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Europa y la era Sarkozy en Francia

Fuentes: Rebelión

Las propuestas de Nicolás Sarkozy, hoy Presidente de Francia, no son sino una reafirmación de 26 años de mandatos presidenciales y el predominio de políticas neoliberales, incluyendo dos septenios socialistas, François Mitterrand, y la «cohabitación» con Jacques Chirac. La votación del 5 y 6 de mayo de 2007 se decidió fundamentalmente por los dossiers socioeconómicos, […]

Las propuestas de Nicolás Sarkozy, hoy Presidente de Francia, no son sino una reafirmación de 26 años de mandatos presidenciales y el predominio de políticas neoliberales, incluyendo dos septenios socialistas, François Mitterrand, y la «cohabitación» con Jacques Chirac. La votación del 5 y 6 de mayo de 2007 se decidió fundamentalmente por los dossiers socioeconómicos, a saber, la política del empleo, la seguridad social, los impuestos y contribuciones territoriales, la política de inmigración, derechos de los trabajadores, y a todo lo cual debe agregarse la situación de los indocumentados. En el trasfondo estaba la política europea, la cual, por sus repercusiones, es absolutamente inseparable de la situación interna. De manera inequívoca, el desafío central del dossier europeo es la transición de economías y sociedades diversas, hacia una Europa unida, donde para una parte del pueblo francés, la integración se entiende según la mirada que tiene de la «Francia social», implicando con ello la «armonización social hacia arriba» (esto es, la nivelación «hacia arriba») y no «hacia abajo».

Europa y política interna en Francia

Desde que el proyecto de Constitución europea fuera rechazado por un 55% en el referéndum de mayo de 2005, donde participó 70% del electorado francés, la Unión Europea representa un desiderátum que ni la derecha ni la izquierda osan concretar. La dificultad mayor se reduce a entender que la política europea no es sino el reflejo de las políticas internas de los estados miembros. Como lo expresa Henri Emmanueli, líder de la corriente Nouveau Monde (Nuevo Mundo) del Partido Socialista Francés, «no es posible desconectar la política interna de los grandes desafíos europeos». Asumir la Unión Europea significa asumir la política interna con todas sus proyecciones en un mundo global, incluido el comercio internacional. Nótese la apertura de Europa hacia el exterior, la cual representa 15% de su PIB consolidado, esto es, más del doble de los Estados Unidos y cerca del triple de Japón. Si bien Estados Unidos en el comercio mundial representa poco más de 16% contra un 19% de Europa, 48% del comercio mundial se realiza con el dólar americano y 30% en euro.

Nuevos estados miembros en la Unión Europea

La evidencia más reciente de las dificultades que se avecinan ya se presentó en 2004, con la acogida de 10 nuevos estados miembros incorporados, y otros estados como, Grecia, España, Portugal, Irlanda que benefician de los llamados «fondos de cohesión» del presupuesto europeo, destinados a aquellos países con un PIB per cápita inferior al 90% de la media comunitaria [1].

Según las reglas presupuestarias de la Unión, los países miembros aportan en función de su PIB, rubro que representa 75% de los ingresos de la organización. Francia y Alemania son los principales contribuyentes y su opinión, ya expresada, en el sentido de limitar el presupuesto a 1% de su PIB, tiene un peso indudable en las discusiones para el período presupuestario 2007-2013. Este límite en la contribución, ya ha sido rechazado por los países incorporados a la Unión en el año 2004 y los ya mencionados, España, Grecia, Irlanda y Portugal.

En la política sectorial comunitaria relativa al agro, a la cual se destina casi la mitad de los gastos de la Unión, léase subvenciones al sector y suministros a precios razonables a los consumidores, las dificultados se han presentado entre los principales beneficiados con aquella, esto es, Francia, España, Alemania e Italia y los países que se incorporaron en 2004. Estos últimos poseen un fuerte contingente de mano de obra agrícola y no tienen otra alternativa que negociar un horizonte de ayudas que permita su incorporación sin traumas a la Unión. Los aportes no se detienen allí, pues deben agregarse los «fondos estructurales» destinados a economías cuyo PIB per cápita es inferior al 75% de la media comunitaria y a regiones con dificultades, todo lo cual representa un 70% del fondo estructural de la organización.

Sarkozy entiende que la Unión Europea no tiene vuelta atrás, pero por otro lado está comprometido con un electorado de derecha, más sensible a entender los argumentos del mercado, de los negocios, y sus utilidades, antes que los argumentos de la solidaridad con aquellos que se incorporan en un nivel de partida mucho más bajo que los 6 países fundadores de la primera hora. Por lo cual, frente al dilema de alienarse el 47% que votó contra él, Sarkozy no tuvo otra opción que anunciar mini tratados, cuya intención no es otra que aligerar la factura de los fondos estructurales y de cohesión y si fuera posible fijar la regla de participación de Francia en el presupuesto comunitario en un 1% de su PIB. En eso espera encontrar una aliada en la canciller de Alemania Angela Merkel, quien aún paga facturas históricas provenientes de la unidad de la Bundesrepublik con los territorios de la antigua DDR.

La política laboral: Francia y la Unión Europea

Los problemas mayores que deberá enfrentar Sarkozy se refieren a la política laboral. En el plano interno Sarkozy propuso en su programa de gobierno exonerar de impuestos las horas extras por sobre las 35 horas semanales de trabajo, como una de las bases del desarrollo económico de Francia. Es sabido que cuando se discutió en 1981 la semana de 39 horas, las discusiones se centraron en la productividad en base a mayores inversiones en la modernización de la maquinaria productiva, lo cual se dijo, no llevaba precisamente a niveles de mayor empleo, pues la introducción de la automatización arriesgaba caer precisamente en lo contrario. En su concepción decimonónica de la economía capitalista, Sarkozy propone «suplementos» por sobre las 35 horas, cuando la verdadera apuesta es la organización de factores de distribución de la riqueza adicional creada por la mayor productividad producto de la automatización de los sectores de punta y más modernos de la economía francesa. El tema laboral resurgirá con fuerza en la tradicional «rentrée sociale» (reivindicaciones planteadas por las centrales sindicales a la vuelta de vacaciones de verano, esto es, el mes de septiembre) en Francia. Situación que Sarkozy desea evitar, llamando a la discusión inmediata y la consideración después de las elecciones legislativas de junio, de proyectos de ley sobre sus propuestas programáticas. Sin embargo, en el plano europeo lo espera la llamada «Directiva Bolkestein» (Fris Bolkestein, antiguo Comisario de la Comisión Europea es el autor del Informe «Directiva sobre los servicios en el mercado interior»), que rige las reglas por las cuales se rige el trabajo en el ámbito de la Unión y que ya ha sido rechazada por las grandes centrales sindicales de Francia. Cuando el Parlamento Europeo, adoptó el 16 de febrero de 2006, en primera lectura una proposición enmendada de la Directiva , la opinión pública entendió que se encontraba frente a un texto que consagraba disposiciones discriminatorias. Texto que el partido de Sarkozy ya apoyó en el Parlamento Europeo. Se trata de un cuerpo legal de clara orientación neoliberal, donde se ataca frontalmente los servicios públicos, las normas sociales y del medio ambiente y se abandona el proyecto europeo de «armonización social hacia arriba».

ATTAC plantea como ejemplo, el caso de los trabajadores independientes regidos por la Directiva , que quedan al margen de las obligaciones impuestas por el Código del Trabajo. Con lo cual existe la posibilidad cierta de presiones para crear «falsos independientes». Otra disposición denunciada es la invocación del interés general para entrabar los intercambios de mano de obra entre los países de la Unión. Originalmente la Directiva se refería a los países de origen, lo cual fue eliminado, pero el artículo 35 aprobado, tampoco mencionó el país de destinación, pero sí se refirió a que el Estado miembro, destinatario de los trabajadores extranjeros, deberá tomar todas las medidas necesarias con el objeto de asegurar que el prestatario de los servicios se conforme a la ley nacional. ATTAC se pregunta: ¿A qué ley nacional se refiere? Aquella del Estado que acoge al trabajador extranjero o el Estado de origen del eventual prestatario de servicios.

Nótese que tal ambigüedad, de país de origen y destino, fue aprobada (527 votos), con los votos de los diputados de la UDF (del ex candidato centrista Bayrou) y de la UMP (del hoy Presidente Sarkozy) y una mayoría de «Verdes». Además, como una cuestión de compromiso, se otorgó jurisdicción a la Corte de Justicia (europea) para interpretar el texto en todos los aspectos donde no exista consenso. Lo cual significa que por dimisión de los legisladores, representantes elegidos por el pueblo europeo, las relaciones sociales, materia política que debió quedar clarificada en la ley escrita, queda sometida al juez, que en este caso, como en la tradición anglosajona, será quien en definitiva dictará la ley («the judge makes the law»). Situación extraña a la tradición jurídica del continente europeo y muy propia de la tradición anglosajona donde existe una regulación que consolida la preeminencia de la common law (legalidad mayor) sobre el statute law (legalidad menor) y donde, como en Estados Unidos, la Corte Suprema a través de su jurisprudencia regula la subordinación del derecho regional a los principios básicos de la Constitución Federal.

Al servicio de la Multinacionales: la política de «deslocalizaciones»

Si bien Sarkozy, no está dispuesto a aceptar aumentos en la participación presupuestaria para facilitar la entrada de los nuevos miembros, sí ha propuesto las llamadas «deslocalizaciones», esto es, la instalación de industrias en aquellos países donde los costos laborales son más bajos – precisamente es el caso de los 10 nuevos miembros de 2004. Instituciones sociales, centrales sindicales, ya han denunciado que la clase política neoliberal estimulará a esos países para profundizar un dumping social para atraer empresas de los países industrializados interesados en abaratar sus costos. La «deslocalización» forma así parte de todo un programa neoliberal, en el cual se prevé que, por una parte se ahorran fondos en la incorporación de aquellos que se incorporan a la Unión, y por otra, se presiona a la baja los salarios establecidos en la Unión. El neoliberalismo de Sarkozy y sus asesores no deja de tener un tinte decimonónico cuando apela a la explotación de la mano de obra barata. Olvida que las multinacionales que hoy operan en suelo francés están más interesadas en vender productos de alta tecnología en un ámbito global, que explotar mano de obra barata. Y para obtener mayores márgenes necesitan – entre otras cosas – un petróleo barato, energía barata. Las grandes huelgas en Francia de los tres últimos decenios están más asociadas a las crisis coyunturales globales – entre ellas energéticas – y a la presión por reducir los márgenes empresariales, que a la fortaleza (ó «intransigencia») de las centrales sindicales.

Una de las mayores críticas que se hizo cuando se votó la Constitución europea fue que los neoliberales no dejaron absolutamente nada al azar. Se reglamentaron con el máximo de detalle las políticas que deberían seguirse. Con lo cual en lugar de someter a referéndum una Constitución con principios fundamentales se buscó la formulación de un verdadero cuerpo codificado. Se estipulaba así, en detalles, sobre la «libre competencia», la cual se proclamaba sin ambigüedades, como un principio que «no podía ni debía ser falseado» (¿?). En síntesis se consagraba la pérdida de soberanía en beneficio de las empresas, o más concretamente, en beneficio de una casta aristocrática internacional del tipo Antiguo Régimen (la expresión es de Alain Joxe- H.V.).

El voto socialista en el referéndum por la Constitución europea

¿Cómo se explica que Ségolène Royal, la candidata socialista, haya votado por el SI en el referéndum por la Constitución europea? La respuesta es simple. Creyó, al igual que François Hollande, que se podía diferenciar entre los «desafíos europeos» y la «política interna» francesa. Motivación que ni siquiera cree la derecha francesa, pues la Comisión, en el capítulo francés que presidió Giscard d’Estaing, no sólo incorporó los principios neoliberales ya evocados, sino que además, sin dejar nada al azar, se preocupó de estatuir con el máximo de detalle las políticas que consagrarían los principios. Agreguemos, que esto se hizo con el claro objetivo de cambiar las leyes internas que se opusieran a lo ya escrito en el texto constitucional europeo. Es decir, que lo que no podían conseguir con las organizaciones republicanas de la sociedad civil francesa, defensoras de los pactos sociales (sindicatos, organizaciones territoriales asociativas, profesionales, ONGs) esperaban conseguirlo del caos que surgiría de su supresión real bajo el disfraz de supuestos imperativos europeos.

En ese contexto, la indignación moral de Ségolène Royal (léase el debate previo a la segunda vuelta y la gran concentración en el Estadio Charletty) por las injusticias que veía en la sociedad francesa, no fue suficiente para convencer a los electores que realmente tenía un programa de transición hacia un proyecto de poder socialista. Más de un cuarto de siglo, con Mitterrand y Chirac en el poder, han anclado fuertemente en la sociedad francesa, la convicción que se encuentra ante alternancias más formales que reales; con restricciones, más que programas, donde ni la derecha, ni la izquierda tienen márgenes de maniobra con respecto a políticas mundiales establecidas desde la inconvertibilidad del dólar (1971) y los embargos petroleros (1973-74 y 1979). Aclaro que me refiero a la izquierda como la concibe el Partido Socialista francés, donde la referencia a un «cualquier estadio de transición al socialismo» está dramáticamente ausente. Este no es un drama de incompetencias, es más que eso. Al igual que en Chile y en muchos otros países donde existen partidos socialistas, éstos no son precisamente socialistas. El apelativo socialista es apenas un nombre de fantasía.

(Para la izquierda republicana siempre ha sido difícil explicar (sobrellevar) las conclusiones extremas de una sociedad donde se ha perdido la cohesión social y los principios de la solidaridad. En un artículo sin contemplaciones, Yves Mény evoca la xenofobia popular larvada, cuando en la lucha por el empleo en el ya amplio mercado europeo del trabajo, se escuchan calificativos despectivos como, «bougnoules», (negros o mestizos) «ritals» (italianos) o «polaques»(polacos), cuando los trabajadores de origen francés se enfrentan a los inmigrantes. [2] ¿Inconsciencia acerca de los desafíos? ¿Trágico abandono del proyecto europeo? ¿Jeanfoutisme (le importa un carajo)? La reciente campaña electoral puso en evidencia la ignorancia sobre los desafíos económicos europeos y mundiales, y una explotación, por la «derecha Sarko» y la «derecha de Le Pen», de sentimientos racistas y patrioteros. Ignorancia e inconciencia política, digámoslo sin ambages, que ha sido cuidadosamente mantenida por la casi totalidad de la clase política).

El proyecto socialista en Francia y las crisis

Veamos en el caso de Francia los orígenes de las ambigüedades del proyecto socialista. Remontémonos 26 años atrás cuando Mitterrand accedió al poder. Un cambio drástico, en pleno gobierno socialista, constituyeron las regulaciones financieras, que en 1984, llevaron a la desregulación de los mercados, obligando a los actores económicos a una política neoliberal. A eso agréguese el freno en los reajustes salariales impuestos por Jacques Delors en 1982-83, como una reacción a logros mediocres en la competitividad de la industria francesa frente a sus competidores. Obviamente, no se pueden desconocer los avances sociales posteriores a los acuerdos de Grenelle (1968), que desde luego el gobierno de Giscard tuvo que respetar. En 1972, 62% de establecimientos industriales aplicaban la convención colectiva por rama y en 1981, se elevaban a 86%. Los asalariados involucrados en negociaciones colectivas pasaron de 75% a 90%. Si se analizan las cotizaciones sociales en el año 1986 se observa que estas son muy superiores en Francia, 40%, a la del resto de los países de la OCDE las que representaban en promedio 25%. Pero, en contrapartida, notemos que la importancia de los impuestos indirectos, que representan dos tercios del total, atenta contra las ventajas sociales y de remuneraciones negociadas colectivamente.

Contrariamente a lo que sucedía antes de 1971, o aún, anterior a 1914, cuando regía el patrón oro en las economías, y cuando los gobiernos podían echar mano a políticas monetarias y al presupuesto para dirigir la política económica, actualmente, en un mundo de flotación cambiaria y de crisis internacional, esos instrumentos pierden la validez que alguna vez tuvieron. De hecho, los choques petroleros (1973-74 y 1979) cerraron la vía de la devaluación del franco como mecanismo para asegurar exportaciones competitivas.

La vida actual de las crisis se desenvuelve por la liquidez que crean las licitaciones de activos y creación de deuda, cuya cuantía en el mundo se cifra, a US$ 400 billones, y es muy superior al dinero vinculado a las transacciones comerciales ligadas a la producción de bienes y servicios, US$ 20 billones, lo cual crea un ambiente permanente de crisis potencial. La regulación monetaria automática, se rige hoy en un mundo de cambios flexibles. Con lo cual se llega a la situación que las crisis financieras, como lo dice Joan Robinson, tienen «su propia vida». [3] En su aspecto real las crisis financieras provienen del problema real de la balanza comercial, aun cuando su desarrollo es diferente.

Los mecanismos del endeudamiento constituyen parte de la lógica del mercado global. Bastan dos constataciones. Uno, las fuentes de capitalización de las empresas se trasladan a los grandes mercados de capital de las economías industrializadas y dos, las economías se internacionalizan, lo cual aparece de las estadísticas del endeudamiento de las corporaciones, que en Brasil alcanza a 2% del PIB, mientras que en USA alcanza a 43% del producto y en Francia 30% del producto. ¡O te embarcas en un proyecto continental, o te entregas a la acción de las multinacionales cuya cifra de negocios es muchas veces superior al PIB de los estados! Los mecanismos de la deuda no los manejan los estados, sino los grandes consorcios financieros internacionales, que en alianza con las multinacionales fomentan las triangulaciones donde se amalgaman lo financiero y lo real.

Cuando se trata de la relación entre bancos acreedores extranjeros y economías subdesarrolladas en operaciones de préstamos a multinacionales inversoras (ligadas a los bancos que las financian) en yacimientos mineros, petrolíferos, etc., existe la posibilidad cierta e importante que se emplee dicha relación para la repatriación ilegal de ganancias. Ha sido la frustrante experiencia de América Latina, pero también del Medio Oriente, África y Asia. Esa relación puede además involucrar operaciones financieras en combinación con los bancos, que controlan, al margen del Fondo Monetario Internacional, los mecanismos de creación y transferencia de deudas internas de empresas nacionales en deuda externa, como sería el caso de los llamados Non Deliverable Forward (NDF). En relación con dicho mecanismo la economista Gladys Cecilia Hernández escribe que «el banco extranjero compra bonos de la deuda interna del país o compra acciones en otras empresas, como pueden ser los fondos de pensiones y envía las ganancias al exterior». Concluye, «en realidad, hoy no se pueden establecer diferencias nítidas entre acreedores nacionales y extranjeros, ya que, de hecho, todos pueden enviar sus ganancias para el exterior, sin control y ocasionar las mismas pérdidas a las economías de la región.» Es interesante recordar que en Brasil las operaciones NDF por 70 mil millones de dólares, produjeron ganancias por 10 mil millones de dólares, lo que representó en 2006 70% del monto de intereses de la deuda externa brasileña [4].

En síntesis, la presencia de gobiernos socialistas en estos últimos 26 años en Francia, no ha sido la excepción en la notable ausencia de reflexión socialista sobre los desafíos que plantea la construcción de un nuevo proyecto de poder que consagre la preeminencia de la República social, como afirmación de la soberanía del pueblo, por sobre la soberanía de los grandes negocios empresariales y financieros multinacionales.

Conclusión

Cuando Francia rechaza la Constitución europea en mayo 2005 se rechaza el quehacer de las multinacionales en la construcción de Europa y por supuesto la relación que existe entre políticos como Sarkozy y el mundo de los negocios. La elección de Sarkozy es una dimisión en favor de las empresas multinacionales y las elites financieras nacionales. Tengamos conciencia que con la reciente elección en Francia, aquello que se avanzó en la Europa de los pueblos, de los trabajadores, aquello que se acordó como pactos sociales dentro del contexto republicano, deviene letra muerta porque la esencia misma del proyecto de poder neoliberal no es otro que matar la política, sustituirla por la lógica de la globalización económica donde las empresas multinacionales son soberanas. La derrota política en Francia nos recuerda que el proceso democrático, ya no es la tarea de una nación en particular sino de la nación europea. Restituir su lugar a la política, significa construir la Europa política, con la inspiración de las naciones que cobijaron los grandes movimientos libertarios en los últimos doscientos años. Es en síntesis, reencontrarse con las raíces más genuinas de la libertad y la solidaridad en la construcción de un nuevo Estado-Nación: Europa.

Héctor Vega es abogado (Universidad de Chile), Economista, Doctor de Estado en Ciencias Económicas (Universidad Aix-en-Provence, Francia), Profesor del Doctorado Universidad Arcis

NOTAS

[1] El 1 de mayo de 2004 se incorporaron la República Checa, Chipre (sólo la parte greco-chipriota), Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia.

[2] Yves Mény. «L’Europe désorientée, la France déboussolée«. El autor es presidente del «Institut universitaire européen de Florence».

[3] Joan Robinson. «El fracaso de la economía liberal». Siglo XXI, México 1971, p. 57.

[4] Gladys Cecilia Hernández Pedraza. Evolución de la Deuda Externa del Tercer Mundo: Casos de América Latina y el Caribe. 30 de Marzo de 2007, p. 11 y ss.