decisiones de los representantes de esas naciones dentro del parlamento de Westminster.
Probablemente unido a ello está en cierta medida la crisis identitaria de un estado formado por la unión forzosa de distintas naciones, y cuando éstas emprenden su camino hacia la independencia dejan en entredicho un viejo proyecto estatal, como es entre otros, el caso del Reino Unido.
Txente Rekondo.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.