Al parecer, las grandes fuerzas progresistas y de izquierda se han especializado en grandes combates contra molinos de viento. Hasta la fecha, en todos los campos pierden sin saber todavía el motivo de sus fracasos. ¿Llegarán algún día a reflexionar sobre sus errores en la intención de encontrar la verdadera raíz que sume a la […]
Al parecer, las grandes fuerzas progresistas y de izquierda se han especializado en grandes combates contra molinos de viento. Hasta la fecha, en todos los campos pierden sin saber todavía el motivo de sus fracasos. ¿Llegarán algún día a reflexionar sobre sus errores en la intención de encontrar la verdadera raíz que sume a la población en tantos problemas de sociedad?
Acabamos de salir de una lucha sin cuartel contra la vacancia del presidente de la República, Pedro Pablo Kuczinski, para terminar con la liberación de Alberto Fujimori, condenado por delitos de lesa humanidad. El fracaso es doble, y sienta un precedente internacional para la liberación de sanguinarios acusados de delitos de lesa humanidad.
Un doble fracaso animado por las fuerzas progresistas y de izquierda, que sirvió para olvidar otra lucha perdida en el buen manejo de los fondos públicos para la reconstrucción de extensas zonas geográficas del país devastadas por la furia de la Naturaleza.
Grandes combates perdidos que casi nos hacen olvidar otro de igual o de mayor talla: el flagelo de la corrupción en todos los niveles de la administración pública y política, animado por el gigante Odebrecht. De poco sirvió encarcelar al ex presidente Ollanta Humala y su primera dama, Nadine Heredia. Menos aún sirven y servirán los intentos judiciales para lanzar a la prisión a ex presidentes como Alan García y Alejandro Toledo. Todos ellos son grandes combates contra molinos de viento. ¿Hasta cuándo no seremos capaces de entender que esos «grandes combates» incentivados por todos los medios de comunicación sirven únicamente a desorientarnos en nuestra lucha frontal contra la verdadera raíz de todos estos problemas?
Y el asunto no es de ahora. Basta recordar los alcances de nuestra «independencia nacional» para que la población se diera cuenta que era simplemente una independencia política. Y aún más. Se oculta que esta independencia política sirvió únicamente para que los que ya estaban en el poder económico de América Latina se desligaran de su patrón, el Rey de España. Una «independencia» que sirvió únicamente para oprimir con mayor fuerza a todos los sectores populares del país.
Y las grandes luchas contra molinos de viento van más allá todavía, si recordamos las grandes epopeyas animadas por Túpac Amaru, Atusparia y otros tantos líderes de las causas perdidas.
Tenemos que llegar a comprender que si bien la corrupción, el asesinato impune, los desastres naturales más allá de su verdadera dimensión, son males a combatir o prever, ellos son solamente la expresión fenomenal de algo más profundo; de algo que, hasta la fecha, como dirían los poetas, no lo hemos tocado ni con el pétalo de una rosa.
De lo que se trata es de comprender que la inmensa cantidad de problemas de sociedad son el reflejo de un modelo socio-económico que es cruel y sanguinario contra los perdedores. Lo que tenemos que entender es que los males no provienen de una persona en particular ni de un grupo social. El mal proviene de los mecanismos de un modelo socio-económico que viene funcionando desde que los españoles y portugueses lo instalaron en nuestro suelo.
Tenemos que comprender que muy poco lograremos en nuestro combate contra molinos de viento. Ellos son ingentes y se reproducen en mayor cantidad que aquellos que pensamos haber aniquilado. Todo ello porque hemos dejado intacto a la verdadera raíz del problema.
Los españoles y portugueses, como pudieron ser otros personajes de otras nacionalidades, instalaron en nuestro suelo algo que ya se practicaba en el resto del mundo y desde hacía varios miles de años. Se trata de un modelo socio-económico en donde uno de sus elementos es la Repartición Individualista del resultado de la actividad económica. A través de este tipo de repartición, un puñado de personas se apropia la casi totalidad del esfuerzo de todo un pueblo.
Y este tipo de repartición perdura en el tiempo con la ayuda de dos instituciones que nunca antes existieron en nuestros suelos: la propiedad privada y la herencia. Este tipo de repartición, y estas dos instituciones, están en el origen de las grandes riquezas acumuladas en un puñado de personas, y de la extrema pobreza, masivo desempleo y atraso de la mayoría de la población. Y en su camino, este tipo de repartición facilita la corrupción política, el verticalismo en las decisiones y el totalitarismo en el control social. Nada lejos del asesinato y del genocidio.
Mientras no seamos capaces de entender esto, seguiremos en nuestros grandes combates contra molinos de viento. Por supuesto que estos «grandes combates» nos tendrán bien ocupados para la plena satisfacción de quienes, en el correr del tiempo, siguen acumulando inmensas fortunas, despreciando a quienes las producen, y asesinando a quienes se atreven a cuestionarlos.
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