Lo planteaba, recientemente, el comisario europeo de Justicia y Asuntos Internos, Franco Frattini. Abrir las puertas de Europa a los inmigrantes del tercer mundo…siempre y cuando estén cualificados. Esa es la clase de emigración que le interesa a Europa: personal médico o educativo, investigadores, científicos…profesionales; al margen de los oportunos contingentes de jornaleros y domésticas […]
Lo planteaba, recientemente, el comisario europeo de Justicia y Asuntos Internos, Franco Frattini. Abrir las puertas de Europa a los inmigrantes del tercer mundo…siempre y cuando estén cualificados.
Esa es la clase de emigración que le interesa a Europa: personal médico o educativo, investigadores, científicos…profesionales; al margen de los oportunos contingentes de jornaleros y domésticas repartidos por campos y casas de familia.
El que ahora se incentive la llegada de profesionales a Europa no obedece a un problema de carencia. No se trata de que en el viejo mundo se hayan extinguido los médicos o ya no queden profesoras, o las científicas no sean suficientes o no cubran los periodistas las plazas disponibles o no existan técnicos o expertas en computación.
Sólo con los profesionales desempleados que aún confían en encontrar trabajo en las oficinas de empleo europeas podrían cubrirse buena parte de las carencias del tercer mundo.
De un tercer mundo al que ahora, también, se pretende despojar de los pocos profesionales de que dispone porque, según confiesa el comisario europeo, «hay que revertir la tendencia de la emigración calificada, que prefiere irse a Estados Unidos en lugar de a Europa».
Frente a la tarjeta verde que otorga Estados Unidos a esa clase de emigrantes, siempre bien recibidos, Europa propone la tarjeta azul que abra las puertas a medallas olímpicas, a destacados profesionales con oficio.
Y el interés, el único interés de Europa o de Estados Unidos en incentivar la llegada de los profesionales que no tiene el tercer mundo, a países en los que se desperdician, es abaratar, aún más, esa mano de obra, hacerla más precaria y, en consecuencia, más dócil, más manejable.
En el Estado español, sin ir más lejos, los salarios se desvirtúan y empequeñecen, al mismo tiempo en que la banca reconoce espectaculares ganancias…y durante un gobierno que se dice socialista y, creo recordar que, incluso, obrero. Y no es diferente la suerte que está corriendo Francia en manos de los mismos intereses, Italia, Suiza, o esos otros insaciables estados que tratan de erigirse en depredadora competencia de la voraz estadounidense.
Leía en estos días que, actualmente, en Estados Unidos hay más médicos nigerianos que en Nigeria y, al parecer, enterada Europa, se dispone a rebanar el plato para que en Nigeria no queden ni practicantes.
Es así como esos estados europeos conciben la cooperación, la solidaridad, la ayuda al tercer mundo, la equidad, el desarrollo y todas las demás soflamas en las que emboscan su miserable ambición.
Ayer se denunciaba el caso de una empresa asturiana, la Tablan Consulting SL, auxiliar de Metalships, en la ría de Vigo, que exigía a los trabajadores que traía desde Bolivia la firma de un acuerdo previo a cualquier contrato, en reconocimiento de la deuda contraía con la empresa en relación al viaje, gestiones técnicas, formación, manutención y otros servicios, como si la reconocida empresa fuera realmente una sucursal de la camorra afincada en Asturias y los trabajadores bolivianos, blancas en trata.
Y son unos cuantos largos los hacendados y empresarios navarros, por poner otro ejemplo, los condenados por tráfico de esclavos portugueses, e innumerables los casos de respetables empresas mediterráneas sorprendidas en repugnantes tráficos humanos. Para todos esos emigrantes, para esa inmensa mayoría que no pueda acreditar sus doctos conocimientos en alguna universidad o empresa, o que tampoco llegue a tiempo de enrolarse como soldado y morir en alguna de sus humanitarias misiones por el mundo, Europa siempre tendrá a un canalla que le entre a golpes y a patadas en un vagón de metro, en el despacho de una empresa o en un tribunal de justicia.