Recurriendo a un símil astronómico, ya muy familiar, un asesor del jefe militar de EUFOR (la fuerza militar europea que desde el jueves pasado se responsabiliza de la pacificación y la estabilidad en Bosnia-Herzegovina, tras relevar a la SFOR otánica) ha afirmado: «No se puede vivir con un agujero negro en las puertas de Europa. […]
Recurriendo a un símil astronómico, ya muy familiar, un asesor del jefe militar de EUFOR (la fuerza militar europea que desde el jueves pasado se responsabiliza de la pacificación y la estabilidad en Bosnia-Herzegovina, tras relevar a la SFOR otánica) ha afirmado: «No se puede vivir con un agujero negro en las puertas de Europa. Hay que tragarlo». Si se aplica con rigor la teoría de los agujeros negros, más habría que temer que, en caso de fracasar la operación, sería el susodicho agujero el que acabaría tragando a Europa. Tanto una suposición como la otra pecan de evidente exageración, dado que muchos son los estados y las coaliciones internacionales que conviven estrechamente con peligrosos focos de inestabilidad sin que por ello sean aniquilados.
De todos modos, desde el pasado 2 de diciembre un interesante experimento político-militar se está desarrollando no ya a las puertas de Europa sino en el mismo seno de nuestro continente, en una de las zonas que históricamente más complicaciones ha causado al conjunto de las naciones europeas: los Balcanes. La Unión Europea, con su incipiente brazo militar, se responsabiliza ahora de las misiones que venía desarrollando en Bosnia-Herzegovina la OTAN, desde que hace nueve años desplegó allí para poner fin a la guerra civil que había ensangrentado la región.
La principal tarea de EUFOR es mantener la paz y la estabilidad en ese Estado balcánico, convertido por la fuerza de los hechos en un anómalo protectorado internacional. Dentro de esa misión general hay aspectos muy críticos. El primero y más significativo es el de detener a los criminales de guerra que la OTAN ha sido incapaz de encontrar, sobre todo al ex presidente servobosnio, Radovan Karadzik, y al que fue su general en jefe, Radko Mladik, fugados de la justicia internacional desde 1995. Surge así un aspecto de la misión que en Le Monde (1-12-04) un general francés considera «muy gris… y una fórmula para crear un conflicto de competencias», pues la OTAN -es decir, EEUU- también conserva la misma responsabilidad, sin precisar bien los límites de acción entre ambas partes. De hecho, permanece en Sarajevo un grupo militar de EEUU para desempeñar «misiones especiales».
Por otro lado, sabiendo que los fugados de la justicia cuentan con la complicidad de redes de la delincuencia organizada, la desarticulación de éstas será otro de los objetivos de EUFOR, que para ello habrá de colaborar con las autoridades policiales de Bosnia. La tarea, pues, no se presenta fácil para el contingente militar europeo de cerca de 7.000 efectivos que despliega en ese país. Y todavía menos si de los resultados obtenidos en los próximos meses va a depender, como así ocurre, la futura vinculación de Bosnia-Herzegovina a la OTAN y, más adelante, el establecimiento de lazos más estrechos con la Unión Europea.
Mucho se juega Europa en esta inédita aventura militar en los Balcanes. De ahí que haya quienes contemplen esta misión por la otra cara. Desde Bosnia, el corresponsal de un diario local sospecha que sirve «más para beneficio de la UE que para Bosnia», ya que trata de mostrar la capacidad militar de Europa no tanto a los ojos de los bosnios sino ante la mirada, siempre recelosa, de Washington, en ese delicado (des)equilibrio trasatlántico en lo que atañe al ámbito militar.
De hecho, otros parámetros de Bosnia-Herzegovina siguen muy descuidados: su producto nacional bruto todavía no ha recuperado el nivel anterior a la guerra civil y la economía se resiente. El país está fraccionado porque, de hecho, ha sido sometido a una limpieza étnica. Persiste el recelo entre las tres comunidades -bosnia, croata y servia- y los dirigentes políticos mantienen posturas muy enfrentadas segun líneas étnicas similares a las que provocaron la guerra. Nada de esto podrá corregirse con un simple despliegue militar en el territorio, por mucha eficacia que tenga.
Los recelos no sólo existen entre la población supuestamente protegida. Refiriéndose a la captura de los criminales de guerra huidos, el general francés antes citado se preguntaba: «¿Nos dejarán los americanos aprovecharnos de los informes que obtengan gracias a sus AWACS (aviones de vigilancia aérea) y a sus sistemas de escucha? No estoy nada seguro de ello». No hay que olvidar que, del mismo modo que en España las rivalidades y la falta de coordinación entre los varios servicios policiales propició la tragedia del 11M, a nivel internacional sería un prestigioso éxito la captura de los dos relevantes fugados de la justicia y todos querrían apuntarse el tanto. De ser así, la eficacia de la cooperación militar entre aliados deja todavía bastante que desear.
De cualquier modo, la Europa que pretende avanzar hacia una mayor cohesión interna, que ya posee una moneda única, ha creado la Agencia Europea de Defensa, ha establecido un Centro de Mando para las operaciones militares y ha comenzado a preparar los cuadros de un Ministerio Europeo de Asuntos Exteriores, no puede seguir careciendo del órgano militar que respalde su política común exterior y de seguridad. El despliegue iniciado en los Balcanes la semana pasada va a ser la piedra de toque que permita valorar las posibilidades europeas para dejar de seguir dependiendo de EEUU en todo lo que se refiere a su defensa militar.
* General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)