Desde el inicio de la actual campaña electoral [cuya fecha límite es el 25 de septiembre], los sondeos de opinión muestran el salto adelante de Fratelli d’Italia (FdI), que ha pasado del modesto porcentaje [4,35% – 1.429.550 votos] de las últimas elecciones generales [4 de marzo de 2018] a ser el primer partido de Italia [el último sondeo autorizado, del 7 de septiembre, atribuye a FdI el 24,3% de votos].
Su líder y fundadora, Giorgia Meloni, ha declarado, con la determinación que la caracteriza, que está «preparada para gobernar», y el eslogan «Pronti» [Listo] aparece en gigantescas vallas electorales en las calles de la ciudad.
El FdI no se presenta como un partido nostálgico del MSI (Movimento sociale italiano), heredero del fascismo del siglo pasado, aunque conserva sus rasgos fundamentales: nacionalismo, racismo, sexismo y autoritarismo político. Para apaciguar a los mercados y a los actores internacionales, Giorgia Meloni hizo observaciones tranquilizadoras sobre el respeto de los compromisos económicos y el posicionamiento atlántico de su futuro gobierno, aunque siguió agitando algunas posiciones soberanistas: «menos Europa, pero mejor», «no más laissez-faire«. Por lo demás se siente libre de hablar «a las tripas» del electorado. Expresa su aversión a la homo-trans-sexualidad, promete «firmeza» contra las y los inmigrantes, delincuentes y prostitutas, acusa a las «élites» políticas de izquierdas de prevaricación y corrupción contrastándolas con su origen social «popular» e introduce en la agenda política su imagen de «mujer, madre, católica».
En el centro del programa electoral Risollevare l’Italia (Enderezar Italia), el apoyo a la natalidad y a la familia es el primer y más desarrollado capítulo. ¿Qué es la familia para esta extrema derecha posmoderna que reafirma el valor de la tríada tradicional de Dios, Patria y Familia? Una cita de Juan Pablo II [Karol Wojtyla: 1920-2005] lo dice claramente: «…es el elemento fundador de la sociedad, que hace a una nación verdaderamente soberana y espiritualmente fuerte». Con una mezcla de valores religiosos y laicos, el modelo de familia reproducido es el considerado natural, basado en el matrimonio heterosexual y en la rígida división de los roles masculino y femenino, en el que las mujeres garantizan la economía del don, el trabajo de cuidados no remunerado y no reconocido en una sociedad ordenada (organizada) según los principios de la jerarquía de clases y de género, del individualismo competitivo y el beneficio individual.
En Hungría, Viktor Orbán estableció una contribución económica para las familias en las que las esposas abandonaran el trabajo para dedicarse a tiempo completo a la crianza de los hijos y al cuidado del hogar –una medida similar se introdujo en la Alemania nazi–, pero el capitalismo italiano necesita mano de obra femenina, incluso en el mercado formal, por lo que se necesitan medidas para conciliar familia y trabajo. El programa de la FdI prevé un aumento del número de guarderías, incluyendo el uso de madres de día (tagesmutters), un modelo alemán de guarderías privadas, un sistema impositivo basado en el «cociente familiar» según los ingresos y el número de miembros, el incremento de las cuantías de la actual prestación universal por hijo…, deducciones de los ingresos por el empleo de cuidadores y empleadas domésticos, y otras concesiones en el espíritu de las políticas favorables a la familia, que generalmente sustituyen el Estado de bienestar –destruido por los recortes del gasto público– por servicios del sector privado y ofrecen apoyo financiero a las familias más pobres. Salvo que, tras las elecciones, muchas de estas promesas están destinadas a quedarse en el papel.
Por lo demás, abre el campo a los movimientos provida y antiaborto. Giorgia Meloni ha declarado que no quiere la abolición de la Ley 194 sobre el aborto[1] –ignorando la enorme difusión de la objeción de conciencia de los médicos [especialmente por motivos religiosos], que es un verdadero obstáculo para la aplicación de esta ley–, pero hay muchas formas de hacer la guerra al aborto; por ejemplo, chantajeando y humillando a las mujeres que deciden abortar. El proyecto de ley –Disposizioni concernenti il seppellimento dei resti mortali dei bambini non nati (Disposiciones sobre la inhumación de los niños no nacidos)– presentado en el Senado el 29 de marzo de 2022 por el senador Luca De Carlo (FdI) tuvo como primera firmante a la senadora Isabella Rauti [ex miembro del Movimiento Juvenil del MSI, candidata del partido Fiamma Tricolore fundado en 1995 por Pino Rauti, miembro desde 2014 del FdI y elegida en 2018]. El senador Luca De Carlo anunció que la presentará de nuevo el 18 de septiembre de 2022. Este proyecto impone el entierro de los fetos abortados, incluso sin el consentimiento de los padres. En las regiones administradas por el FdI, se están debatiendo propuestas similares, así como la negativa a transponer en las consultas las indicaciones ministeriales sobre el uso de la píldora Ru486 [para el aborto químico en los primeros meses de embarazo]. ¿Cuándo se reproducirá el decreto de Orbán que obliga a las mujeres que van a abortar a escuchar el latido del feto?
Llenar las cunas italianas vacías, limpiar las fronteras llenas [de inmmigrantes]. Este otro objetivo, en el centro de la campaña electoral, toma la defensa de las mujeres como pretexto para contrarrestar la inmigración. Para Giorgia Meloni, las actuales políticas de seguridad son demasiado blandas. Es necesario un fuerte giro político para garantizar la inviolabilidad de las fronteras nacionales: cierre de puertos, bloqueos navales, creación de puntos calientes en territorios no europeos, más allá de los que ya son lugares de horror y violencia inhumana contra los más pobres del mundo. El hecho de que Meloni compartiera el vídeo de la violación de Piacenza [de una mujer ucraniana de 55 años el 21 de agosto de 2022], un gesto vulgar y cruel hacia la mujer maltratada, pretendía reafirmar que el extranjero inmigrante es por naturaleza un depredador, como si los autores de la violencia de género no fueran igualmente «blancos» y autóctonos.
No hay voluntad de leer el fenómeno de la violencia en su complejidad. En Italia, según el ISTAT (Istituto nazionale di statistica), el 31,5% de las mujeres ha sufrido alguna forma de violencia en su vida, la mayoría de las veces por parte de un familiar o expareja. Sin embargo, para la derecha, el peligro es la inmigración. El remedio es desatar la caza del «monstruo«. La retórica racista especula con el malestar y la inseguridad, difundiendo ideas y palabras que suenan como instrucciones y se convierten en sentido común, el humus sobre el que nacen los numerosos incidentes delictivos contra nacionales de terceros países.
La preocupación por el declive demográfico se relaciona a menudo con la teoría de la sustitución étnica de la población nativa, una tesis nazi-fascista que hoy en día es especialmente popular en los círculos nacionalistas y soberanistas, según la cual la llegada de personas inmigrantes y refugiadas a Europa amenaza a la población nativa blanca. La identidad nacional que hay que defender contra la invasión extranjera es la columna vertebral de la unidad de la ciudadanía por encima de las clases y de todas las divisiones sociales. Es la defensa del modelo de vida occidental, es decir, de la clase dominante occidental. El sistema de producción asfixiado necesita la inmigración, y el racismo contribuye a configurar el proceso de devaluación de la mano de obra inmigrante en el mundo globalizado, obligando a la gente a aceptar los trabajos más serviles y los salarios más bajos. La discriminación étnica es también una cuestión de género: las mujeres inmigrantes, una parte importante de la oleada que llega a los países desarrollados, empleadas principalmente como cuidadoras y empleadas domésticas, son el último eslabón de una cadena de cuidados, ahora internacional, que permite a las mujeres occidentales de familias acomodadas emanciparse de los roles domésticos… y quizás entrar en el espacio político, hasta el umbral del gobierno.
En el extenso programa electoral del FdI no se puede pasar por alto el capítulo sobre política cultural dedicado a la necesidad de crear «un nuevo imaginario italiano» a partir de la escuela. Por ejemplo, reescribiendo la historia en la exaltación de la romanidad y de las grandes personalidades de Italia, eliminando las interpretaciones y representaciones no deseadas, verdadera premisa de un giro autoritario que subordina la cultura y la investigación a la política, eliminando las propuestas no deseadas que «amenazan los símbolos de nuestra identidad». Podemos imaginar cuál sería el lugar de las mujeres en la sombría sociedad del conservadurismo de derechas, en la que se controla la legalidad del comportamiento y se suprimen las contradicciones y tensiones reales.
¿Votarán las mujeres a Giorgia Meloni?
Hasta ahora, el análisis de los resultados electorales indica que el voto femenino, en comparación con el masculino, está más orientado hacia los partidos de izquierda que dan cabida a los derechos civiles y a las cuestiones medioambientales. Sin embargo, la capacidad de los movimientos populistas de derechas para atraer al electorado femenino, con diferencias territoriales y educativas, es cada vez mayor. Esta vez, otro factor de atracción podría ser la idea de votar a una mujer… tened paciencia, porque en una estructura machista como el FdI Meloni es la única mujer que ocupa un cargo importante.
Cierto, Giorgia Meloni no es un icono feminista: había cierta ironía en su comentario, dirigido a sus oponentes de la izquierda reformista, de que si por primera vez Italia tuviera una mujer al frente del gobierno, se rompería el techo de cristal. Así que, en cierto modo, el problema de la infrarrepresentación de las mujeres en las instituciones y organismos económicos y políticos ha entrado en esta campaña electoral. El techo de cristal es una metáfora de las barreras sociales, culturales y psicológicas, invisibles pero persistentes, que impiden la progresión profesional de las mujeres. Esta idea se ha convertido en el centro de las políticas institucionales para las mujeres, impulsadas por un sector del feminismo liberal-democrático, que gira en torno al concepto de empoderamiento. Los rezagados deben asumir su responsabilidad. ¡Todo el mundo juega bien sus cartas y se levanta!
En esta visión, los conceptos clave de otras corrientes feministas, que combinan la idea de la liberación con la de la igualdad y la justicia social, son socavados por consignas fuertemente individualistas, una conversión ideológica que reduce a los seres humanos a sujetos atomizados, empresarios de sí mismos, ocupados en invertir en sí mismos. Pero la promoción de las mujeres con condiciones materiales para poder perseguir su propia superación no es suficiente para cambiar el marco ideológico de la sociedad y la distribución de los recursos; no revierte el mecanismo de opresión que tiene profundas raíces en la estructura de la sociedad y en la forma en que se construyen los roles de género; no saca a la gran mayoría de la población femenina del confinamiento en el espacio cerrado de la familia y del rol reproductivo, que reproduce simbólicamente las jerarquías de poder.
El liderazgo de las mujeres puede ser relevante como ejemplo a seguir por otras, pero es un hecho que la cooptación de algunas mujeres a la cima de la política –normalmente en países donde hay un mayor reparto de las tareas de cuidado y las responsabilidades domésticas– no ha disminuido las desventajas de otras. Ninguna de ellas ha planteado reivindicaciones útiles para las demás y, de hecho, como suele ocurrir con las mujeres promocionadas, ninguna se opone a la ley del padre. Sanna Marin [primera ministra finlandesa desde diciembre de 2019], que está metiendo a Finlandia en la OTAN, Liz Truss [primera ministra del Reino Unido desde el 6 de septiembre de 2022], que no oculta sus visiones belicistas, las primeros ministras en ejercicio de Islandia, Dinamarca, Estonia y Lituania, y la presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, están actuando con las mismas políticas neoliberales que sus colegas masculinos, que están recortando empleos, servicios públicos y empeorando la condición de la mayoría de las mujeres.
En realidad, las mujeres tienen todas las de perder con la victoria electoral del FdI y la coalición de derechas.
El próximo gobierno –sea el que sea– traerá consigo la continuidad y, en algunos aspectos, una aceleración de la línea política neoliberal y de las políticas represivas gestionadas por los gobiernos de centro e izquierda moderada hasta ahora. Para las mujeres, que constituyen el segmento más pobre de la población, esto significa altos costes de vida y bajos salarios, derechos cuestionados y un empeoramiento de su existencia laboriosa y subalterna bajo el capitalismo patriarcal.
Nuestra esperanza es que las mujeres se unan en el renacimiento de las luchas sociales contra todos los aspectos de la opresión y la explotación, contra un proyecto de reorganización reaccionario que ataca y utiliza a las mujeres, porque la familia es el centinela del orden social. Una reorganización que amenaza al conjunto del proletariado, descargando sobre todas y todos los costes de una crisis general que se agrava y que ahora también produce guerras y catástrofes internacionales.
La marea negra aumenta, en Italia y en todo el mundo, en los países donde la derecha extiende sus tentáculos. Como escribió Gramsci «La crisis consiste precisamente en que lo viejo muere y lo nuevo acaba de nacer: durante este interregno se observan los más variados fenómenos morbosos». (Antonio Gramsci, Cuadernos de prisión, Cuaderno 3, §34, Gallimard, 1996, p. 283)
Artículo original en italiano, https://www.rosarossaonline.it/2022/09/18/giorgia-e-le-donne/, versión en francés, http://alencontre.org/divers/italie-giorgia-meloni-son-programme-et-les-femmes.html. Traducción: viento sur
Nota:
[1] Adoptada en 1978, la Ley 194 permite el aborto por cualquier motivo durante los primeros 90 días de embarazo (Réd. A l’Encontre)
Fuente: https://vientosur.info/giorgia-meloni-su-programa-y-las-mujeres/