La crisis económica mundial, el crecimiento de varias derechas y el regreso potencial de la guerra por la posible secesión de Crimea constituyen de conjunto una visión fantasmagórica tan compleja como preocupante. El haber asistido por estos días a un evento internacional para discutir la deriva de la crisis mundial y luego recorrer varias ciudades […]
La crisis económica mundial, el crecimiento de varias derechas y el regreso potencial de la guerra por la posible secesión de Crimea constituyen de conjunto una visión fantasmagórica tan compleja como preocupante.
El haber asistido por estos días a un evento internacional para discutir la deriva de la crisis mundial y luego recorrer varias ciudades europeas, me ha permitido tener una observación directa de las preocupaciones y temores que transitan por el viejo continente.
¿En que punto de la crisis estamos?
Esta es la pregunta que deambula en los distintos círculos y centros de debate europeos. La incertidumbre ha sido disparada por las conclusiones del reciente Foro de Davos cuando determinó que «…la crisis ha terminado». Dicho esto en el sentido que no se sigue extendiendo, aunque reconociendo que «…hay muchos problemas a resolver». En España el ministro Rajoy no se ha quedado atrás y hace pocos días hizo declaraciones en la misma dirección. Las proyecciones de la Comisión Europea (CE) para el período 2014-2015 parecen confirmar estas afirmaciones.
Si bien Bruselas ha fallado estrepitosamente en años anteriores, sus números se apoyan en que el empleo comienza a repuntar, las condiciones financieras de la región han mejorado y el consumo muestra indicadores positivos. En base a estos datos globales la CE pronostica para la Zona Euro un crecimiento del PBI de 1.2 por ciento para este año y del 1.8 para el 2015 (1.5 y 2.0 respectivamente para la Unión Europea, la Zona más Suecia y Gran Bretaña). Se trata de tasas de crecimiento muy moderadas pero que contrastan con la recesión anterior.
Conviene recordar que fue la acción combinada de los gobiernos de llevar adelante el ajuste estructural (conocido por aquí como «austeridad sin fin») impuesto por la troika -centrada en las deudas, en los déficit fiscales y en contrarreformas laborales- el que llevó a la región a una recesión desde fines del 2007 hasta mediados del 2009, y a una recaída en el 2011 que duró casi dos años, de la que ahora estaría recuperándose.
Esta potencial salida de la crisis es resultado de la emisión monetaria más grande de la historia, miles de millones de dólares, de euros, de yenes han sido lanzados al mercado sin contrapartida alguna, constituyendo una plétora de capital liquido que presiona en busca de alternativas financieras de inversión. Entonces se imponen nuevas preguntas que también recorren el viejo continente: ¿Puede considerarse finalizada la crisis sin que esta enorme masa de capital financiero sea reabsorbida? ¿Si se reabsorbe, no se estaría frente a un riesgo de deflación mundial? Más aún ¿como se resolverá el desempleo masivo y las crecientes desigualdades sociales? Alemania ha sido el eje ordenador del ajuste y la austeridad, pero su economía no alcanza para traccionar al conjunto. Así el fantasma de la crisis se muestra de larga duración.
Las derechas
El horizonte que se avizora no permite despejar el temor de que se trata de una recuperación frágil y malsana, que incluye la permanencia de altos índices de desocupación (12.0 en la Zona Euro y 10.7 en la UE), con picos altísimos en Grecia, España, Portugal, Italia y Chipre entre otros países, que afecta doblemente a los jóvenes, un incremento de la precarización laboral y una degradación de las condiciones de vida.
Esta combinación trágica se expresa con fuerza en el plano de la política, donde por derecha e izquierda -los movimientos sociales de masas se multiplican, aunque sin unidad política- se cuestiona fuertemente el régimen instituido.
La socialdemocracia no puede presentarse como alternativa a las políticas en curso, no puede diferenciarse de las que imponen la derecha y el capital financiero, así se muestra como una corriente agotada sin proyecto político propio. Esta situación alimenta tensiones políticas y se verifica el ascenso de una «derecha nacional populista» en toda la región, con muchas variantes según las tradiciones. En algunos países es la tapadera de grupos de ultraderecha xenófobos y racistas, en otros -como en Grecia- se expresa claramente como un partido nazi-fascista. En Francia la capitulación del gobierno socialista de Hollande y la crisis que recorre el Frente de Izquierda han potenciado el ascenso del Frente Nacional y nadie se extrañaría si en las próximas elecciones ganara una diputación al parlamento europeo. Incluso en España el Partido Popular ha tenido una fractura que se ubica claramente a la derecha de este.
Así las cosas es posible verificar en Europa un retroceso de los derechos democráticos, mayores niveles de control social y judicialización de las protestas a la par que las corrientes reaccionarias y fascistas intervienen cada vez más eficientemente en la escena pública.
¿De nuevo la guerra fría o algo peor?
Con la implosión de la ex URSS y el desmembramiento del bloque soviético, Rusia ingresó en un proceso de restauración capitalista, en gran medida aislada del concierto internacional. Hoy producida la reconversión y recompuesta sus relaciones internas ha regresado al centro de la escena mundial. Logró bloquear -con el aval de China- los intentos de ataque militar de la flota americana a Siria y de inmediato anunció un proyecto petrolero en ese país que no casualmente incluye a Irán.
Estas ambiciones de gran potencia, ya anticipadas en 2008 cuando recuperó -envío de tropas mediante- las provincias de Osetia del sur y Abjasia que se habían declarado independientes tiempo atrás, vuelven a manifestarse ahora cuando su proyecto de incorporar a Ucrania a un mercado común bajo su liderazgo chocó con la intención del ala pro-occidental ucraniana de adherir al tratado de libre comercio con la UE.
En noviembre de 2013 el gobierno de Ucrania, bajo fuerte presión rusa, decidió no adherir al tratado lo que desató una crisis política con fuertes movilizaciones de masas que concluyó con el derrocamiento del presidente Yanukóvich. El nuevo gobierno defiende la integridad territorial y el acuerdo con la UE, mientras que el parlamento de Crimea, la mayoría de su población ruso-hablante y las regiones orientales promueven fusionarse con Rusia.
En esta disputa la confrontación fue subiendo de tono. Masivas manifestaciones de nacionalistas y anexionistas, incentivadas por EEUU-UE por un lado y Rusia por el otro, se han enfrentado varias veces. El presidente Putin, a través de Gazprom amenaza con cortar el suministro de gas [1] por falta de pago mientras que el presidente Obama ha declarado que entregará gas para suplir el faltante, aunque no se sabe como se financiaría la ayuda. Todo esto sucede en un contexto de profunda crisis social y de deuda bajo la presión del FMI. Al momento de redactar esta nota tropas rusas ingresaban en Crimea mientras que el gobierno provisional desplegaba una fuerza armada de 50.000 soldados. En tanto el Parlamento anunciaba la convocatoria a un referéndum que se realizará este domingo 16 para determinar si desean incorporarse como una república más a la Federación (el resultado está descontado). El presidente Putín ha declarado que las autoridades, que han convocado a ese referéndum, son «legítimas» mientras que la canciller alemana Merkel, que el referéndum es «ilegal».
Hay que comprender que los intereses en juego no son solo los que expresan nacionalistas y anexionistas, o la relación entre EEUU y Rusia, sino algo más amplio y complejo como es la relación entre Rusia y el conjunto de Occidente. EEUU busca compensar la necesidad rusa de protegerse y dar seguridad a su territorio impulsando la expansión de la OTAN, pero esto está limitado por la actitud de Alemania y otros países fuertemente dependientes del gas ruso (ver recuadro).
Así la crisis ha encerrado un movimiento auténtico de libre determinación del pueblo, que presenta componentes democráticos, antielitistas y autoorganizativos combinados con componentes nacionalistas de derecha y ultraderecha. Sin embargo este movimiento permanece latente y según el curso de los acontecimientos podría extenderse a otros países.
Europa esta hoy atravesada por viejos fantasmas, sumergida en un entramado de crisis económica irresuelta; de movimientos democráticos autoorganizados; de nacionalismos y xenofobias varias y el regreso de los tambores que preanuncian una nueva guerra en la región. Resultado: se han encendido todas las alarmas.
*Eduardo Lucita es integrante de EDI-Economistas de Izquierda
Notas:
[1]
Rusia provee alrededor del 30% del gas que consume Europa. Ucrania es el eje distribuidor para los distintos gasoductos que transportan casi el 100%% del gas que consumen Estonia, Lituania, Letonia, Bulgaria, Suecia y Finlandia, algo mas del 60% de la república Checa, mientras que Bélgica, Alemania, Polonia, Eslovaquia, Austria, Hungría, Croacia, Eslovenia, Grecia y Rumania reciben entre el 45% y el 60% de su consumo y Holanda, Francia e Italia entre 15% y 25%.