Tuvo lugar en Caracas, entre el 25 y el 28 de julio, el XXV encuentro del Foro de São Paulo (FSP). Inmediatamente antes se reunió, también en la capital venezolana, el Movimientos de Países No Alineados (Noal), presidido hasta ese momento por Nicolás Maduro. Ambas fueron oportunidades para que la población venezolana, castigada por el […]
Tuvo lugar en Caracas, entre el 25 y el 28 de julio, el XXV encuentro del Foro de São Paulo (FSP). Inmediatamente antes se reunió, también en la capital venezolana, el Movimientos de Países No Alineados (Noal), presidido hasta ese momento por Nicolás Maduro.
Ambas fueron oportunidades para que la población venezolana, castigada por el acoso permanente de Estados Unidos y la Unión Europea, pudiera contrarrestar siquiera en parte la campaña que muestra una Venezuela aislada y ya definitivamente condenada. La ciudadanía pudo comprobar cuántos países, con los gobiernos más disímiles, cuántos partidos y organizaciones políticas de diferente signo, se ubican en la línea contraria a la ordenada por la Casa Blanca.
Más allá de señalamientos críticos respecto de ambas reuniones, el esfuerzo del gobierno venezolano responde a una política de frente único antimperialista, teorizado y lanzado como eje de acción por la IIIª Internacional en sus inicios, bajo el comando de Lenin y Trotsky. Fuera de toda duda, en esa tradición teórico-política debe afirmar sus pies la Revolución Bolivariana para hacer frente a la escalada capitalista que intenta no sólo ahogarla, sino -acaso en primer lugar- usarla para desprestigiar ante las masas del mundo cualquier intento de transición al socialismo. Cuidar este último aspecto, que comienza por defender la propia revolución, es una tarea trascendental para el Psuv y la dirección político-militar en Venezuela, a la que debiera contribuir cada militante comprometido/a con el socialismo en cualquier punto del planeta.
Washington y Bruselas utilizan las flaquezas de la economía venezolana, agravándolas mediante infinitas herramientas a su alcance, para convencer a América Latina que el capitalismo es la única solución a la multiplicación de desocupación, pobreza, exclusión y violencia en nuestra región; que hay diferentes formas de capitalismo y el único debate posible es por cuál de ellas optamos. Semejante perspectiva ha calado hondo en la gama cada día más estratificada de las izquierdas latinoamericanas.
Declaración final del XXV encuentro del FSP
El cartel de prensa internacional condenó el encuentro del FSP calificándolo de terrorista o, en la versión más leve, como mero recurso para legitimar a Maduro. Como se verá enseguida, esto tuvo consecuencias inmediatas.
Al margen de diferencias respecto de caracterizaciones sobre la coyuntura hemisférica, cabe un señalamiento de otro orden al texto final asumido por el XXV encuentro. El texto apoya explícitamente candidaturas para las próximas elecciones en Uruguay y Argentina (también lo hace respecto de Bolivia, pero éste es un caso diferente, porque Evo Morales ha sostenido y sostiene desde el poder posiciones antimperialistas).
Propone la declaración: «apoyar la fórmula de Daniel Martínez para presidente y Graciela Villar para vicepresidenta de Uruguay»; y también «apoyar al movimiento popular de Argentina que ha logrado conformar una alianza unitaria en el Frente de Todos, que lleva como candidato a presidente a Alberto Fernández y como candidata a vicepresidenta a Cristina Fernández de Kirchner».
El mismo día en que se votaba la declaración final, primero José Mujica y luego el candidato presidencial del Frente Amplio condenaron al gobierno de Venezuela calificándolo como dictadura. Con apenas tiempo para respirar, Alberto y Cristina Fernández sostuvieron que hay en Venezuela un régimen autoritario y la ex presidente abundó, en claro gesto electoralista y asociándose a la campaña de calumnias comandada por Macri contra la Revolución Bolivariana: «Sorry, en cuestión de alimentos, Argentina está como Venezuela». Para ganar votos frente a Macri comparó sus resultados con los del gobierno venezolano.
No fue por azar que semejante embate tuviera lugar al fin de la reunión en Caracas: según sus objetivos y en función de la concepción que los mueve, Mujica, Martínez, Fernández y Fernández debían tomar distancia de ese apoyo del FSP, para evitar comprometerse con esta organización en medio de sendas campañas electorales. El falaz informe de Michelle Bachelet fue utilizado como excusa por unos y como exigencia por otros para emitir estas declaraciones. Antes de ellos, y antes de las elecciones que perdió frente a Jair Bolsonaro, el ex candidato del PT Fernando Haddad había tomado el mismo camino, condenando al gobierno de Venezuela por ser «una dictadura».
En otro párrafo la declaración llama a exigir » la libertad inmediata de Lula, víctima de un abusivo, ilegal e indignante ejercicio del poder judicial contra él». E inmediatamente condena «hechos graves de persecución política y violación de los derechos humanos en Ecuador, Brasil, Argentina. La prisión de Lula y Jorge Glas así lo demuestran, como también la persecución judicial contra Cristina Fernández de Kirchner, Rafael Correa y Ricardo Patiño. Y exigimos la libertad de todas y todos los presos políticos».
Es correcto calificar la prisión de Lula como «abusivo, ilegal e indignante ejercicio del poder judicial». Sólo faltaría explicar que se trata de justicia de clase, finalmente aplicada al fundador del PT, por mucho que él mismo se empeñara en no considerarla como tal cuando fue presidente. Pero si es correcto condenar la prisión de Lula, es contrario a la más elemental verdad de los hechos comparar su caso con el de Cristina Fernández.
Antes de continuar con este punto, vale subrayar que el documento menciona sólo una vez al Alba. Lo hace cuando propone fortalecer » los proyectos de integración soberana como la CELAC, el Alba-TCP, el Mercosur y otras iniciativas integracionistas populares y autonómicas». Sin haber participado del encuentro, se puede afirmar que tal omisión ocurre porque las delegaciones de Argentina, Brasil y Uruguay, se oponen de modo tajante a ser parte del Alba o siquiera respaldarlo. Desde su fundación rechazaron el único instrumento actuante de frente único antimperialista en América Latina. En cambio, esas mismas dirigencias no vacilan a la hora apoyar la carrera presidencial de quienes califican como Dictadura a la Revolución Bolivariana: Martínez en Uruguay, Alberto Fernández en Argentina (quien dicho sea de paso, se define como liberal e inició su carrera como seguidor de Domingo Cavallo, ex ministro de economía de Carlos Menem).
Corrupción desenfrenada
Ni la persona más desinformada ignora que durante los 12 años entre 2003 y 2015 hubo en Argentina casos de corrupción sin precedentes. Involucran a funcionarios del gobierno anterior y muy específicamente a los ex presidentes Néstor y Cristina Kirchner. Esto iba a la par de gestos y palabras sin ninguna correspondencia con la realidad, enderezados a presentarse como parte de la propuesta antimperialista continental encabezada por Hugo Chávez. Mientras tanto se negaban a ingresar al Alba, a la moneda regional, al Banco del Sur… Una estafa política que aún tiene efecto sobre buena parte de la militancia, en especial jóvenes.
No lo decimos ahora, cuando el sistema judicial del capital se ha lanzado contra ellos. Quedó registrado en innumerables textos publicados en los últimos diecisiete años. Va de suyo que hubo también infinidad de denuncias de otros autores, muchas de ellas ampliamente documentadas.
Atribuir los juicios en curso contra Cristina Fernández a «persecución judicial» es comprometer la firma de organizaciones revolucionarios con un caso de enriquecimiento ilícito de enormes proporciones. Es, también y en primer lugar, dar crédito, aunque sea por la negativa, a la justicia burguesa. Una perspectiva anticapitalista no puede basar sus juicios en el sistema judicial del Estado burgués y por lo mismo jamás avalará como parte actuante los procesos que éste lleve a cabo. Eso es muy diferente a exculpar delincuentes porque los condenan jueces de la burguesía. En Argentina hay un precedente muy claro: la justicia que cerró los ojos ante los crímenes inenarrables de la dictadura entre 1976 y 1982, dos años después produjo un juicio sin parangón en el mundo: procesó y condenó a los miembros de las juntas militares gobernantes en ese período: 12 comandantes de las 3 fuerzas fueron expuestos en su accionar criminal y enviados a la cárcel.
¿Por qué lo hicieron? Porque había un poderoso movimiento popular que lo exigía y porque la burguesía comprendió que sin curar esa herida no había posibilidad de recuperar el equilibrio del sistema capitalista en el país. Hoy el cuadro es totalmente diferente. No hay un movimiento de masas exigiendo castigo a los ladrones, aunque sí hay conciencia de la magnitud de lo robado y de los efectos que esto tuvo en la vida económica de la sociedad. La declaración del FSP choca con ese sentimiento extendido en toda la sociedad y muy particularmente en el proletariado más avanzado, que huérfano de verdadera alternativa en alto porcentaje votó a Macri en 2015. A cambio de fuerza política que la acose, la burguesía afronta una hecatombe estructural en la economía y la consecuente bomba social que esto inevitablemente provocará si el sistema no es saneado. Uno de los aspectos de ese saneamiento ha llevado a la realización de estos juicios.
Confusiones
En Argentina no hay presos políticos. Hay sí ladrones en prisión. No será negando la realidad como podremos vencer la escalada del gran capital. La causa de los Cuadernos (episodio de inteligencia que explotó y produjo una cadena incontrolable de denuncias) lleva a la fecha 174 procesados. Esta cifra incluye al menos un familiar y socio del Presidente. 71 de estos procesos -entre los cuales está uno de los 13 que acorralan a Cristina Fernández- han sido confirmados por tribunales superiores y están a un paso del juicio oral. Sólo por sus fueros como senadora no está presa la ex presidente, como sí lo está Julio De Vido y una docena de sus funcionarios. De Vido fue ministro de planificación durante los 12 años de gobierno del matrimonio Kirchner. Desde 2016 el país vio una y mil veces innumerables pruebas fílmicas de la corrupción de ese régimen. Una cascada de los denominados «arrepentidos» corroboró ante fiscales y jueces los hechos de robo desenfrenado al erario público. El propio contador de Néstor y Cristina Kirchner aportó como arrepentido pruebas documentales del fabuloso enriquecimiento ilícito del matrimonio. Aunque se trate de una cifra mínima en comparación al botín total, en la población impactó el hallazgo de 4 millones de dólares de imposible justificación en una caja de seguridad a nombre de la hija de Cristina Fernández. Durante el período en el que estuvieron en el gobierno Néstor y Cristina Kirchner multiplicaron su patrimonio por un número todavía desconocido, pero sin duda elevadísimo. Una parte de esa incalculable fortuna se puede ver en Hoteles y departamentos lujosos, a nombre de la ex presidente y sus hijos. El cartel de prensa, por supuesto, hace un festín cotidiano de esta tragedia nacional. Pero no por esto los hechos dejan de ser reales, comprobados y a la vista de todos.
En la rebatiña participaron también decenas de altos empresarios. El propio Paolo Roca, titular de Techint, fue acusado y estuvo a punto de ir preso. Se refugió oportunamente en México y en cuestión de meses su nombre salió del proceso judicial, porque los hechos de corrupción sobradamente comprobados… habrían sido responsabilidad de uno de sus gerentes.
No es que ahora se esté «haciendo justicia«. Es que hay una feroz lucha interburguesa. Desde hace años calificamos al elenco en torno a Kirchner como advenedizos. Llegaron al poder y decidieron que a la pseudoteoría de la «burguesía nacional» le faltaba, precisamente, un poderoso sector identificado con ese presupuesto. Y se abocaron a llenar el vacío sin reparar en métodos (como, por otra parte, hizo siempre la hoy llamada burguesía tradicional, en cualquier país del mundo). Por tanto, no se trata de creer en el Poder Judicial del capitalismo y mucho menos en el gobierno de Macri. Se trata de comprender que el capital arraigado encontró en el actual equipo gobernante un punto de apoyo para procurar el saneamiento profundo de un régimen que, de otro modo, se desploma. En el curso de ese proyecto imposible apareció la necesidad/posibilidad de recuperar cientos de miles de millones de dólares escamoteados durante estos años. A eso se refiere Macri cuando, en plena campaña, repite que «hay que recuperar lo robado».
Al condenar del modo que lo hace la «persecución judicial» contra ex presidentes, por omisión la declaración quita carácter de clase a los sistemas judiciales en cuestión. Al comparar fenómenos incomparables, confunde a la militancia. Al ocultar la responsabilidad de consumados corruptos como en el caso argentino, choca de frente con una columna fundamental de cualquier proyecto genuinamente revolucionario y socialista. «Moral y luces» decía Bolívar y repetía Chávez.
Si esta descripción no fuera bastante, hay algo de otro orden que debería haber convencido a algunos partidos del Foro a no firmar esta declaración: la defensa del capitalismo por parte de Cristina Fernández (del candidato a presidente nada hay que decir, puesto que él mismo se define como liberal capitalista).
No hace falta recordar las declaraciones de la ex presidente cuando su esposo le pasaba el testigo en 2007 y ella afirmaba defender a Alemania como modelo para Argentina. Ahora, después de dos períodos de gobierno, como propuesta para un tercero, con su elevado estilo Cristina Fernández da una clase de economía política y sociología: «Los buenos capitalistas quieren que la gente gane bien y tenga trabajo, porque si no, ¿quién corno compra las cosas de ellos? Estos (los macristas) se dicen capitalistas y no te podés comprar nada, no podés viajar, no te podés comprar ropa ni ir al supermercado». Y agrega para que no haya lugar a dudas: «Yo soy mucho más capitalista que ellos. Conmigo en Argentina había capitalismo y la gente se podía comprar lo que quería. Que no me jodan más con lo del capitalismo. ¡Por Favor! Conmigo había capitalismo».
Macri eligió como candidato a la vicepresidencia a Miguel Pichetto, quien durante 12 años fue jefe del senado para Néstor y Cristina Kirchner. Él explica su salto al oficialismo del siguiente modo: «Macri es un verdadero defensor del capitalismo». Gracias a él, entonces, ahora está en discusión el sistema y no lo que antes llamaban «el modelo». Cristina Fernández se vio obligada a hablar claro y sepultar la retórica progresista: «¡soy mucho más capitalista que ellos!».
Aunque por razones diferentes, exigencias semejantes de definiciones netas ocurren en otros países del área, Brasil y Colombia entre ellos. En Argentina, tanto como en estos países, las masas están entrampadas por opciones burguesas, vacilaciones reformistas y aun expresiones del infantoizquierdismo. De allí la importancia de las posiciones asumidas por el texto del XXV encuentro del FSP. Es a esas masas desorientadas a quienes debería dirigirse la declaración.
Si acaso en las elecciones de octubre -o en la segunda vuelta en noviembre- ganara la fórmula apoyada por el FSP, aplicaría la política de salvataje capitalista, con apenas matices respecto del intento de saneamiento procurado por Macri. Si algo necesitan los trabajadores y las juventudes en Argentina son orientaciones claras para salir de la trampa impuesta a la nación por los candidatos del sistema.
Desde hace años el FSP no es ya ámbito apropiado para defender el socialismo ante los pueblos de América Latina. No por acaso Chávez llamó a construir una V Internacional, tarea todavía pendiente. Eventualmente este FSP podría ser válido para contribuir a un frente antimperialista. Eso está por verse. Pero apoyos electorales que dividen a las masas entre falsas opciones, desorientan y confunden a la militancia y dificultan la labor de las organizaciones revolucionarias, como ocurre dramáticamente en el caso argentino, no es algo que pueda pasarse por alto. Aquellas corrientes que, sin desconocer las enormes dificultades en la coyuntura mantienen inalterable su compromiso con los esfuerzos de transición al socialismo en Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, pierden base de apoyo para contrarrestar las calumnias de la derecha y el reformismo cuando los partidos gobernantes en estos países apoyan a los mismos que los repudian, sumándose a las calumnias contra Venezuela para reivindicar el capitalismo.
La reconfiguración del poder en medio de la crisis capitalista requiere la afirmación programática, organizativa y política de millones de seres humanos en torno a ideas claras y estrategias inequívocas, todo tras el objetivo de una sociedad que niegue y supere al capitalismo. No se trata de una discusión abstracta. La estructura de la economía capitalista mundial cruje y se resquebraja. Desde el poder, las burguesías tienen como último recurso la violencia de los Estados imperialistas y el fascismo que germina en nuestros países. Ésa es la batalla planteada.
@BilbaoL
P/S: Como delegado de uno de los 47 partidos y organizaciones que asistieron en 1990 al llamado del PT en San Pablo, el autor fue miembro fundador de lo que a partir del II encuentro se llamaría Foro de São Paulo. Asistió a numerosos encuentros, hasta que la hegemonía del reformismo se impuso y participar en ellos dejó de ser tarea estratégica. Sobre el nacimiento y definiciones iniciales de este bloque publicó en 1990 un pequeño libro, titulado «La Izquierda Latinoamericana Frente a la Crisis Mundial (Ensayo de interpretación marxista de la realidad contemporánea, a partir del Encuentro de Partidos y Organizaciones de Izquierda de América Latina y el Caribe)». Luego publicó en Crítica de Nuestro Tiempo propuestas y análisis de sucesivos encuentros.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.