Un total de 34 reactores serán revisados en los próximos meses por la autoridad nuclear francesa. La mayoría de las centrales cumple su vida útil antes de 2019
A finales de los años 70, Francia protagonizó un acelerón nuclear que dejó pasmado al mundo y se convirtió en el orgullo de los franceses. Gracias al átomo, su país escapó de la dependencia del petróleo. El reverso de la medalla llega ahora: 19 de los 58 reactores electronucleares franceses cumplirán antes de 2011 los 30 años de funcionamiento, límite de su vida activa prevista. Otros 29 caducan antes de 2019. ¿Quién se atreve a decretar que hay que cerrar tres de cada cuatro reactores franceses?
En los próximos meses, 34 de estos reactores van a pasar la llamada «tercera revisión decenal», efectuada por la Autoridad de Seguridad Nuclear (ASN). Esta rigurosa evaluación implica la paralización de los reactores durante meses y es especialmente importante porque se realiza justo en la fecha en la que concluye su vida prevista, según los documentos oficiales y los decretos de entrada en funcionamiento de esas centrales.
El plan inicial era que, tras tres décadas de funcionamiento, esta segunda generación de reactores se jubilara. Exactamente como ocurrió con las nueve centrales de la llamada primera generación, clausuradas a veces con urgencia en los años 80 y principios de los 90.
La diferencia ahora es que si hubiera que jubilar a los 48 reactores franceses que cumplirán 30 años de vida antes de 2019, la medida equivaldría al fin del predominio de la energía atómica, algo inconcebible en el país donde cerca del 80% de la electricidad producida es de origen nuclear.
Se trata de un problema de difícil solución. Por un lado, la tercera generación de reactores los del modelo EPR, que debía de tomar el relevo, no está lista todavía, como lo prueban los constantes retrasos y problemas en su construcción. Por otro, si los cierres fueran decretados masivamente, el atasco de residuos radiactivos sería enorme: un reactor representa en promedio 100.000 toneladas de desechos, 20% de ellos radiactivos, explica la ASN.
Dejando más que claras sus intenciones, la compañía energética francesa EDF elabora desde 2003 sus planes de amortización de las centrales con cálculos a 40 años y no a 30, según datos revelados por la red antinuclear Sortir du Nucléaire.
Partidarios y detractores.
La ASN ha validado parcialmente la actitud de EDF. Acepta que «caso por caso» puede autorizar la continuación de la explotación de centrales más allá de los 30 años. «La ASN no ha identificado un problema genérico que ponga en duda la capacidad de EDF para controlar la seguridad de sus reactores hasta 40 años», ha dicho el organismo.
Los repetidos accidentes en la vieja central de Tricastin en 2008 dos de ellos de gravedad no le han hecho corregir su posición. Los inspectores van a estudiar esas plantas al borde de la jubilación y sentenciar, a finales de 2010 o primeros de 2011, su futuro.
El fin de semana pasado, pocos días antes de su paralización para ser inspeccionada, la decana de esas centrales francesas de «segunda generación», la de Fessenheim, se convirtió en el centro del pulso que enfrenta a los partidarios y adversarios de prolongar la vida útil de las centrales.
Por una vez, el choque no es sólo un clásico partido de pronucleares contra antinucleares. Es mucho más heterogéneo y soterrado, con los inspectores de la ASN como árbitros.
Fessenheim y sus dos reactores nucleares de 900 megavatios se abrieron en 1977, en la zona fronteriza con Suiza y Alemania. Hoy, Alemania es un país que oficialmente ha decidido el cierre progresivo de sus centrales, y la sensibilidad antinuclear es fuerte también en Suiza.
En Alsacia, un partido que hasta ahora nunca se había pronunciado contra la energía nuclear, el centrista Movimiento Democrático, ha anunciado que reclama el cierre para «evitar seguir gastando tanto dinero en una planta vetusta». Apelan a una tesis cada vez más en boga también en Francia, que dice que «optar por la paralización y el desmantelamiento es una oportunidad económica nada desdeñable para Francia».
Manifestación antinuclear
Los antinucleares organizaron este fin de semana una manifestación europea en la ciudad vecina de la central, Colmar, cuyo trayecto fue reducido por la policía a su mínima expresión.
El portavoz de Sortir du Nucléaire, Stéphane Lhomme, expresó así sus sospechas: «EDF ni se plantea tener que cerrar todos esos reactores porque, de momento, el coste y el período de construcción de las nuevas centrales es demasiado elevado, como está ocurriendo con los EPR. Los inspectores de la ASN no tienen otra opción que dictaminar que la central puede seguir funcionando. La presión que sufren es enorme».
Por si las cosas no estuvieran claras, EDF publica en su web un proyecto global: «Prolongar la explotación del parque nuclear hasta 60 años es un desafío financiero considerable». Así, adelanta a la ASN por la izquierda en cuanto a planes globales, puesto que la autoridad de momento sólo se plantea hacerlo a 40 años.
EDF también hace presión localmente. En Fessenheim, que registró ocho anomalías en 2008, la empresa ya ha anunciado inversiones por valor de diez millones de euros para «restaurar los márgenes de protección sísmica» antes de 2019. Según el organismo oficial de radio protección francés (IRSN), haría falta una inversión mínima de 200 millones para alcanzar ese objetivo de seguridad en la vieja instalación.
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