La Eurodiputada española Dña. Rosa Miguélez Ramos, es uno de los políticos que participan en el Grupo responsable de las enmiendas solicitadas para la propuesta de Directiva que se votará en Bruselas a principios de Mayo y cuyo fin, es sustituir a la actual sobre experimentación con animales. Un motivo de dichas enmiendas, indican los […]
La Eurodiputada española Dña. Rosa Miguélez Ramos, es uno de los políticos que participan en el Grupo responsable de las enmiendas solicitadas para la propuesta de Directiva que se votará en Bruselas a principios de Mayo y cuyo fin, es sustituir a la actual sobre experimentación con animales. Un motivo de dichas enmiendas, indican los parlamentarios impulsores, «es aliviar el sufrimiento de las criaturas utilizadas para experimentación». Pues si eso es lo que pretenden conseguir o algo falla en el planteamiento o estos señores están faltando a la verdad, porque a la vista de las correcciones sugeridas al texto, lo que se observa es un retroceso significativo en lo que a proteger a los animales de un sufrimiento innecesario se refiere. Ciertas enmiendas deseadas por la Sra. Miguélez y otros colegas suyos, suponen desandar el camino avanzado y retrotraernos a un pasado en el que los animales eran considerados objetos y no sujetos de derecho. Veamos algunos de los puntos que ilustran este antagonismo entre su declaración de intenciones y las rectificaciones que quieren introducir al texto de la Comisión.
En los considerandos iniciales indican que en la Directiva se quiere prohibir el uso de simios antropoides en la experimentación y ese es su primer desacuerdo con la nueva normativa, ya que estos europarlamentarios, según ellos absolutamente comprometidos con el bienestar animal, afirman que es «inevitable» continuar utilizando primates para la investigación. ¿Por qué prefieren ignorar las alternativas existentes hoy en día para este campo y que están aceptadas por gran parte de la comunidad científica?, ¿intereses económicos de ciertos sectores tal vez?. La cría y tráfico de animales, las becas y subvenciones, los estudios e informes, etc., todo eso son negocios muy lucrativos para algunos.
La Directiva indica que «es necesario incluir determinadas especies de vertebrados ya que existen pruebas científicas de que pueden experimentar dolor, angustia y daño duradero», pero la enmienda 135 dice que «sean incluidas cuando se disponga de pruebas científicas de que sean susceptibles a tales padecimientos». ¿Qué necesitan, que el desgraciado mono declare ante notario que le duele cuando le vacían la cuenca de un ojo?. Y donde indica que «es preciso incluir determinadas especies de invertebrados ya que está demostrado que sufren», ellos quieren que ponga «podría ser deseable incluir…». Como dependa del deseo de estos cafres, apañados van los dolientes invertebrados.
La intención de «sustituir la muerte por parámetros menos crueles» la quieren cambiar por lo que llaman «métodos éticos», y la frase «sacrificar al animal con un método no cruel», por «someter al animal a una eutanasia con un método adecuado». Ambos son claros ejemplos de cómo estos políticos quieren hacer del lenguaje un instrumento al servicio de la crueldad, pero expresado de tal modo que aparezca ante la sociedad como un acto encomiable. Son maestros en el arte de la farsa y eso lo demuestra su justificación para esta enmienda, ya que aclaran que la muerte – o método ético según ellos – «está justificada porque esta etapa del estudio se efectúa en condiciones que causan al animal un mínimo de estrés, incomodidad y sufrimiento». Teniendo en cuenta que estamos hablando de provocar la muerte en una criatura tras someterla a un determinado experimento, ¿qué considerarán un «máximo de incomodidad y sufrimiento»?.
Pretenden también que en vez de utilizar primates tan solo en los casos en los que se esté investigando para encontrar el remedio a alguna enfermedad que discapacite o sea mortal para el ser humano, se amplíe su uso para cualquier tipo de investigación, alegando «ámbitos que no somos capaces de predecir hoy en día». Esto es, «vamos a torturar animales de todos los modos imaginables por si alguna vez, los resultados obtenidos nos valen de algo». ¿Se puede ser más despiadado?.
La «prohibición» de procedimientos que causen dolor, angustia o sufrimientos intensos y prolongados, quieren que sea una simple «restricción» dependiente de las circunstancias, aduciendo que tales suplicios son necesarios para por ejemplo, el estudio del dolor en si mismo. Lo que sí duele es su moral roñosa señores europarlamentarios, y para determinar lo miserable de sus convicciones no se hace necesario someter a tormentos a ningún animal, basta con observarle a Vds.
Donde se contempla «la posterior libertad para algunos animales o su acogida en hogares cuando son domésticos» expresan su desacuerdo diciendo que todos ellos «deben de ser internados en centros especializados ya se menoscabaría la dignidad de los investigadores«. ¿No será más bien que no quieren que la Sociedad sea testigo de los efectos que estas prácticas salvajes producen en los animales?, y para ello nada mejor que encerrarlos donde nadie pueda observar las consecuencias de su paso por el laboratorio del Dr. Mengele de turno, ¿verdad?.
Se niegan a la creación de «órganos independientes de control ético» y quieren que esta labor la lleve a cabo el propio «responsable del establecimiento«. Hay que ser cínicos para presumir que el propio maltratador se va a acusar a si mismo de cruel en sus procedimientos. Igualmente donde se piden «al menos dos inspecciones sin previo aviso al año«, la enmienda las reduce a una sola y elimina el factor sorpresa de la misma. ¡Increíble!, digan directamente que no quieren ningún control y dejen de hacer un paripé indigno.
En otros apartados intentan que cuestiones como el utilizar al mismo animal una y otra vez para experimentos o que los vivisectores no necesiten aprobación previa para diseccionarlos vivos, dejen de estar prohibidas como viene ocurriendo, al igual que persiguen poner múltiples trabas a la utilización de métodos alternativos alegando diferentes razones y dejándolo en todo caso al arbitrio de cada país, con lo que están demostrando sus verdaderas intenciones: perpetuar las prácticas que impliquen sufrimiento y muerte de seres vivos y un rechazo innoble al único camino posible para acabar con la experimentación con animales, como es el uso de sistemas ya plenamente válidos y aceptados, que además de ser fiables son más económicos pero claro, cerrarían una fuente de ingresos fabulosa para los que viven de estas prácticas que tanto recuerdan a lo que ocurría en los «laboratorios» del nazismo.
Las citadas son sólo una mínima muestra de las sádicas enmiendas propuestas por estos parlamentarios europeos, amparadas bajo la falacia de estar orientadas a evitar sufrimientos a los animales, cuando en realidad contribuirían a abrir numerosos agujeros en la ya de por si más que precaria defensa con la que cuentan estos seres y que tanto tiempo y esfuerzo ha costado levantar. Si bien esta nueva Directiva en modo alguno es capaz de acabar de modo definitivo con una industria cruel e innecesaria, algunas de las revisiones sugeridas todavía pretenden limitar más el alcance las tibias mejoras y casualmente, todas aquellas en las que interviene nuestra sensible eurodiputada, están orientadas a la ampliación en el uso de animales y a la eliminación de procedimientos que reduzcan su padecimiento.
Son Vds. destructivos y nocivos y sus proposiciones, constituyen un paso atrás intolerable en la legislación y por lo tanto, en el pretendido avance social por cuya supuesta consecución cobran su magnífico sueldo. Con representantes como la Sra. Miguélez ya podemos echarnos a temblar, sobre todo nuestros parientes los primates, porque estamos sometidos al arbitrio de personas cuyo sentido de la justicia y sensibilidad, son valores que no incluyeron en su equipaje cuando viajaron hacia Bruselas.
Señores diputados empeñados en no desterrar la crueldad en las acciones del hombre, la Ciencia avanza por un camino cada vez más ancho pero Vds., se siguen arrastrando siempre por la misma senda, la de la mediocridad, y mientras muchos científicos se queman las pestañas por desarrollar vías de investigación compatibles con la protección de los seres vivos, Vds. van de la mano de los que maquillan la brutalidad, la saña y los intereses económicos con algo tan ambiguo como «en interés de la ciencia», al tiempo que ponen zancadillas legislativas a todo aquel que sabe conjugar humanidad y progreso.
Cualquier primate sometido a terribles experimentos merece mayor consideración que los que promueven y alientan su tortura, porque el ser hombre no implica el ser humano en el sentido ético del término, pero ser animal si significa estar sometido a las decisiones de los hombres. Y no olvide Vd. el origen de su especie Sra. Miguélez cuando en mayo, haga de la crueldad su estandarte en la Eurocámara.