Europa, antaño orgullosa de su rol como defensora de los derechos humanos y promotora de la democracia, enfrenta hoy uno de sus momentos más humillantes en el tablero geopolítico internacional. Los recientes movimientos de Francia y Alemania para entablar relaciones con grupos que previamente catalogaron como terroristas exponen no solo un cambio radical en su política exterior, sino también una contradicción flagrante en sus principios.
El regreso de Europa al tablero sirio: ¿estrategia o desesperación?
Siria, devastada por más de una década de guerra y conflictos entre facciones, parecía haber caído en el olvido para Europa tras el auge del terrorismo y la derrota militar del Estado Islámico. Sin embargo, con la reconfiguración del poder en Oriente Medio y el ascenso de un orden multipolar, Europa parece haber decidido regresar, aunque a un costo que cuestiona su dignidad.
Turquía, bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdogan, ha jugado un papel clave en Siria, estableciendo un equilibrio de poder a través de su influencia sobre diversas facciones. Mientras Ankara maniobra para consolidar su posición, Europa, relegada a un papel secundario, intenta recuperar terreno a través de contactos con grupos yihadistas que no hace mucho combatía con vehemencia.
Los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Alemania, Annalena Baerbock y su homólogo francés, se desplazaron recientemente a Siria, un acto que, lejos de consolidar una posición fuerte, evidenció las humillaciones que Europa está dispuesta a tolerar para no quedar fuera del nuevo orden.
¿Compromiso o claudicación?
El incidente durante las reuniones con líderes yihadistas fue particularmente simbólico. La negativa de un líder islámico a estrechar la mano de la ministra alemana, por el simple hecho de ser mujer, es una bofetada a los valores de igualdad y respeto que Europa dice representar. Peor aún, la respuesta de los diplomáticos europeos —incluyendo un gesto de sumisión por parte del ministro francés— parece reflejar no solo desesperación, sino una renuncia a principios fundamentales.
Este tipo de actitudes envía un mensaje claro: Europa está dispuesta a sacrificar sus valores fundamentales para mantenerse relevante en un escenario internacional cada vez más dominado por actores como Turquía, Rusia y China.
La hipocresía de Europa y sus consecuencias internas
El giro de Europa en Siria no solo es contradictorio; también es peligroso. Los mismos grupos con los que ahora busca dialogar son responsables de atentados que han causado muerte y sufrimiento en el continente. A cambio de un asiento en la mesa del poder en Oriente Medio, Europa parece estar dispuesta a ignorar los riesgos que estas alianzas puedan representar para su seguridad interna.
Por otro lado, este comportamiento refuerza la narrativa de que los valores europeos son negociables cuando se trata de intereses estratégicos. Tal hipocresía no pasa desapercibida para sus propios ciudadanos, quienes observan con escepticismo y desconfianza cómo sus líderes priorizan la geopolítica sobre la coherencia moral.
Europa al margen del nuevo orden mundial
El nuevo orden multipolar que se está configurando en el mundo, con actores como Turquía tomando la delantera en regiones clave, ha dejado a Europa en una posición incómoda: la de un espectador desesperado por recuperar influencia. Sin embargo, el enfoque actual de sus líderes no solo no parece garantizar un papel relevante, sino que amenaza con socavar aún más su credibilidad internacional.
Siria es un espejo que refleja la decadencia de Europa en el escenario global. Su desesperación por mantenerse en juego, incluso a costa de aliarse con quienes antes calificaba como enemigos, pone en duda no solo su estrategia, sino también su identidad.
Quizás sea hora de que Europa reconsidere no solo sus acciones en Oriente Medio, sino su papel en un mundo que, con o sin ella, está cambiando rápidamente.
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