El pasado 1 de enero celebramos el vigésimo aniversario del levantamiento zapatista en Chiapas. De las muchas enseñanzas que recibí trabajando allí con ellos, destaco una frase que se encuentra a la entrada de sus pueblos: «Está usted en territorio zapatista. Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece». Desde luego, este mensaje de democracia […]
El pasado 1 de enero celebramos el vigésimo aniversario del levantamiento zapatista en Chiapas. De las muchas enseñanzas que recibí trabajando allí con ellos, destaco una frase que se encuentra a la entrada de sus pueblos: «Está usted en territorio zapatista. Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece». Desde luego, este mensaje de democracia radical dista del modelo dominante en la Europa actual donde, salvo algunas excepciones, la pancarta tendría que ser más bien «aquí manda el gobierno y el pueblo obedece».
Con una profunda falta de legitimidad democrática, la Troika (compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) sigue imponiendo sus políticas de austeridad que llevan al desempleo y al empobrecimiento a millones de personas como en los casos de Grecia, España o Portugal. Mientras tanto, aunque los jefes de los Estados-miembro no sean elegidos para votar las leyes europeas, son ellos quienes marcan en realidad -y no el Parlamento Europeo- la agenda política y mediática europea a través del Consejo Europeo. Si bien Europa es también una excusa fácil para algunos gobiernos nacionales incompetentes y para movimientos anti-europeos, es de reconocer que la construcción democrática europea ha ido y sigue yendo a remolque de la construcción económica y tecnocrática, y de los egoísmos estatales. Hasta tal punto que la Unión Europea (UE) se ha convertido hoy en un laberinto incomprensible y lejano para la ciudadanía de a pie, proclive a la abstención masiva en las elecciones europeas, es decir una UE presa de los intereses políticos y económicos de unos pocos.
Sin embargo, nunca habíamos necesitado tanto a Europa. La UE es uno de los actores clave donde debatir las políticas económicas, sociales, fiscales, energéticas o climáticas. Dicho de forma más simple, es uno de los espacios donde se deciden nuestros niveles de bienestar, nuestros empleos, nuestras pensiones y el destino de las generaciones futuras. Como explica acertadamente Subirats, «de golpe, nos hemos dado cuenta o, mejor, nos han hecho dar cuenta, de la importancia que tiene para nuestras vidas lo que se decide en Europa» (El País, 04-01-2014). Y si algo es tan importante en nuestras vidas, sin duda significa que no puede sernos ajeno, ni su control puede escapar de las manos de la ciudadanía. Lo cual a su vez desemboca en dos conclusiones básicas en cuanto a líneas de pensamiento y de acción para reinventar Europa:
- Democratizar Europa es una prioridad para que las decisiones en ese ámbito sean acordes con el sentir y la deliberación ciudadana.
- Europeizar la democracia es una necesidad para que las decisiones beneficien al bien común y al conjunto de la ciudadanía europea, desde Berlín hasta Atenas.
Para alcanzar estos dos objetivos indisociables y avanzar hacia una «democracia europea de lo común», veo diferentes frentes de ataque. Primero, como carrera de fondo, la regeneración democrática de Europa tendría que pasar por un proceso constituyente de ámbito europeo (que detallo en este artículo). La ciudadanía europea es quién tiene que decidir qué Europa quiere para hoy y mañana, sus reglas comunes y cuál es el sentido de la construcción europea. Dentro de este proceso, promovería sin la menor duda una Europa federal con un poder ejecutivo, legislativo y judicial claramente definidos y separados; una Europa federal donde las decisiones siempre se tendrían que tomar en el nivel territorial más adecuado. En esta Europa federal la regeneración democrática a nivel continental va pareja con la regeneración democrática a nivel local y nacional.
Por otro lado, sigamos trabajando para dar más capacidad de decisión y de legislación al Parlamento Europeo. Es un paso esencial para reforzar la que debería ser la «casa común de la ciudadanía europea». Este órgano es la institución comunitaria con mayor legitimidad de la UE puesto que sus representantes son elegidos a través del sufragio universal y proporcional en los 28 Estados-Miembros. En concreto, esto significa:
- Otorgar el derecho de iniciativa legislativa el Parlamento Europeo y darle mayor control sobre la Comisión Europea y el Banco Central Europeo.
- Vincular la composición de la Comisión Europea (es decir el poder ejecutivo) a la mayoría resultante de las elecciones europeas. En este sentido y bajo el impulso de Los Verdes Europeos, el hecho de que los principales partidos europeos presenten una persona candidata a la Comisión Europea de cara a mayo 2014 es un paso adelante importante.
- Instaurar listas transnacionales que permitan europeizar las campañas electorales europeas.
- Permitir la celebración de referendos o de consultas electrónicas a nivel europeo.
- Y ¡recordar la importancia de las elecciones europeas de mayo del 2014 para mejorar nuestras vidas diarias!
Además, pensemos también que dentro de la estructura existente ya tenemos herramientas de democracia que podemos y debemos usar y reforzar. Por ejemplo, las Iniciativas Ciudadanas Europeas -que con un millón de firmas pueden pedir a la Comisión Europea que presente una propuesta de legislación- son instrumentos esenciales de democracia directa y empoderamiento ciudadano. Aunque podrían ser aún más potentes si se extendieran sus competencias o se sometieran a referendo europeo, ya han permitido que la Comisión Europea tenga que estudiar ahora «el derecho al agua como derecho humano» y que miles de personas de forma transnacional luchemos a favor de una Renta Básica Europea.
Y como el cambio también tiene que empezar por uno mismo, integremos mucho más las tecnologías de la información en 1) el modo de elección del eurodiputado 2) su dinámica diaria de trabajo. Por un lado, las primarias europeas de Equo para elegir a sus personas candidatas son un buen ejemplo de que otra democracia, más directa y más abierta, es posible. Por otro lado, Europa es mucho más que votar cada cinco años. Es deseable europeizar los partidos, conectar los movimientos sociales con Europa y generar desde abajo a lo largo de la legislatura un debate y propuestas permanentes sobre el proyecto europeo. En este sentido, es perfectamente factible trasladar al Parlamento Europeo la iniciativa Congreso Transparente o la iniciativa Escaño 110 («Escaño 752»).
Esta Europa de lo común podrá funcionar a pleno rendimiento si al mismo tiempo seguimos construyendo una conciencia y ciudadanía europeas fuerte, es decir un demos europeo. Para ello:
- En lo cultural, podemos reforzar desde la pluralidad de identidades el sentimiento de pertenencia al proyecto común europeo, por ejemplo a través de programas universitarios como Erasmus, del Servicio Voluntario Europeo o de la Casa de la Historia Europea.
- En lo mediático, necesitamos un cuarto poder, es decir establecer un marco constitucional para los medios de comunicación que favorezca una prensa de ámbito europeo, libre, plural e independiente.
- En lo social y político, pensemos y actuemos en clave europea. Ahora que todas las opiniones públicas de la UE hablamos de lo mismo (la crisis económica, la Troika, el futuro de Europa, las elecciones de mayo del 2014, etc.), es el momento idóneo para fortalecer iniciativas, movilizaciones y mayorías transfronterizas basadas en más democracia, solidaridad y sostenibilidad.
En base a esta visión y estas propuestas, es posible reinventar Europa. Incluso es posible imaginar que un día podamos leer a la entrada de Europa: «Está usted en territorio europeo, aquí manda la ciudadanía.«
Florent Marcellesi, investigador, activista y candidato a las primarias de Equo para las elecciones europeas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.